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El Carrete Rojo



Con respecto a las bandas del crimen organizado, no aplica aquello de “muerto el perro se acabó la rabia”. Suele ocurrir lo contrario. Una vez muerto el perro la rabia se extiende a través de otros perros infectados.

La muerte de Arturo Beltrán Leyva es ejemplo inmejorable. Al capo del Cártel de Sinaloa le decían el Jefe de Jefes como una forma de ilustrar los numerosos grupos de delincuentes que eran parte de su organización y seguían sus órdenes.  Una vez que infantes de Marina hicieron papilla a Beltrán en el curso de un largo tiroteo en un complejo de condominios de lujo de Cuernavaca y después exhibieron su cadáver como un trofeo de caza, comenzó la escisión del cártel bajo sus órdenes.

Surgieron grupos más pequeños, al menos media docena de ellos, pero más sanguinarios y que siguen asolando amplias zonas de Guerrero y Morelos, entre ellos el Cártel Independiente de Acapulco, los Ardillos, Guerreros Unidos y Los Rojos. Estos dos últimos, que disputan a sangre y fuego el corredor Iguala-Chilpancingo, fueron protagonistas de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. De modo que en lugar de que el problema amainara, se agudizó, porque las condiciones que dieron lugar a la presencia del grupo de Beltrán Leyva no terminaron con su muerte.

Ahí siguió la producción y tráfico de amapola y mariguana, de metales preciosos, la extorsión, el secuestro y una amplia gama de actividades criminales. El jefe de Los Rojos, banda hegemónica en Chilpancingo y el sur de Morelos, es Santiago Mazari que fue detenido hace unos días por fuerzas federales en una localidad serrana de Guerrero, aledaña a la zona de cultivo de amapola.  El Carrete está vivo. Fue trasladado al penal de Puente Grande para que no lo eliminaran sus múltiples adversarios.

No crea el amable lector que el Carrete vivía oculto en una cabañita en una zona boscosa. Nada de eso, le gustaba dejarse ver, exhibir su poder, su riqueza, su control absoluto sobre las policías locales a las que tenía comiendo de la mano. No sólo eso, tiene varios parientes metidos en la política y que han sido alcaldes de poblaciones en las que el Carrete tiene intereses. Un cinismo monumental derivado del poder corruptor de Los Rojos que aceitaba la mano de servidores públicos, con uniforme o sin uniforme. De hecho, tenía un rancho con caballos de alta escuela, que gustaba presumir, y por eso uno de sus apelativos es el Señor de los Caballos.

Hace unos días se publicó la nota de un encuentro entre el Carrete y un grupo amplio de comerciantes de Puente de Ixtla, Morelos, durante el cual el capo le habría vendido seguridad a cambio, claro, de una cuota en efectivo. Lo que me interesa hacer notar es que el Carrete estaba a la vista. Lo que sigue es que las autoridades pidan explicaciones a los policías estatales, municipales, federales y los jefes militares de la región, además de los últimos gobernadores de Morelos, que por años dejaron hacer y dejaron pasar al Carrete y sus secuaces.

El jefe de Los Rojos puede ser también una llave importante para abrir el arcano del caso Ayotzinapa. Es seguro que sabe mucho de lo que ocurrió en Iguala aquella noche fatídica y puede explicar cuáles son los lazos de Los Rojos con los normalistas de Ayotzinapa, pues hay indicios de cierto entendimiento. En fin, que la captura de Nazario sirva para algo. La pregunta es si seguirá mandando a Los Rojos desde la cárcel.

 

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Twitter: @soycamachojuan

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