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Cuba, Avándaro tardío



Tanto para eso. Cuba pasó de las proclamas a las rolas. Ver esa foto de Raúl Castro levantándole la mano a Barack Obama me remontó a mis años de estudiante universitario. En aquel entonces las proclamas de la Revolución Cubana se repetían como mantras, sin cansancio, en el campus universitario. “Patria o muerte, venceremos”. “Dentro de la Revolución todo; contra la Revolución, nada”. “Es mejor morir de pie que vivir de rodillas”. “Seamos realistas, hagamos lo imposible”. La realidad se explicaba con sencillez, ahorrando el esfuerzo del análisis a profundidad. Había buenos y malos. El imperialismo yanqui era el villano favorito.

Lo sigue siendo. La Revolución Cubana era la buena. Sombra y luz. Imposible equivocarse. Los barbudos eran el ejemplo a seguir. La prueba de que era posible derrotar al ogro capitalista. La Revolución iba por todos las canicas: no sólo quería vencer a los capitalistas, buscaba forjar a un “hombre nuevo”, que no es poca cosa.
El poder de la imagen.- El Che Guevara era consciente del poder de su imagen. La cultivó con esmero, casi tanto como lo hace Obama, pero el Che no tenía un grupo de especialistas de la avenida Madison, aunque sí contó con el apoyo del fotógrafo Korda, que hizo milagros. Esas fotos del Che mirando al horizonte, de boina negra con una estrella roja, eran las estampitas de una nueva religión.

Era natural para los estudiantes de Ciencias Políticas tener simpatía por el régimen cubano, pero otros jóvenes fueron más lejos. Dieron un paso más. Se levantaron en armas contra el Estado mexicano para construir en nuestro país un régimen socialista, parecido al cubano, bendecido por la Unión Soviética. Se quedaron en el intento. Casi todos fueron detenidos o ejecutados en el curso de una atroz guerra sucia. En lugar de la Sierra Maestra era la Sierra Madre Occidental o las montañas de Guerrero. En la isla el movimiento prosperó, en México fue triturado.

Por eso pensé, tanto para eso. Para terminar en el 2016 levantándole la mano a Obama, que es un hombre cool, negro, seductor, lo que quieran, pero es el presidente de Estados Unidos. Ocupa, en el Despacho Oval, el mismo escritorio que Kennedy, el que lanzó Bahía de Cochinos, Johnson, Nixon, Ford, los Bush, los Clinton. Obama está por concluir su segundo periodo en la Casa Blanca, el embargo sigue. En fin, tanto para eso. Raúl Castro ha tenido que tragar docenas de sapos sin hacer muecas.

La caída de la URSS, hoy convertida en tierra de aventureros, y el desplome del chavismo, que cayó al fondo del barranco junto con los precios internacionales del petróleo, dejaron al régimen cubano sin asideras. Los hermanos Castro, que son dos ancianos con las horas contadas, tienen poco tiempo para buscarle por otro lado. No tienen empacho en ver con ojos pispiretos al enviado del imperialismo yanqui.

En un alarde de pragmatismo, de seguro doloroso pero inevitable, los Castro reconocen con sus gestos algo que todos sabían. Esta batalla de la Guerra Fría, la que corresponde al Caribe, también la ganó el capitalismo. Como epílogo lúdico de una semana histórica se dejaron caer por La Habana los Rolling Stones. Fue una especie de Avándaro tardío. Un reventón con el poder liberador incomparable del rock. Les fue mejor. Aunque los Dug Dugs, Tinta Blanca y la alineación original de Tri, tenían lo suyo, ni duda cabe.

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