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Educación rumbo a la dimensión desconocida



La nota de esta semana, y quizá una de las más importantes del año que está por terminar, es la iniciativa firmada por el presidente López Obrador para desaparecer la reforma educativa. Sólo le tomó 50 segundos, como apuntó el titular de ayer de La Crónica, para aplicar el poder de su firma y a otra cosa.

Se trata de un esfuerzo supremo realizado por el gobierno anterior, el de Peña Nieto, dirigido a que el Estado mexicano recuperara el control del Sistema Educativo Nacional, control que había perdido en manos del sindicato de maestros en sus dos vertientes, SNTE y CNTE. Fue en principio una reforma política y laboral, pues también buscó terminar con el caos imperante en la administración de los recursos.

Se dice poco, pero antes de la reforma educativa no se tenía certeza del número preciso de maestros ni de cuántas plazas tenían, ni siquiera había certeza de cuántas escuelas había en el país y en qué condiciones se encontraban para brindar el servicio. Cosas elementales como si necesitaban pisos, baños, focos, se desconocían. Los descubrimientos fueron estremecedores, como maestros que tenían plazas en dos ciudades diferentes, o escuelas que no aparecían en ningún padrón y luego direcciones donde supuestamente había escuelas en las que había oficinas o edificios departamentales, o nada.

Ese caos fue por años un paraíso para la corrupción. Cuentas turbias a las que mucha gente les metía mano. Por eso los sindicatos no querían cambiarlo. Además la reforma tenía un ingrediente que enfureció a los maestros: estableció un sistema de evaluación para determinar si eran aptos, o no, de seguir frente a un grupo y darle clases. Las resistencias fueron enormes y de eso se agarró López Obrador. El tabasqueño les prometió a los maestros que si votaban por él terminaría con la reforma y sobre todo les quitaría la evaluación. Aseguró que a los maestros no se les trató con respeto y que una vez llegando al Palacio Nacional él los reivindicaría.

La reforma educativa fue el gran logro del Pacto por México y pareció encarrilar al gobierno anterior, el de Peña, por una buena ruta, pero no. Como todos sabemos, ese gobierno desbarrancó. El gran logro de la reforma educativa, fue, me parece, que el gobierno federal recuperó el control de la nómina magisterial, núcleo de las mil y un batallas en el sector, batallas que no se dan por el contenido de los programas educativos, sino por el dinero, por el manejo de los recursos.

Pues bien, el gobierno de la Cuarta Transformación intenta terminar con todo eso y comenzar con un proyecto propio. Su idea es asegurarse el respaldo electoral de los maestros de ambas corrientes sindicales entregándoles todo, excepto, ojo, el manejo de la nómina. AMLO es un fanático del control. Aspira a que ninguna hoja de ningún árbol del país se mueva sin su consentimiento, justo como ocurría en los regímenes del priismo más duro, allá por los años 70 del siglo pasado.

La desaparición de la reforma educativa era un strike cantado, lo que resultó una amarga sorpresa fue la desaparición también del Instituto de Evaluación Educativa, INEE, que era un surtidor de información sustantiva para el sector. El deseo de AMLO y de su escudero de ocasión el señor Moctezuma, es pretender que el mundo comenzó a girar con la Cuarta Transformación. Van por otro instituto, con un nombre diferente sólo por dejar testimonio de su paso por el sector educativo del país, al que ya metieron a una dimensión desconocida.

 

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Twitter: @soycamachojuan

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