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Desagravio al Ejército mexicano



El Ejército es la institución más importante del país. Más importante, desde luego, que la Presidencia de la República. De hecho, el Ejército sostiene a la Presidencia y al régimen democrático en su conjunto, incluidos jueces, legisladores, gobernadores, alcaldes, y los presidentes que nos ha tocado aguantar, uno más malo que el otro. Que la anterior afirmación no se diga o se reconozca sólo en coloquios discretos, no significa que sea falsa, es absolutamente cierta.

Por no escribirlo ni decirlo en voz alta con frecuencia cometemos un error que puede impactar la continuidad del régimen democrático del país y en la soberanía nacional. Me hago cargo de que suena fuerte, lo es. El Ejército mexicano contiene desde hace décadas los apetitos intervencionistas de EU a partir de una estrategia muy sofisticada de contención, que incluye tener cerca a los marines pero del otro lado de la frontera. Ha sido una hazaña.

Las autoridades civiles han ocasionado un severísimo desgaste al Ejército por encargarlo de tareas que no le competen, para las que no se entrena y que van en contra de su naturaleza. Soldados y marinos están en las calles porque las policías de los tres niveles de gobierno no pudieran con el desafío del crimen organizado. Para el año 2006, era claro que la mafia había derrotado o corrompido a los policías. Se adueñó de anchas franjas del territorio nacional, donde los cárteles eran el poder real, los que decidían las cosas importantes, como Michoacán, Guerrero, Tamaulipas, entre otros.

El Ejército se enfrenta a las armas de los delincuentes pero también a la ineficiencia y la corrupción de las autoridades civiles. También pelea contra las agencias de los Estados Unidos que, lo digo de nuevo, no combaten al narco, lo administran de acuerdo a sus intereses geopolíticos que incluyen, hay que decirlo, el control de los Ejércitos del continente. El establishment gringo usa el narco como una herramienta de control continental. Lo hace con éxito creciente.

Por demasiado tiempo, presidentes, gobernadores y alcaldes de todos los partidos han incumplido su responsabilidad de crear policías confiables, efectivas, honestas. No lo hacen porque cuesta tiempo, dinero y esfuerzo, y ellos, los políticos, tienen otras prioridades, como por ejemplo que su nombre cuelgue en letras de oro en los edificios públicos. AMLO no es la excepción. Quiere ser figura de las monografías de héroes nacionales que piden en las escuelas y no tiene tiempo para crear policías, por lo que tomó el atajo de volver policía al personal militar. Eso hizo, ponerles uniforme de policía a soldados y marinos para taparle el ojo al macho.

En eso estábamos cuando ocurrió el episodio de la Huacana, en Michoacán. Mi intención no es sobredimensionarlo, busco destacar el peligro que encierra para todos que civiles se atrevan a desafiar, humillar, a un grupo de soldados y supongan que pueden salirse con la suya, como parece que ocurrirá. Los soldados maltratados evitaron una tragedia, eso es clarísimo, pero no se trata de que dejen de lado su entrenamiento y sus armas para que civiles en armas les griten peladeces, les den órdenes, los arrinconen.

Los grupos de autodefensas, sobre todo en Michoacán, tienen un pie en la conservación del orden en ciertas comunidades y el otro pie en la delincuencia. Un fusil de alto poder, de esos para tirar helicópteros, es un arma de un cártel, no de un cuerpo policiaco en una localidad pequeña. Ese fusil fue parte de las exigencias de las autodefensas para liberar a los soldados. La tragedia sobrevoló Huacana. Cuidado.

 

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@soycamachojuan

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