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El Papa, el Tatic y Marcos



En su reciente visita a Chiapas, el Papa Francisco se detuvo a orar, apenas un par de minutos, frente a la tumba del obispo Samuel Ruiz, en la Catedral de San Cristóbal de las Casas. Lo acompañó, tomen nota, Raúl Vera. El gesto mandó un mensaje nítido: la correlación de fuerzas al interior de la jerarquía católica mexicana, cambió. El grupo conservador, encabezado por los cardenales de México y Guadalajara, y por el titular de la Nunciatura, que disfrutó y abusó del apoyo total de los dos anteriores Papas, esto es Benedicto XVI y Juan Pablo II, pierde terreno. No es que hayan quedado fuera de la jugada, pero sí se alejaron del fogón. Crecen otras corrientes eclesiásticas más, digamos, progresistas o si se quiere, para no exagerar, con mayor contenido social en su trabajo pastoral. Corrientes más cercanas al ánimo del sacerdote argentino jesuita Jorge Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco.

¿Y quién fue ese obispo Samuel Ruiz? Pues era el obispo de San Cristóbal de las Casas justo en el momento en que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas en contra del gobierno mexicano. Eso ocurrió allá, en el primer día del fatídico 1994, año que cambió el curso de la historia moderna del país. Samuel Ruiz llegó a Chiapas procedente de Guanajuato. Era más que conservador. Veía a un comunista en cualquier persona inconforme con el estado de las cosas. Dijo, en una de sus frases más recordadas, que llegó a cambiar a los indígenas, pero ellos lo cambiaron a él.

Catequistas guerrilleros.—El obispo estaba al tanto de las intenciones del EZLN, entre otras razones porque muchos de los ex catequistas de la Diócesis de San Cristóbal eran parte de la guerrilla, algunos incluso con posiciones de mando, como Tacho, Daniel y Moisés. Ruiz conocía personalmente al subcomandante Marcos, cuando todavía se llamaba Rafael Sebastián Guillén, y al resto de la comandancia. Siguió el trabajo de los mandos de las Fuerzas de Liberación Nacional que llegaron a reclutar seguidores para la vía armada. Las condiciones, ancestralmente adversas de los Altos de Chiapas, se complicaron todavía más con la caída de los precios internacionales del café, cuyo cultivo era la principal actividad económica de la zona. El aparato gubernamental tenía pocas respuestas y demasiados cacicazgos. El caldo de cultivo era idóneo para la revuelta.

No puede afirmarse que Samuel Ruiz apoyara la vía armada, que en cambio sí era la prioridad de Marcos, pero habló del derecho a la rebelión de los pobres, pobres como los que habitan la región de los Altos de Chiapas. Marcos dijo en su momento que tuvo diferencias con el obispo pero que reconocía su compromiso con los pobres y su trabajo para formar buenos cristianos que terminaron siendo la base del ELZN. Se habla de poco más de 10 mil efectivos, una tercera parte de ellos mujeres.

La guerra estalló aunque el intercambio de fuego duró poco. Los zapatistas aprovecharon el factor sorpresa para ganar algunos tiroteos, pero nunca tuvieron capacidad para retar al Estado mexicano. Perdieron las batallas pero ganaron la Guerra de la percepción, nacional e internacional. Samuel Ruiz fue protagonista, al lado de Manuel Camacho Solís, de las negociaciones entre el gobierno y el ELZN para establecer la paz en la zona. Le agarró, como Camacho, el gusto a los reflectores.

Pues bien, desde Argentina, el sacerdote jesuita Jorge Mario Bergoglio siguió de cerca todo el proceso. Vio con simpatía la opción por los pobres. Con el paso de los años Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco. El resto de la historia ya ustedes lo conocen.

 

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@soycamachojuan

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