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Los (primeros) pasos de López



Es extraño. Después de una campaña que arrancó el siglo pasado, después de millones de spots de radio y televisión y cientos de miles de mítines y entrevistas y uno que otro debate televisivo, la verdad es que no se sabe qué esperar de un eventual gobierno de López Obrador. Es una incógnita.

Todas las encuestas adelantaron el triunfo del tabasqueño, incluso por amplio margen, lo que nadie adelanta es qué tipo de gobierno hará. No se hace porque no se puede. Sus malquerientes dicen que será como Maduro y el delirio de la revolución bolivariana. Otros más lo ven como una especie de Lula pero sin corrupción y los más le ven  cara de Luis Echeverría con todo y guayabera.

Ciertos analistas, sin ninguna prueba válida, nada más por decir, sostienen que representa a la izquierda, aunque su agenda y la agenda de los grupos de vanguardia en el mundo difieren. Es un señor conservador, religioso, que no tuvo empacho en su subir a su Arca al Partido Encuentro Social, dirigido por pastores evangélicos ultraconservadores. De modo que de izquierda nada, o muy poco. Sus dichos se emparentan mucho más con los discursos de la docena trágica, la de Echeverría-López Portillo. Una suerte de populismo nacionalista con acento autoritario, intolerante.

Lo más extraño de todo, a lo que debemos acostumbrarnos los analistas, es que las definiciones ideológicas están fuera de la corriente principal. Parece que es algo irrelevante. De manera que a los seguidores de AMLO les da igual que se ubique a su líder en un punto o en otro del espectro. Lo que se espera de López Obrador son tres o cuatro de decisiones de ajuste de cuentas en contra del establishment. Lo eligen para eso. Por ejemplo, quitarles la pensión a los expresidentes, vender el avión presidencial, vivir en una casa modesta y no en Los Pinos, bajarse el sueldo y, claro, dar dinero en efectivo a la mayor cantidad de gente posible, pues con efectivo todos lo verán con mejores ojos.

Si hace eso, el tabasqueño tendrá capital político para los primeros meses de su gobierno, acaso el primer año, después quién sabe. La realidad suele ser terca. No se pliega a los deseos de nadie. Si siente que le faltan canicas podrá meter a la cárcel a un par de funcionarios del actual sexenio. No tendrá dificultad en encontrar a algunos pillos.

Uno de los rasgos del populismo es que ofrece soluciones fáciles a problemas complejos. Uno de estos problemas complejos es la corrupción, que nos tiene en el fondo del barranco. Nada me cuesta reconocer que AMLO no es un político corrupto. No se metió en esto para hacer dinero, para volverse millonario, al estilo Anaya, por citar a alguien conocido, pero eso no quiere decir que su elección sea un golpe fuerte contra la corrupción. No lo fue durante su gobierno en la CDMX. Se requiere un esfuerzo magno de transparencia, de visualización del patrimonio de los servidores públicos.

Otro problema complejo es el del crimen organizado, en particular el tema de las drogas. López Obrador ha dicho puras generalidades que muestran que no comprende el problema. Si de verdad el gabinete de seguridad se reunirá todos los días a las siete de la mañana, tal vez se den algunos pasos en la dirección correcta. Tampoco tiene idea de las relaciones internacionales, en particular la relación bilateral con Estados Unidos y el gobierno del presidente Trump. La realidad lo va a engullir de un bocado.

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@soycamachojuan

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