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1988. Bartlett vs. Clouthier



En aquel tiempo, el nacionalista Manuel Bartlett era amigo cercano de los tecnócratas. Militaba en las filas del neoliberalismo que arrancó durante el sexenio de Miguel de la Madrid. López Portillo, presidente 1976-1982, dijo en su momento que fue el último Presidente de la Revolución Mexicana. Sabemos ahora que fue el penúltimo, pues AMLO llega con credenciales de sobra para decir que él es el último mohicano.

Pero bueno, Manuel tenía una chamba en ese gobierno de germen neoliberal: era secretario de Gobernación, que no era algo menor. En la siguiente administración, la de su odiado Carlos Salinas, su rival en la carrera presidencial de 1988, fue secretario de Educación Pública y después el PRI lo destapó como gobernador de Puebla y de ahí brincó al Senado de la República. Para ser un opositor de la tecnocracia, la verdad es que le fue de maravilla.

Fue con ellos, los tecnócratas vendepatrias, secretario de Gobernación, de la SEP, gobernador de Puebla y Senador de la República. En este largo periplo tuvo oportunidad de contender por la Presidencia de la República un par de veces, pero su partido, el PRI, prefirió otras opciones. Una vez que su camino dentro del tricolor llegó a un callejón sin salida, volteó a otro lado y se acercó a López Obrador, quien ahora lo acaba de designar próximo titular de la Comisión Federal de Electricidad, argumentando su perfil nacionalista.

La propuesta generó una ola de críticas que el propio candidato ganador y virtual presidente electo, López Obrador, minimizó. Le dio vuelta a la hoja advirtiendo que Bartlett llegará a poner orden en la CFE y que la comisión requería alguien como él. Tal vez sí. Experiencia tiene. No pesan sobre él acusaciones de corrupción. El problema, claro está, no es ése. El problema es que se trata de uno de los personeros más visibles del antiguo régimen y que tuvo un papel muy importante en la elección de 1988, cuando el grupo político del que emergió AMLO, la corriente democrática del PRI, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, hizo su primer intento de llegar a la Presidencia de la República; era titular de Gobernación y como tal también presidía al Instituto electoral.

Explica el episodio de la caída del sistema diciendo que recibió la orden del entonces presidente De la Madrid de no dar resultados electorales preliminares, pues es verdad que Cárdenas tenía ventaja, pero que ésta podría revertirse cuando llegara a la ciudad la información de los votos de provincia. No hubo fraude, aunque sí dilación interesada. En una de esas hasta es cierto.

Durante su gestión al frente de la Segob, se registró el primer asesinato de la narcopolítica, el del columnista Manuel Buendía. El autor intelectual de la ejecución fue José Antonio Zorrilla, empleado directo de Bartlett. También apareció su nombre en la indagatoria de los asesinatos de Ovando y Gil, del Frente Democrático Nacional, ocurrido días antes de la elección.

El pleito entre Bartlett y la familia Clouthier arranca en esa coyuntura electoral del 88. Clouthier, bárbaro del norte, vino al Altiplano a desafiar a De la Madrid y Salinas, ambos defendidos por ­Bartlett. Eran los tiempos del partido hegemónico, de la policía política, de la intimidación, y el régimen le hizo sentir todo eso a Maquío. La familia no se lo perdona, ni tiene por qué. La voz cantante de la protesta familiar la ha tenido Manuel, aunque Tatiana dijo que había “mejores opciones”. Fue una frase corta, filosa, que muestra una fisura en el entorno del Peje. La hay.

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@soycamachojuan

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