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AMLO y empresarios, amor del malo



El rasgo distintivo de este tramo de la campaña presidencial 2018 es la reconciliación, real o imaginaria, entre López Obrador y la cúpula empresarial del país.

Yo sostengo que es una reconciliación aparente, de dientes para afuera. Los señores del dinero, los más ricos del país, no llegaron a conducir empresas colosales por cándidos o ingenuos, sino porque se pasan de vivos. Asumen que las encuestas que favorecen a López Obrador son irremontables. No queda nada qué hacer.

En consecuencia, lo único sensato es bajarle tres rayitas y abrir canales de comunicación con el político que dentro de 20 días puede ser el candidato triunfador en la elección presidencial para estar a la cabeza del Estado mexicano durante seis años, hasta el 2024, si es que no considera conveniente alargar su permanencia.

Por su parte, AMLO sabe que uno de los errores garrafales en las dos campañas pasadas fue llegar al día de la elección peleado con los hombres de negocios, que en caso de ganar serán claves para cualquier proyecto de nación, pues son los que generan actividad económica, lo que significa empleos y pago de impuestos.

Sin una economía dinámica que genere impuestos, López Obrador no podrá cumplir la serie de promesas que ha hecho de repartir dinero a diestra y siniestra, pues se trata de dinero público cuyo origen, en un porcentaje relevante, es la recaudación. Por lo tanto, también le ha bajado tres rayitas, al grado de que no le molesta que lo ubiquen como una estrella más del canal de las estrellas.

Dicho lo cual hay que tener presente que se trata de gestos de civilidad y cálculo político en ambos frentes. Tiene fecha de caducidad, que es el primero de diciembre de este año, cuando AMLO y su equipo se hagan cargo de la administración pública. Entonces sí, cuando comience a tomar decisiones veremos si era amor del bueno o del malo. Apuesto que es del malo. Ojalá me equivoque. Si las decisiones que tome el tabasqueño los lastiman, los empresarios reaccionarán con furia. Eso todavía está en veremos. Lo cierto ahora es que se están coqueteando, y AMLO está dispuesto a meterse al Estadio Azteca, propiedad de Televisa, casa de las Águilas del América, y escuchar a Belinda cantar sus, digamos, éxitos.

Tamaulipas, focos rojos. La promiscuidad impera en el estado fronterizo. Semeja a uno de esos cuartos oscuros en los que nadie sabe bien a bien con quién pierde ni con quién gana. Es un caldo de intereses que emana un olor nauseabundo. La alternancia política en el gobierno del estado, que pasó del PRI al PAN, ha empeorado las cosas. Los exgobernadores priistas están, todos, bajo sospecha, pero el actual mandatario, emanado del PAN, enfrenta una crisis que incluso lo puede sacar del gobierno del estado.

En Tamaulipas hay bandas del crimen organizado que desde hace años toman decisiones importantes, incluso sobre quién gobierna, como ocurrió con Rodolfo Torre, el candidato priista a gobernador que ejecutaron pocos días antes de la jornada electoral. Opera ahí un revitalizado Cártel del Golfo, lo que queda de los sanguinarios Zetas y hasta células del Cártel Jalisco Nueva Generación, entre otros, atraídos por el gran negocio que es la frontera.

No sólo eso, también hay fuerzas federales, comenzando por la Marina, que anda muy suelta, y al último, que no al final, están los agentes norteamericanos de diferentes agencias, comenzando por la DEA, pero seguramente también de la CIA y otras. Los gringos están metidos hasta la cocina en Tamaulipas. Llegaron para quedarse.

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@soycamachojuan

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