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AMLO (ahora sí) presidente electo



En algún momento de este miércoles, se calcula que como a la una de la tarde, Janine ­Otálora, presidenta del Tribunal Electoral, entregará a Andrés Manuel López Obrador, su constancia de mayoría como ganador de la elección 2018 y será ya, de manera formal, presidente electo de México.

Estamos ante un cambio en el quehacer político nacional que acepta el calificativo de histórico. El régimen arranca una transformación sin destino conocido. Un sector amplio de la población, el mayoritario según mostraron las elecciones, supone que nos irá mucho mejor. Ellos tienen expectativas colosales. No ­será fácil cumplirlas, pero los seguidores de AMLO tienen derecho a entusiasmarse. Otros, más realistas, dicen que peor no podemos estar.

Como sea vienen cambios profundos. La elección del primer domingo de julio conformó un nuevo mapa político. La gente votó por un presidente fuerte con mayoría en el Congreso, lo que le permitirá hacer ley sus propuestas. Un partido político de reciente creación, que tiene su origen remoto en la corriente democrática que surgió en el PRI durante el sexenio de Miguel de la Madrid en la década de los años 80, es ahora el nuevo partido dominante, con una oposición muy disminuida, apenas testimonial.

López Obrador habla de manera sistemática de que entramos a la cuarta transformación de la vida pública del país, con lo que compara su sexenio con la independencia, la reforma, y la revolución. Tal vez sí, ya veremos qué dice la realidad. Hay cosas que puede hacer y otras que no. Desde mi punto de vista, si durante su administración puede abatir corrupción e impunidad ­habrá hecho un gran servicio a la nación. Estoy a favor de terminar con los privilegios de funcionarios de alto nivel y con el despilfarro de recursos públicos. No estoy a favor de la reducción pronunciada de salarios porque eso puede impactar sobre la calidad del servicio público que merece buenos cuadros.

Lo que tiene que terminar de inmediato es hacer mal uso del presupuesto y hacer negocios personales en la obra pública, pero los salarios, por sí mismos, no son fuente de corrupción. Por supuesto todos tienen que desquitarlo. Los extremos no son buenos. Leí que ­Claudia Sheinbaum se pondrá un salario de 40 mil ­pesos mensuales lo que impactará a los mandos altos y ­medios de la jefatura de Gobierno. Será muy difícil que cuadros altamente calificados que están en la academia o la iniciativa privada se entreguen al servicio público por un salario menor que pondría en aprietos su modelo

de vida. El salario es un tema y el latrocinio otro. Lo que la gente no soporta son las historias de políticos que acceden a un puesto como integrantes de la clase media y lo terminan, apenas dos o tres años después como magnates. Que eso termine.

A partir de mañana a la una de la tarde López Obrador ya no podrá seguir actuando como presidente del ­partido Morena. Él mismo dijo que por definición los partidos son una parte de la ciudadanía, y AMLO ya tiene que actuar como presidente electo de los mexicanos, los que votaron por él, los que votaron en contra, los que se abstuvieron.  De todos. Tendrá que ser ­mucho más cuidados en sus discursos y deberá buscar fórmulas para fortalecer a las instituciones y no para debilitarlas. Deberá aceptar más seguridad para él y para su familia y pedir a los reporteros que no persigan su auto en motocicleta. Su seguridad personal pasa a ser un asunto de Estado. Nadie le reclamará que se cuide.


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@soycamachojuan

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