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Cosas de decir y desdecirse



La materia tiene varios estados.

La liquidez del agua o el denso mercurio; la solidez de la roca, la  invisible conjunción de los gases en el aire. Mezclas en la leve densidad de la gelatina, cuyo cuerpo es como el del caracol, viscoso y aceitado, vaguedad en el inasible aroma de los perfumes, vapor en la exhalación de invierno; en fin, condiciones físicas para las cuales hay definiciones perfectas alejadas de los razonamientos coloidales o meramente mutables.

Pero hay algo hecho de todo esto y de nada: las palabras de los políticos, quienes como vírgenes defensivas dicen no cuando quieren afirmar y sí cuando mienten con la dentadura entera.

Hace algunos años, un político notable por su persistencia en el empeño, y cuyo nombre ahora no viene al caso, proclamaba a los cuatro vientos su desinterés por el más alto cargo, y planteaba  la muy rígida petición de darlo por muerto, es decir, desinteresado absoluto en la contienda.  Se presentó tres veces a la candidatura presidencial. Es el caso más vital de la condición de difunto jamás vista en la vida.

Pero la dureza de ese carácter, sobre lo cual nadie tiene duda alguna, no es comparable con la dúctil y amorfa condición de las palabras de un político, al fin y al cabo.

“—Ningún bastado sentimiento dicta mis palabras…”, decía en furibunda arenga Antonio López de Santa Anna y le sirvió a la patria once veces desde el cargo presidencial. Y nada le interesaba, sino el bienestar de México, según decía mientras “Patas de plata” destazaba gallos rivales en la sombra de los palenques.

En fin, el aire, por donde vuelan las ondas sonoras de la palabra y el papel, donde se pueden imprimir desde versos de dorado esplendor hasta calumnias mefíticas, todo lo toleran y todo lo resisten, como esta jocosa declaración de Yeidkol ­Polenvsky, quien  suele cambiarle de nombre a todas las cosas (y a veces hasta a las personas)  y de rumbo a todas las saetas de su palabra.

“…El presidente Andrés Manuel López Obrador no va a ‘meter las manos’ en el proceso interno de Morena para la renovación de la dirigencia nacional, que se realizará en noviembre próximo, aseguró Yeidckol Polevnsky, secretaria general en funciones de ese partido.

“De hecho, la morenista rechaza que ella sea la candidata de López Obrador para ocupar la presidencia nacional de ese instituto político, y señala que si gana ese proceso, será por sus logros y su trayectoria en el partido.

“Ahora todos quieren decir que son enviados de López Obrador, pero ni uno ni otro, ni otro es el candidato del Presidente. AMLO ha mandado mensajes muy claros, en el sentido de que él no se va a meter”, argumenta (El financiero)”.

Eso es una absoluta mentira. No importa quién la diga. El próximo dirigente de Morena, será quien AM decida.

Una de las características del presidencialismo, al cual hemos vuelto en condiciones de alta concentración del poder, es la jefatura simultánea del gobierno, el Congreso, las Fuerzas Armadas y el Partido.

“…no existen las campañas ni las precampañas (todavía)”, joy, joy,joy…,  Yeidckol.

Pero otra frase de ayer es digna de atención: después de un notable estira y afloja en el cual —se le debe reconocer—, Claudia Sheinbaum negoció con habilidad, el Gran Premio de México de la Fórmula Uno seguirá en la capital mexicana.

“No le costará un centavo a la ciudad”, lo cual es relativamente cierto, porque más allá de los términos del arrendamiento del autódromo, propiedad de la CDMX (de los cuales se deberían ofrecer datos seguros), hay algunos gastos derivados de la vigilancia, la seguridad, las corridas del Metro, y el ”alquiler”  de la plaza; es decir la ciudad misma. El gobierno garantiza la viabilidad del premio, lo cual tiene un costo.

No es un gasto, pero sin eso el espectáculo resultaría imposible.

La contundente declaración nada más tiene un sentido: impedir cualquier crítica como fácilmente podrían argumentar los opositores: la ciudad llena de baches y calles intransitables con epidemia de llantas rotas, y el gobierno, en lugar de taparlos, le pavimenta la pista a Lewis Hamilton para una nueva victoria en este circuito del cual es favorito, casi propietario.

MÁSCARA

Los asaltantes de la tienda de las oficinas de la Casa de Moneda en Reforma son muy audaces, pero también muy estúpidos: en plena época del mundo vigilado con cámaras por aquí y por allá, actúan a plena luz y con el rostro descubierto.

 

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