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La utilidad de una comisión



El Senado de la República se metió en uno más de los frecuentes atascaderos, derivados de la presión de sus grupos partidarios; no era posible hasta ayer precisar con exactitud cuál va a ser el método para emitir una convocatoria y seleccionar al sucesor de Raúl­ Plascencia Villanueva.

La frase aquella de solucionar un problema o encargárselo a una comisión para hacerlo infinito, prolongado, duradero y eterno, ha tenido tantas paternidades como para no tener ninguna. Ya es parte del imaginario nacional. 

Las comisiones en México, sin embargo, han sido útiles para algunas cosas y decorativas para otras. Por ejemplo, útil resulta la Comisión Federal de Electricidad y hasta los días actuales, costosa e inservible la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, cuya presidencia se acerca al fin de un lapso ordinario.

En días recientes, el Senado de la República se metió en uno más de los frecuentes atascaderos, derivados de la presión de sus grupos partidarios; no era posible hasta ayer precisar con exactitud cuál va a ser el método para emitir una convocatoria y seleccionar al sucesor de Raúl­ Plascencia Villanueva, o para dejarlo en el cargo cinco años más con decenas de previsibles protestas si así ocurriera. Finalmente se decidió poner a todos bajo examen, incluyendo al actual ombudsman.

Pero más allá de la circunstancia y la designación de quien sea el ombudsman, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos debería ser hoy motivo de preocupación. La verdad, no se le mira una utilidad cotidiana. Su estructura misma y su forma de trabajar no previene violaciones a los derechos humanos, lo cual sería muy deseable, pero ni siquiera ayuda a corregir tendencias, ya no digamos hechos consumados. Todo se le va en recomendar desde la apodíctica altura de una autoridad en entredicho.

Nos gastamos mil quinientos millones de pesos anuales en plantear, las obviedades del buen comportamiento de las instituciones.

—¿Cuál podría ser la recomendación al gobierno de Ángel Aguirre, por ejemplo, en el caso de las fosas clandestinas halladas en Iguala?

—Se recomienda al gobierno del Estado que no localice unos cadáveres cuando anda buscando otros cadáveres? ¿O cómo?

El planteamiento mismo de la CNDH, entre lo jurídico y lo político, su natural tendencia a torear a toro pasado (y a veces desde los burladeros de la falta de compromiso y el exceso de conveniencia), su incapacidad para lograr una tradición preventiva y educativa en la materia, su escasa capacidad para intervenir como coadyuvante y no como simple “segunda opinión”, deberían ser revisados a fondo.

Hoy no es tan importante quién se queda a administrar, casi siempre tras los telones de una burocracia autónoma los abundantes recursos de su presupuesto (siempre a la alza con cualquier pretexto), sino saber claramente cuál es la utilidad de una comisión cuya existencia misma nos deberíamos preguntar.

En todos los años de vida de la CNDH no hemos visto cambios profundos en esta materia. Lo más profundo ha sido la hondura de las fosas clandestinas y la enorme cantidad de cadáveres tirados por el suelo, en el interminable reguero de la sangre, ya sea por la guerra “calderónica” mal entendida y peor realizada, o por la presencia y colusión del crimen organizado en varios estados la república. Del tema se habla y legisla, pero no se cambia.

ALFREDO

Vayan estas líneas, tardías, pero sinceras, para compartir la pena de la familia de Alfredo Philips Olmedo, hombre discreto y caballeroso fallecido recientemente. Su talento y buen talante dejaron huella en todos quienes tuvimos la suerte de conocerlo. Descanse en paz.

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