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Cuando el plazo se cumple y llega el día



Vueltas y vueltas de la rueda del tiempo hasta cumplirse el plazo señalado por la ley: los comicios más concurridos de la historia electoral, la avalancha ciudadana sobre la urna.

Presidente, gobernadores; diputados senadores, alcaldes, concejales, cuanto hay en la botica de los cargos y la carga de una gigantesca burocracia de redomada ineficiencia a lo largo de los siglos. Pero la urna saca del fondo de la caja pandoriana la palomita verde de la eterna esperanza hasta ahora traicionada.

Pero también va la tortuga del progreso a lomos del pegaso de la pobreza, la violencia, la ­desigualdad.

Hoy votan —a pesar de la inevitable resta de los asesinatos políticos de los meses pasados—, más personas de cuantos habitantes tenía el país en la elección de Luis Echeverría, cuyos métodos económicos y populistas —populacheros, populares—, el candidato puntero promete recuperar con toda la elocuencia de su palabrería sin ideas, y los problemas no resueltos están ahí todos, formados en la fila de los asuntos pendientes cuya solución no se encuentra en la democracia de los votos.

El día es hoy y su precisión recuerda aquel anuncio colocado en la piel de un árbol en la ciudad de Mérida donde había un sitio de taxis:

—“Se les recuerda a los compañeros que deben traer sus papeles el miércoles, el jueves ya no. El viernes tampoco”.

Hoy es el único día para votar (si quitamos la pantomima del extranjero). Hoy es la fecha esperada por algunos durante años y años para lograr una presidencia construida desde la insistencia machacona de los discursos más vacíos de nuestra historia, porque suceda cuanto pase ahora, nadie podría sentirse satisfecho de la exhibición vacía de este ballet sin coreografía, este futbol sin balones, esta enorme alberca seca en la cual simulan nadar quienes carecen del agua de las verdaderas ideas políticas y todo se va en frases y más frases huecas, sin sentido, ni compromiso; sin viabilidad, porque eso han sido las campañas; fervorines, ocurrencias, payasadas, chistes, apodos, discursitos, reiteraciones, recetas y expresiones felices como los papelitos dentro de las galletas chinas.

Será hoy la oportunidad de la fraseología sin ideología; la mitología sobre la realidad, pero si cualquiera de los otros candidatos, por detrás del ganador de las encuestas, algo intentara, ya sería demasiado tarde.

Tuvieron doce años para construir y oponer una figura en su contra y desperdiciaron tanto tiempo (...“¡cuanto tiempo perdí, ay, cuanto tiempo!…”), como para convocar al llanto de los santos, quienes lloran y gimen cuando ya no pueden hacer nada sino lamentar las ocasiones perdidas, las ilusiones destruidas.

Ésta es una hipótesis, una especulación sobre el espejo de los días recientes; no una profecía. Un análisis sobre lo visto y atestiguado en los meses anteriores, no un ensayo sobre lo desconocido.

Todos tuvieron tiempo contra el tiempo y el beneficio de quien usó meses y semanas en caminar y caminar el país y levantar con paciencia de cartero francés (luego le digo por qué), muros y techumbres de una rústica cabaña de plazas públicas y pueblos polvorientos y campesinos sin tierra y tierra sin fruto; obreros sin labor, vendedores callejeros, taxistas con parche en el ojo, toda una corte milagrosa a la cual, con infinita paciencia y trabajo abundante, se pudo convertir en el eficaz movimiento reivindicador de la desesperanza, del agandalle, del aprovechamiento bilioso, rencoroso, justiciero, evangélico, mesiánico en ocasiones; con la palabra irreflexiva de una cadena de promesas de imposible cumplimiento, pero basada en la premisa simplona de barrer las corruptas escaleras de arriba hacia abajo, sin escoba, sin aspiradora, sin trapos mojados, sólo con el poder de un ejemplo siempre dudoso, siempre traicionado, pues para abatir la corrupción se partió de su conocimiento y provecho, en la recaudación de fondos, en la alianza con los impresentables, en los métodos pervertidos, en la purificación del dinero sucio cuya limpieza se justifica por el fin para el cual se ha destinado: la redención, la regeneración nacional, labor imposible si la emprenden quienes ya cargan culpas y manchas.

Pero no importa si las cosas son posibles, basta con hacerlas creíbles para una masa cada vez más amplia de desencantados, cuyo desamparo y autovictimización los hace presas fáciles de toda oferta de beneficio inmediato, como sucedió —para ir un tanto lejos—, en el Brasil del terco Lula Da Silva, quien porfió con amazónica paciencia y laboriosidad hasta lograr el poder, y la herencia, al cuarto intento y consagrar la sucesión, con el resultado final ahora de todos conocido: la prisión por peculado, la distracción de fondos y —cómo no decirlo—, la goliza de Alemania cuyos siete pelotazos en contra fueron los clavos de Dilma su heredera, confidente y socia en la política y algunas cosas más.

Ya veremos si mañana Brasil nos da un repaso para contrastar aquella frase del puntero cuando se le ganó a Alemania: más festejarán nuestro triunfo.

Hoy —para Morena—, es el día de alzar las redes y encontrarse, o bien con la pesca abundante o, mal, con los cables cortados desde abajo del agua. Una redada plena o una deshilachada trama de cuerdas rotas. Lo sabremos en unas horas más. Cuando las brujas crucen con sus escobas el filo de la medianoche y los caracoles de la lluvia toquen en nuestra ventana.

Hoy se marcan las ganancias de la corrección política, del neolenguaje morenista; de los restos de un sexenio desfondado fin de su segundo año, cuando la revista TIME nos presentaba a un metrosexual Presidente de la República en la plenitud de su traje perfecto, puntada a puntada, y su sonrisa panorámica con el título de salvador de la patria.

“Saving México”, nos decía la propaganda hoy apenas aplicable a los lances de gato con reflejos de mercurio de Paco Memo Ochoa, en el sufrido arco de la Selección Nacional.

Pero y aquello del cartero francés, ¿dónde ha quedado?

Pues es la historia de la paciencia, la imaginación y hasta el delirio, pues Ferdinand Cheval (1836-1924), un empleado postal quien durante sus caminatas y recorridos durante 33 años dejaba cartas y levantaba piedrecitas, terminó construyendo su castillo de sueños y luego su propio mausoleo.

Hoy también se comprobará la imposibilidad real de actuar contra la lógica, no solo de erigir con ímpetu infinito.

Hoy se probará, además, cómo la mezcla de una falsa izquierda con una amnésica y oportunista derecha sin fuerza siquiera para acordarse de sus orígenes contrarrevolucionarios, de cuando había revolución para oponerse a ella, se hunden en el pantano del cual no salen desde el fracaso monumental del fallido reeleccionista Felipe Calderón, cuya esposa, siempre obsecuente y obediente, mira el juego desde la tribuna de sus falsas ensoñaciones de candidata independiente y a fin de cuentas arrepentida. Pero todavía tienen tiempo de sacrificar un Cordero.

¡Ay!, los panistas, siempre tan oportunistas, conducidos ahora por el infecundo vivales de la inmobiliaria queretana, cuya falsa estructura de mártir prefabricado no le alcanzó para conmover a las estrellas con la falsedad de un gobierno de coalición, cuando pudo apenas conseguir una candidatura de coalisión.

Y también se probará el desplome de un partido históricamente importante, cuya fachada se quiso limpiar con neutro jabón de ciudadano con amplia carrera burocrática, y terminó despellejada con el ácido del descontento, el desconocimiento y la abulia. La huelga de brazos caídos en el interior del Revolucionario Institucional; el abandono, la indiferencia cuando no la animadversión de los ciudadanos, generaron una derrota tan triste como la tarde cuando vimos a Messi convertido en un peatón extraviado en la media cancha de los franceses, amos y señores del estadio y el partido.

Hoy también se probará la imposibilidad de hacer política sin políticos, como si se tratara de café sin cafeína o champaña sin alcohol.

Margaret Mitchell nos advirtió para eterno consuelo ante el equipaje del viento: mañana será otro día, pero eso conforta poco, porque si los días cambian de rostro, jamás cambia el país (sustituir no es cambiar) y la vida real se presenta cotidiana y eterna, por encima del recetario triunfador o las maldiciones de los derrotados.

Mañana será otro día; sí, pero por desgracia no será otro México, ni seremos otros nosotros, quienes hemos construido como Cheval, piedra a piedra, a lo largo de los siglos, este castillo inhabitable, delirante y torcido, surrealista y ensangrentado.

Porque ahora debemos corregir a Neruda: nosotros, los de entonces, siempre somos los mismos.

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