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El umbral del futuro



Hoy es el último día de una era. Pero también de un estilo, una tendencia, una manera de vivir y convivir.

Más allá de la retórica facilona de su enunciado, hoy se inicia —indudablemente— una gran transformación nacional.

Transformar es mudar de forma, no de fondo. La maduración es una transformación. La putrefacción, también.

Hasta el día de hoy nadie ha logrado probar si por el sólo hecho de cambiar se mejora. Las revoluciones devoran a sus hijos. Y la mexicana, muerta, sepultada y olvidada hace muchos años, no fue la excepción.

La euforia del triunfo del Movimiento de Renovación Nacional, cuya propia dinámica e incipiente aprendizaje de las responsabilidades públicas (incipiente también), exhibe su inestable condición y ha dado lugar, indudablemente, a un estilo desafiante y sectario, en el cual las frases oportunas (o inoportunas, según se vea), soltadas en el chispazo de una hybris prematura, nos llevan del “no soy florero” a la vanidosa celebración de interpretar el manoseo de la ley para favorecer a un amigo, con la  masiva penetración homosexual y alburera.

“Se las metimos doblada”, podría ser ahora el lema en el umbral  del edificio del Ajusco donde se ubica el Fondo del Cultura Económica, así como en el dintel de los avernos, Dante leyó aquello de “Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate (“Abandonar toda esperanza, quienes aquí entráis”).  

Hoy, la cultura mexicana, en paráfrasis de aquella  jocosa humorada del gran Alí Chumacero, ya no “está en el Fondo” ni “descansa en Paz”.

Alí fue director de producción del FCE durante casi 40 años. Su talento y sus amplios conocimientos tipográficos y editoriales, le dieron  a las colecciones de esa editorial un sello de calidad internacional. Los libros del FCE estuvieron bien  hechos desde siempre. Ahí publiqué mi primer libro a los 25 años de edad. Otro me lo editó la UAS, con Jorge Medina Viedas al frente. En paz descanse.

Pero volvamos al Fondo.

Octavio Paz decía de Alí y su sabiduría editorial: convierte una página en un jardín de letras. Hoy seguramente las convertirán en un sembradío de cannabis.

Quizá nos estemos acercando a las consideraciones poéticas de Jaime García Terrés, quien fue director de esa casa editorial, no simple encargado del despacho en tanto la ley se dobla y se acomoda:

“Rebeldía en son de retirada, sin virtud benigna que pueda quebrantar a la dolencia.

Plegaria no. Furores todavía, la ley por blanco y la razón por flecha”.

La ley por blanco y la razón  por flecha. Y podría ser tan simple, tan fácil  tan sencillo. De verdad llamarle pan al pan y vino al vino: las cosas por su nombre, las obras en lugar de las maniobras.

Si el asunto no fuera tan grotesco, podríamos hablar de cómo mientras en la Cámara de Diputados el striper de la cultura confunde el Palacio Nacional con el Palacio de Hierro  mientras demuestra cómo ignora casi todo, hasta la O por lo redondo, en los otros rumbos se juega con la norma y la forma.

Y así, en medio de este embarradero de malos augurios, en otra de las áreas cercanas a  la cultura  también se les reventó el barzón y siguió la yunta tropezando, porque se les vino abajo la designación del director cinematográfico Luis Mandoki en la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía de la Segob.

Mandoki creyó vigentes los modos y tiempos de Margarita López Portillo (cuando el nepotismo orgulloso se manifestaba de otra forma, no como ahora, cuando igual se exhibe), y se avorazó suponiendo un cargo para  producir, promover, exhibir (hasta quería ayudar a su amigo Cuarón con la cinta Roma), sin darse cuenta de la naturaleza una entidad de supervisión normativa como RTC.

Para otros afanes está el IMCINE.  

Obviamente vienen tiempos complicados no sólo para la administración pública y la política, sino hasta para la simple convivencia civilizada.

PINOS

Pido perdón por esta nota de nostalgia, pero ahí, junto al escudo nacional, en la cuarta ventana a la derecha, ahí mero, pues, estuvo la oficina desde la cual participé en el esfuerzo de Comunicación  Social durante el gobierno de Miguel de la Madrid.

No existía esa fachada ni el estacionamiento. La calzada Molino del Rey estaba abierta y ahí se despachaban los asuntos de la nación. Había una Media Luna, una estatua de Madero y muchas banderas. No habían hecho un cubo de vidrio en los jardines.

Hoy, un ejército de picapedreros levanta las banquetas.

¿Para abrir al público un edificio se deben alzar las aceras?

 

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Twitter: @CardonaRafael

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