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Cuando la oligarquía hacía fiestas



Hace unos días una amiga de antaño, cercanísima a Andrés Manuel López Obrador, me comentó con gesto de gravedad: ni en seguridad ni en comunicación tienen la menor idea. Eso les puede reventar en cualquier momento.

Y por desgracia para los ilusionados con la “Cuarta transformación” hemos comenzado a ver fisuras en el edificio.

En materia de seguridad, como en todas aquellas en las cuales la ignorancia y la falta de planes precisos, sólidos y viables, pretende ser sustituida por la pastosa mengambrea de los foros y las consultas, ya vimos el resultado: un desastre de quejas frente a las cuales Alfonso Durazo no supo contestar con exactitud en ningún caso.

Todo ha sido atender sin atención; seguir sin sentido, prolongar lo innecesario y llenar y llenar los días con la oscura materia de las cosas inútiles. Se hicieron quince foros y se cancelaron cinco. Ya no habrá acarreos ni espontáneos en los auditorios de análisis, colmados  de víctimas y “oenegeceros” (en eso se convirtieron, en ventanillas de quejas) en estados tan conflictivos como Tamaulipas o Veracruz donde a cada rato se encuentran fosas macabras.

El gran periodista Guillermo Ochoa ha dicho a propósito de esto una frase digna de memoria: antes hacíamos un agujero y brotaba petróleo; hoy salen cadáveres.

Pero hasta el día de hoy, cuando ya se aproxima la fecha no de comenzar el gobierno, sino de asumir responsabilidades y consecuencias más allá de la simpleza de promesas y juramentos y pagar los costos del incumplimiento, si se llegan a presentar,  ante el sencillo catálogo de promesas y redención nacional, el futuro régimen no tiene un plan claro y definitivo.

Las oscilaciones entre el perdón y la amnistía; el olvido y la memoria y la indecisión de si se va a formar una Guardia Nacional o una Guardia Civil o un híbrido con las Fuerzas Armadas y las inexistentes policías profesionales y confiables, no es un simple juego de palabras de Durazo o el propio presidente electo, es una evidencia del juego del “tin marìn”.

Pero mientras eso sucede palabras van y palabras vienen. La seguridad hoy parece un juego de casualidades y una combinación de probabilidades cuya duración nadie termina por definir.

Y en materia de comunicación las cosas no van mejor.

La exhibición de frívolo rastacuerismo del futuro coordinador de políticas públicas, César Yáñez, quien durante mucho tiempo se dedicó a los medios y al acompañamiento del futuro presidente, no es únicamente un costoso capricho social y anhelo de figurar en los más fifíes medios (como la pedante y cursi revista ¡Hola!); es un grave error de comunicación, porque es imposible creer en la separación de la vida social y la vida pública.

Y también es una muestra de desprecio (o al menos desconocimiento) de los sentimientos de la clientela.

¿De veras con decir, yo solamente fui invitado es suficiente?

Se vea como se quiera ver, la actitud es también parte de un mensaje. En el mejor de los casos es una muestra de envanecimiento, infatuación, diría alguien, de quien ya cree vivir —y pertenecer—, en la cima. Y sí, es la cima a donde no se quisiera llevar al país. Al menos eso les dijeron a sus electores en el pasado mes de julio.

El error no fue la boda: la metida de choclo (hasta la ingle), fue contratar la revista y poner en la portada al presidente electo con  su esposa.

“Juliàn Jalil Dib, organizador del evento, convirtió el salón del banquete en un auténtico bosque encantado, utilizando un juego de luces y miles de rosas y orquídeas blancas en la decoración”.

Algo no resulta comprensible en este ambiente de mitrados, empresarios y políticos de hogaño y antaño en el marco de una futura transformación nacional.

“… tal fue el caso (dice ¡Hola!) del senador Manuel Velasco y su inseparable Anahí, quien lucio para la ocasión un elegante diseño de color negro, del diseñador Benito Santos (quien hizo los tres vestidos de la novia); Manuel Bartlett, futuro Director de la CFE y su esposa Julia Abdalá, presidenta de la Fundación Casa de las Mercedes; el empresario Olegario Vásquez Aldir y su guapa esposa Marcela Sada; Esteban Moctezuma, futuro secretario de Educción Pública y su esposa Cecilia Barbará; el conocido empresario regiomontano Alfonso Romo, quien  fungirá como jefe del gabinete…”

En fin, párrafos dignos de los mejores tiempos de una oligarquía insensible a la cual muchos quisieron derrotar hace pocos meses.

Hasta hoy no sabemos el futuro. Pero estos errores en la comunicación y la imagen, en nada ayudan a quienes ofrecieron otra cosa, aunque se quejen de la crítica.

Y si debiéramos seguir la letra del Evangelio, diríamos también: por sus fiestas los conoceréis. Y ya entrados en las paráfrasis, pues cuando el pueblo pida tortillas, como María Antonieta, ofrézcanle bisque de langosta con un letrero sencillo en la fila incontable: primero los pobres.


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