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Veinte años no son nada…



El primero de septiembre de 1997, Porfirio Muñoz Ledo lucía una hermosa corbata de seda amarilla. Un traje oscuro con planchado perpetuo. Las primeras canas le teñían la cabellera. Su felicidad era extrema: por primera vez en su historia el PRI perdía —y al parecer para siempre— la mayoría en la Cámara de los Diputados y él iba a definir las líneas políticas del futuro.

—Tardaste veinte años para llegar a este momento, Porfirio, ¿cuántos pasarán para que te bajes?

—No nos bajaremos —fue su lacónica respuesta:

Más allá de la inolvidable referencia a los aragoneses de antaño, con la cual zarandeó a un disminuido Ernesto Zedillo que con los ojos gachos escuchaba al fulgurante Porfirio de la mayor elocuencia, esos conceptos también valen para el poder actual.

Pensemos.

“…Las cámaras del Congreso de la Unión tienen las atribuciones suficientes, de carácter presupuestal, fiscal y legislativo, para enderezar el rumbo de esa política. Cumpliremos el mandato de las urnas de modo eficiente y racional a efecto de preservar la estabilidad y estimular a la vez la inversión productiva y la confianza de los mercados. Con tal propósito convocaremos a los actores económicos y sociales a un foro nacional en el seno de este Congreso. Propondremos, desde luego, un diálogo inteligente y mutuamente respetuoso con el Ejecutivo federal.

“La obcecación es contraria a la sabiduría y nociva para los quehaceres del Estado, que, si bien exigen firmeza, demandan asimismo flexibilidad, imaginación y acatamiento al veredicto electoral. Saber gobernar es también saber escuchar y saber rectificar. El ejercicio democrático del poder es, ciertamente, mandar obedeciendo.

“Lo que en última instancia significa el cambio democrático es la mutación del súbdito en ciudadano.

“Ninguna ocasión mejor que ésta para evocar el llamado que, en los albores del parlamentarismo, la justicia mayor de Aragón, hacía al entonces monarca para exigirle respeto a los derechos de sus compatriotas:

—“Nosotros, que cada uno somos tanto como vos y todos juntos valemos más que vos’’.

Hoy Muñoz Ledo regresa a la presidencia de la Cámara en una sesión de Congreso General. Recibirá el último informe de Enrique Peña Nieto y no tendrá oportunidad de increparlo, como hizo con Miguel de la Madrid en 1988 cuando (palabras del cronista Aurelio Ramos) terminó con la sacralización de la figura presidencial con una simple, hasta comedida y educada interpelación.

Así fue registrado:

“…En sesión de Congreso General se reúnen diputados y senadores, en una ceremonia que, al final se verá, más que un acto republicano es la inhumación —entre patadas, empellones, puñetazos, bofetadas y un descomunal escándalo— de la liturgia anual de endiosamiento al Presidente de la República.

“Con la autoridad que le confiere su condición de senador por el Frente Democrático Nacional (FDN), el ­expriista Porfirio Muñoz Ledo —que hasta 1986 se había puesto de pie centenares de veces para aplaudirle al Presidente en turno en eventos similares— oficia hoy de enterrador de un orden y unas formas agotadas de relación entre el Ejecutivo y el Legislativo.

“Muñoz Ledo es uno de los cuatro senadores —los otros son Ifigenia Martínez, Cristóbal Arias y Roberto Robles Garnica— de la fuerza política que el pasado 6 de julio le disputó al PRI palmo a palmo la Presidencia, y que meses después se convertirá en el Partido de la Revolución Democrática. Se propone emplear un recurso insólito, la interpelación, que para la clase gobernante es más bien una herejía”.

En esas condiciones muchas de las propuestas de Muñoz Ledo hoy se han cumplido. Si no logró una nueva Constitución nacional, sí coordinó los trabajos de la primera Constitución de la Ciudad de México en 500 años. Si no logró el traslado de la capital del país al centro de México (San Luis Potosí), ha visto cómo la Cuarta Transformación propone dispersar secretarías y oficinas al resto del territorio nacional.

Si no logró la democracia absoluta en el Partido Revolucionario Institucional, construyó una opción política cuya evolución le dio lugar a Morena y a las actuales condiciones de un nuevo poder dominante y abrumador. No fue el transformador del PRI: lo desgajó hasta la sepultura. Y si él hizo lo primero, los priistas se encargaron de lo segundo.

Veinte años y algo más, cosa de nada.

CAMPECHE

El gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas se reunió con Rogelio Jiménez Pons, próximo director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), para respaldar la construcción del Tren Maya propuesto por el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, como uno de los 25 proyectos prioritarios de su gobierno.

 Moreno Cárdenas, acompañado de integrantes de su gabinete en los temas económico y turístico, reconoció el estímulo de ese proyecto el proyecto en cuanto a la integración regional y aprovechamiento del gran potencial natural, cultural, histórico y gastronómico de esa vasta zona del país, como un detonante del empleo y la actividad económica. 

Durante la reunión, el mandatario campechano y Jiménez Pons revisaron la posible ruta de ese tren por diversos sitios de interés turístico de los estados de Quintana Roo, Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán, como Playa del Carmen, Palenque, Tenosique, Calakmul y Valladolid.

 

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