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La consulta como recurso evasivo



El primer gran fracaso de la consulta, sin duda alguna, se dio en el juicio de Cristo.

Como todos sabemos, para atenuar la voz de la conciencia Pilato ofrece una elección:

¿Barrabás —un criminal común—, o Jesús, un líder religioso y social?

El pueblo, cuya sabiduría no deriva de la inteligencia sino del número, como hemos visto hasta la saciedad en cientos de ejemplos de la historia, decide en favor de lo ya decidido.

Catholic.net, lo interpreta de este modo:

 “…En aquella indecisión Pilato advierte una jugada que, en su ingenuidad (o perfidia), le parece maestra: aprovechar la tradición de soltar a un preso por la Pascua, comparando al justo Jesús con el asesino Barrabás.

“Pilato, en vez de salir en defensa abierta del inocente, como era su deber, y se lo dictaba la conciencia, no quiere enfrentarse con los sanedritas.

“Pilato vuelve al sitial de justicia y pregunta:

“—¿A quién queréis que os suelte?; parece convencido de que su juego político le hará salir bien de aquel embrollo; pero escucha con asombro que ellos dijeron:

“—A Barrabás.

“La primera elección está hecha; piden la libertad de un preso, pero en realidad están pidiendo la ejecución de un inocente.

“Pilato queda desconcertado, no puede creer lo que oye: piden la libertad de un criminal, en lugar de un inocente; repite la pregunta, dos veces más, manifestación de su debilidad:

“—¿Qué haré entonces con Jesús, el llamado Cristo?(Mt). Lo que tenía que hacer estaba claro: dejar a Cristo libre, pero una cuestión mal planteada no tiene fácil arreglo.

“Y la muchedumbre grita con furor:

“—¡Crucificadle, crucificadle!”.

“Pilato permite la condena de un inocente haciéndose responsable ante la ley y ante su conciencia”.

El texto anterior contiene algunas frases aplicables hasta para asuntos más mundanos, como por ejemplo el sainete innecesario de la consulta sobre un hecho consumado (o en vías de consumación), como el aeropuerto: una opción absurda y un planteamiento falaz.

“Una cuestión mal planteada, no tiene fácil arreglo”.

 Y uno podría decir, si Pilato no deseaba enfrentarse contra el Sanedrín (la asamblea de los ancianos judíos, una especie de Senado) el actual dilema del futuro gobierno es cómo actuar frente a la lógica, por un lado, y la demagogia populachera, por el otro.

Vieja tentación de la política: darles gusto a Dios y al diablo. Y a veces quedar mal con los dos.

¿Cómo tomar una decisión en contra de la tradición opositora en la cual es sencillo hasta derribar la Muralla China en campaña para luego regresar sobre los pasos de un discurso rentable pero imposible?

Pues hagamos una encuesta, una consulta o una auscultación; un referéndum, un plebiscito, cualquier cosa en la cual la masa se sienta tomada en cuenta, aun cuando no tenga la razón.

 El futuro gobierno tiene un problema en presente.

 Echar abajo el proyecto de Texcoco implica para el futuro aeronáutico del país, con todas sus ramificaciones y consecuencias económicas y de competitividad, no sólo para el turismo, como se ha querido hacer creer, un problema sumamente grave: tanto como lo tuvo cuando los machetes de Atenco sustituyeron a la razón en el gobierno de Vicente Fox.

 Si en aquella época se hubiera convocado a una consulta, con todos los mecanismos de inducción de este recurso político actual, quizá hubiera habido otro desenlace.

 Pero don Vicente prefería, en casos graves, preguntarse por qué él, en lugar de tomar una decisión. Otros políticos convocan a consultas y como Pilato dejan la responsabilidad de decidir (no de las consecuencias de la decisión), en las manos de otros.

 Pero si las cosas mal planteadas no son sencillas, cuando se trata de resolverlas, la “consultitis” no deja ver sino uno sólo de los aspectos de un problema. Al preguntar sí o no, nadie repara en las consecuencias de una opción ni en sus costos. Todo se reduce a la actitud.

 Si se pudiera dejar de lado el tiradero de 100 mil millones de pesos (demasiados para quien recibe un país en bancarrota), no se sabe todavía cómo “acercar” el municipio de Tecámac —donde se ubica la base militar de Santa Lucía, cuyo comandante, por cuerpo, no fue cesado por colaborar con el futuro gobierno, sino retirado por haber cumplido la edad reglamentaria— a la Ciudad de México.

La falta de infraestructura de todo tipo en Tecámac y para llegar ahí, es suficiente para no tomar en cuenta esa opción. Costaría otra fortuna construir los servicios complementarios, pues un aeropuerto no sólo son las pistas y la torre de control, control por cierto, comprometido de acuerdo con todos los estudios técnicos y de seguridad aeronáutica.

Para evitar los choques de aviones con trayectorias cruzadas, podríamos hacer otra consulta, ahora para derogar la ley de la gravedad, tal como ahora se nos pregunta por el nombre del tratado comercial con Canadá y Estados Unidos.

La dicha inicua de perder el tiempo…

 

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Twitter: @CardonaRafael

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