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El dedo tras el gatillo



Todo lo demás, dirá alguien, es el regodeo, el cachondeo en la superficie de la historia, con la admisión de la ignorancia como natural condición del triste hecho de ser mexicano.

El asesinato de Luis Donaldo Colosio, en 1994, nos ha tenido dos décadas a todos con la misma recurrente pregunta: ¿quién fue? Hemos sido “Borgianos”, en ese sentido, y no me refiero al Papa Alejandro, sino a Jorge Luis Borges, quien nos enseñó, poéticamente, con hondura filosófica a preguntarnos quién detrás del jugador mueve la pieza.

“Dios mueve al jugador, y este la pieza./ Que Dios detrás de Dios la trama empieza/ De polvo y tiempo y sueño y agonías?”.

Obviamente el crimen ya dicho no guarda relación ninguna ni con la poesía ni con la divinidad, pero en el libro El futuro que no fue, conformado por una colección de testimonios y reflexiones personales de quienes vivieron aquellos años en diferentes puntos de cercanía con el candidato asesinado y su equipo, Alfonso Durazo, entonces su secretario, hace una velada denuncia a favor de la abandonada tesis del crimen de Estado. O al menos del crimen de poder.

Dice así:

“…en esos años la sociedad asistió abrumada a la tremenda lucha por el poder que se libraba en las alturas. Uno tras otro se sucedieron los pleitos en la cumbre incluidos los asesinatos del Cardenal Posadas y de José Francisco Ruiz Massieu. ¿Quienes estuvieron realmente detrás de esos gatillos?, tal vez nunca lo sabremos. Es casi imposible separar las certezas y las especulaciones, pero nadie podrá quitarnos la certeza subjetiva de que fue un crimen fraguado desde el poder o en sus alrededor.

“Y entre certeza y especulación, descanse en paz Luis Donaldo, al lado de su compañera Diana Laura, esa extraordinaria y gran mujer.”·

De este breve fragmento del libro se desprenden algunas consideraciones evidentes.

La primera, la identidad no mencionada de quien moraba “en las alturas” y cuyo retrato en estas líneas resultaría ocioso. Todos lo sabemos y lo conocemos. Lo segundo, al tiempo una sugerencia, pero también una acusación: un crimen fraguado desde el poder o sus alrededores.

—¿Cuáles son los derredores del poder? Pues todos y ninguno.

El diputado Durazo, cuya trayectoria lo colocó en una difícil situación posterior cuando aceptó emplearse como ayudante de Vicente Fox, en plena euforia de la transición, pero sobre todo cuando con una renuncia razonada y bien elaborada cercenó el delirio “sahagunista” de una continuidad conyugal en la presidencia, lo cual se le debe agradecer por encima de la mudanza hacia el trabajo en Los Pinos, no acusa, pero publica sus certezas subjetivas.

—¿Valen éstas por encima de las conclusiones de fiscales especiales y demás personas cuyas indagaciones le dan hasta ahora vigencia a la tesis del asesino solitario? Pues valen para quien las quiera hacer valer.

Para otros, el libro, cuya presentación será esta tarde en la Casa Lamm, con apariencia de encuentro social y acontecimiento editorial por encima de su escaso valor histórico (no son lo mismo historia y anécdota), no es sino una buena muestra de oportunismo memorioso y ocioso del nada habrá de extraerse para fines de la única respuesta a la cual nos debería llevar una investigación o una compilación:

¿Quién urdió el magnicidio y los demás asesinatos del funesto y horrible 1994?

Todo lo demás, dirá alguien, es el regodeo, el cachondeo en la superficie de la historia, con la admisión de la ignorancia como natural condición del triste hecho de ser mexicano. Y por tanto, ignorante de todo a todas horas.

CUBA, CUBA

El siguiente texto, promovido por el neo-anticomunismo venezolano (un panfleto por la red), es una especie de pieza de museo cuya redacción, sólo por eso vale repetirlo, nos recuerda los años de la Guerra Fría en el Caribe, cuando la crisis de los mísiles y todo aquello. Veamos estas denuncias pata cuyo inspirado título el autor, Jesús Antonio Petit da Costa (parece seudónimo), no vacila en inspirarse en Mao y sus miles de flores abiertas.

“Que un millón de juntas patrióticas florezcan

“Jesús Antonio Petit da Costa

“La lucha por la liberación nacional (liberarnos de Cuba, del comunismo y de la tiranía), exige que la sociedad civil se constituya en junta patriótica en cada vecindario, lugar de trabajo y gremio

“Repasemos para tenerlo claro. El enemigo es Cuba y el objetivo liberarnos de Cuba. No tenemos gobierno propio, que responda al interés nacional, sino un gobierno títere de Cuba, manejado por la monarquía comunista cubana. No sólo por patriotismo y dignidad debemos liberarnos de Cuba, sino también por razones de conveniencia.

“Es Cuba la que ha llevado a la ruina a Venezuela, porque la explota vilmente robándole al pueblo venezolano el dinero que necesita para vivir bien. Cuba nos sustrae por lo menos 15.000 millones dólares al año, más petróleo para su uso y petróleo para lucrarse con la reventa. Cuba es una sanguijuela que nos chupa la sangre”.

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