Domingo 06 de Octubre, 2024 - México / España
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Cuando los mexicanos tomaron Madrid



 A la reunión asisten algunos gobernadores cuya presencia es explicable y hasta cierto punto necesaria, especialmente Roberto Borge, de Quintana Roo, pues es su estado el motor más potente (robusto, le llama la secretaria de Ruiz Massieu) de la industria turística nacional.

De ninguna manera podríamos hablar de violencia. Mucho menos de conquista. Simplemente los mexicanos fueron llegando poco a poco, con la lenta y silenciosa persistencia de las hormigas o los pájaros nocturnos. Se detenían frente a la Fuente de Cibeles y sus chorreantes adornos acuáticos y sus leones (antes de ser animales melenudos fueron dos amantes castigados por fornicaciones dentro del Palacio de Zeus y la diosa Era los rescató del castigo felino y los puso a jalar el carro de la naturaleza) y después iba entrando a una larga veranda iluminada con los colores de la bandera donde aguardaban 500 sillas de policarbonato transparente, alineadas frente a un podio con un micrófono, y se sentaban como podían mientras unos huicholes de utilería y una rubia de terremoto se lucían en inocua entrevista frente a una cámara de televisión, cuyo rodaje no daría para un canal de aficionados, precisamente en la noche dedicada a la presentación de los anuncios promocionales con cuya elegante factura México quiere promover por el mundo la imagen de un PAÍS arraigado y despegado.

Arraigado, como dice la secretaria de Turismo, Claudia Ruiz Massieu, en su tradición e identidad, y despegado en el vuelo de un tiempo propicio para el vuelo, para las reformas, para el nuevo calendario nacional bajo el liderazgo (así dice ella) del presidente Enrique Peña.

Pero nada de eso importaba, ni siquiera la lluvia detrás de los cristales, ni mucho menos la helada noche ante cuyas embestidas el viento helaba los dedos y daba ocasión de abrigos y tocados, guantes y botas para las señoras y gorros de diversa naturaleza y material para los señores, en un Madrid nocturno y hospitalario, cuyo hermoso edificio de las comunicaciones, llamado por otros con el nombre del Palacio de Cibeles, en la plaza donde se alza con la majestad del dinero el Banco Central, se iluminaba con los colores de la bandera mexicana en la galería de cristales bajo la cual se exhiben los bellos paisajes mexicanos.

Por cierto, dice la Enciclotrivia, “el Palacio de Cibeles es una joya arquitectónica proyectada en 1904 por los arquitectos Antonio Palacios y Joaquín Otamendi para convertirse, tras su finalización en 1909, en la sede de la Sociedad de Correos y Telégrafos. Y esta última renovación —para instalar ahí las oficinas del ayuntamiento—, se ha llevado a cabo bajo la dirección del arquitecto Francisco Partearroyo”, sólo para quien desee guardar en la memoria tan prescindible información.

Pero en, sea como sea los mexicanos, la secretaria de Turismo y sus acompañantes, entre ellos la debutante embajadora Roberta Lajous, el subsecretario de Innovación y Desarrollo Turístico, Carlos Joaquín González, y los directores generales del Consejo de Promoción Turística de México (CPTM), Rodolfo López Negrete, y del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), Héctor Gómez Barraza, siempre acompañado de su leal Franco Carreño.

Y cuando ya los mexicanos y sus invitados habían colmado galerías y dejaban como sorpresa el coctel en la zona posterior —donde las pantallas con grecas y luces de 24 proyectores hacían danzar las imágenes del mar y la ciudad de México en la propuesta del turismo más esplendoroso del mundo, ese cuyo lema es vivirlo para creerlo, pues si no se toca (con ojos y corazón), no se cree y si no se siente no se comprende y si no estás ahí nomás te lo has perdido para siempre—, la noche se vino abajo con una suave cadencia de lluvia helada, mientras la fiesta ahí dentro seguía con láminas de jabugo y trozos de queso de cabra.

A la reunión asisten algunos gobernadores cuya presencia es explicable y hasta cierto punto necesaria, especialmente Roberto Borge, de Quintana Roo, pues es su estado el motor más potente (robusto, le llama la secretaria de Ruiz Massieu) de la industria turística nacional (como en un tiempo lejano fue Acapulco) y alguno de insólito viaje, como Gabino Cué quien deja botado el tiradero oaxaqueño para acudir con visible séquito a una fiesta nocturna en la capital de España y después (bendito sea el marquesado de Oaxaca) y horas más tarde a la inauguración de la Feria Internacional de Turismo, donde muy escaso caso le hacen. Más bien anda como si no se hallara, pues desde México han llegado noticias como ésta:

“Autoridades del estado reportaron 32 personas detenidas, un policía municipal golpeado y un joven herido de bala por los destrozos registrados hoy durante una protesta de jóvenes en el Día Internacional del Trabajo, al norte de esta capital.

“De acuerdo con el informe del gobierno estatal, policías municipales y estatales detuvieron en flagrancia a 32 personas que ya son presentadas ante el agente del Ministerio Público, ‘para deslindar responsabilidades y ejercitar la acción penal correspondiente’.

“Indicó que un grupo de jóvenes agredió al elemento de la Policía Vial Municipal, Sergio Aguilar Castellanos, quien con golpes contusos fue atendido por los cuerpos de socorro del gobierno estatal. “Además, ‘se reportó a un civil lesionado por disparos de arma de fuego, de nombre Alberto Manuel Muñoz, de 35 años’, precisó. “Al lugar del incidente, acudieron elementos de la Policía Municipal de Oaxaca de Juárez y de la Secretaría de Seguridad Pública del gobierno estatal, para realizar las detenciones.

“Luego de este incidente, la situación se ha normalizado en la zona del Centro Histórico, sin reporte de más víctimas o daños al patrimonio histórico y de servicios de la capital del estado de Oaxaca, aseguró.

“La administración estatal refirió que durante los disturbios, elementos de la Policía Municipal realizaron disparos de arma de fuego al aire, a fin de ‘disuadir un ataque perpetrado por el numeroso grupo de jóvenes denominados anarco-punks’, quienes los agredían a pedradas”.

—¿Y el “góber”? Pocas horas después, en Madrid, ¡jolines!

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