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Arrogancia, oportunidad y purga



No iba a salir del gabinete (la primera, por cierto), con cajas destempladas, no tampoco con puerta reventada (“el portazo sonó como un signo de interrogación”, dice Sabina), porque Josefa González Blanco Ortiz Mena, es persona educada y de buenas maneras excepto cuando está a punto de perder un vuelo, porque entonces olvida sus propias palabras post factum; es decir, las contriciones a toro pasado, y se acuerda de aquello de la humildad republicana y la medianía francisca (¿o cómo era?), pero para nadie es un secreto el desbarajuste genial de la Secretaría a su cargo, la cual tiene varios problemas enfrente, sobre todo cuando deba confirmar la viabilidad sustentable de los proyectos mayores del Señor Presidente (el Tren de Dos Bocas y la Refinería Maya, o como sea), cuyo pleito con la ecología podría tomar proporciones bíblicas, si se atiende los presagios de algunos especialistas, de seguro rejegos ante los luminosos empeños de la 4T.

Pero la Señora primero interrumpe un vuelo, lo demora y cuando el avispero de las redes sociales ¿(benditas?) exhibe a una alta funcionaria del gobierno como una abusiva digna de los mejores tiempos del influyentismo priista, entonces calva se pinta la oportunidad y ¡zácatelas!, va para abajo con todo y este fervorín muy parecido a las autoinculpaciones de quienes traicionaban al Soviet. No bastaba con ir a Siberia, era necesario hacer pública manifestación de credo y arrepentimiento:

“El día de ayer causé un retraso a los pasajeros y tripulación de un vuelo comercial.

“¡El verdadero cambio requiere que nadie tenga privilegios y que el beneficio de uno, así sea para cumplir con sus funciones, no esté por encima del bienestar de la mayoría. La transformación de México comienza por la convicción personal y la congruencia de nuestros actos.

“Por eso, he presentado mi renuncia al presidente López Obrador. Agradezco la oportunidad de servir a México y lo seguiré haciendo desde otras trincheras”.

¿Y antes de parar el vuelo ya conocido por medio mundo, no tenía tan firmes esas convicciones como después del despido?

En fin, vete y no peques más. Ya a otro le tocarán los dictámenes del impacto ambiental de las obras magnas de este tiempo. Por ahora, a platicar con los aluxes.

CONTINGENCIA. El gobierno de la ciudad de México, fiel espejo del gobierno federal, nos confiesa su ineptitud para prevenir o corregir la contaminación del aire y anuncia, por lo tanto, las medidas de contingencia y hasta de precontingencia), lo cual quiere decir nada más: no hacemos nada hasta llegado cierto límite; entonces, cuando todo sea gris, neblinoso, irritante y sucio, aplicamos medidas restrictivas.

Si la defenestrada secretaria González Blanco advirtió con cinco meses de retraso la falta de cabeza de la de suyo “anencefálica” (no son iguales cabeza y encéfalo), el gobierno y la comisión megalopolitana (vaya con el “favrón cabor”), nos dice decir cómo enfrentar una contingencia, no cómo evitarla.

¿Y por qué no hay medidas de aplicación necesaria y cotidiana, permanentes y serias, industriales y vehiculares, para evitar la contingencia? Porque son impopulares.

Si el remedio —parcial, pero remedio al fin— es reducir el número de autos en circulación (alguna vez se habló de cerrar un día a la semana tahonas y baños públicos y todo cuanto consuma combustóleo mefítico y ponzoñoso), pues venga antes de la saturación excesiva de los manipulables índices de medición, y no cuando éstos ya se han rebasado,

pues porque seguimos con la costumbre de tapar pozos con niños ahogados, en lugar de cubrirlos antes del chamaco hundido y porque las molestias de los ciudadanos se traducen en pérdida de popularidad para los funcionarios, ¿ve usted? y aquí se trata de no soltar el mango ni la sartén.

La existencia de hologramas cero, doble, cero; uno, dos y demás, ya debería olvidarse. Todo mundo debe dejar de circular por el tiempo necesario, y la autoridad olvidarse de sus programas electorales y fomentar en serio el buen transporte masivo.

Y me dice un aluxe chiapaneco: ¿y tu nieve?

Es como la resignación del gobierno federal ante los desaparecidos y los entierros clandestinos por todo el país.

La mejor idea en el magín de Alejandro Encinas consiste en pedirles a los padres muestra de ADN de los recién nacidos, así se les podrá identificar cuando desaparezcan.

O sea, van  a seguir desapareciendo mexicanos por aquí y por allá.

SALTO. En la columna de ayer, donde cito a Manuel Buendía y su tesis sobre los periodistas como especie inextinguible; se cayó la última línea. Dice:

Y miren quien lo dijo…

 


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