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La desmesura como estatura



Recientemente y sin saber por qué, pues no hay motivos a la vista para hacerlo, me ha dado por pensar —con auxilio de la literatura— en los caudillos infalibles cuyo paso por la vida de los hombres nos ha dejado materia para novelas, ensayos y tratados sobre la megalomanía o la absoluta vanidad del poder.

Una de las características del poderoso incontestable, es su vocación por la gran obra, asociada con la manía de afianzar un lugar de privilegio con la desmesura como estatura.

No importa si la obra histórica es, como le sucedió a Fidel Castro,  una zafra de diez millones de toneladas jamás cumplida, o el cuidado casi personal de una vaca productora de interminables ríos de leche.

“…El registro de la leche obtenida de Ubre Blanca era meticuloso y Fidel Castro o alguno de sus representantes llamaban a la finca constantemente para conocer las cifras. Éstas se reportaban en los noticieros y los diarios locales como si se tratara del clima o del marcador de algún partido de futbol…”

Pero la literatura en su incesante devoción de imitar a la vida, nos cuenta una de las más desmesuradas obra del poder. El Supremo, de Roa Bastos, tomó preso a un meteorito, lo sometió a cadenas y lo enganchó a la pata de la silla; lo circuncidó y con su fundido prepucio de hierro sideral, hizo hacer los fusiles de su guardia invencible.

“…Pude haber dejado el meteoro en ese lugar; buen vigía hubiera sido en aquellas soledades. Preferí tenerlo a buen recaudo. No fue tarea fácil. Más de cien hombres me costó transportarlo en lucha con las tribus feroces, los elementos, las alimañas, las enfermedades, contra el misterio ­terrible del azar que se resistía a ser reducido. Astucia y ferocidad inauditas…

“…Más que todas esas fábulas duró el pasaje. No hubo embarcación ni balsa que fuera capaz de soportar las diez mil arrobas de metal cósmico. Hundió flotillas enteras.

“Otros cien hombres se ahogaron durante la interminable travesía. Las travesuras y ardides del meteoro para no avanzar recrudecieron. Se enviaron centenares de esclavas negras con hijos pequeños, pero el olfato del perro del cosmos era muy fino; su laya, indescifrable; sus leyes, casi tan inflexibles como las mías, y yo no estaba dispuesto a que el piedrón se saliera con la suya, vencedor por sus caprichos. Al cabo, la mayor bajante del río Paraguay de cien años a esta parte, permitió a los efectivos de línea arrastrarlo sobre cureñas especialmente fabricadas, tiradas por mil yuntas de bueyes y por más de mil soldados elegidos entre los mejores nadadores del ejército.

“Está ahí. Meteoro-azar engrillado, amarrado a mi silla.

“…buscaban cazar al azar mi cabeza...antes clamabas por la sedición, ahora clamas contra ella... atacaban a El Supremo como a una sola persona sin tomarse el trabajo de distinguir entre Persona-corpórea/Figura-impersonal.

“La una puede envejecer, finar. La otra es incesante, sin   término. Emanación, imanación de la soberanía del pueblo, maestro de cienedades...inquietud de tu genio. ¡Demasiado recargado todo lo que dices! ‘Circuncidé el aerolito. El recorte metálico bastó para fabricar diez fusiles en las armerías del Estado. Con ellos fueron ejecutados los cabecillas de la conspiración de 1820…’”

BOMBA

Por donde menos se esperaba estalló la bomba en el catastrófico sector de la Salud: Germán Martínez se marcha de la Dirección del Seguro Social y les deja a los burócratas de los falsos ahorros y la adulación, una carta extrema y certera:

“…Gobernar el Seguro Social, encarar sus difíciles retos, domar ambiciones y negocios, cobrar cuotas, ganar juicios, hacer trabajar a sus empleados, y erradicar la maldita ­corrupción que lo aflige, requiere un Director General fuerte, respaldado por todos, sin dudas, ni vacilaciones…

“…Señores miembros del Consejo Técnico del IMSS, con absoluta paz y en ánimo de construir y no de destruir, Ustedes saben que podría vetar las decisiones del Consejo, como me autoriza el artículo 269 de la Ley del IMSS, pero los niños que padecen cáncer y esperan su tratamiento, quienes viven a la espera de insulina, las poblaciones de la diversidad sexual que reclaman antirretrovirales, y los millones de enfermos que se atienden en nuestras clínicas y hospitales, no merecen ni un minuto de rebatingas de poder...”

Y se marchó con el eco de una frase:

“…Sólo creo que el eje de su reforma (del IMSS), deben ser las personas que se atienden en el IMSS, y no los funcionarios que trabajan en el IMSS…”

 


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