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Cuando todo cambia y nada cambia



Una de las frases más frecuentes en el discurso presidencial, el interminable y reiterativo discurso presidencial, es el cambio de las cosas.

Ya no es lo mismo, dice con vehemencia e incita a los conservadores a comprender cómo las cosas ya no son así. Y en efecto, muchas de las realidades nacionales no son como eran antes, pero aquellas en las cuales se sustentaba un poder presidencial omnímodo, son idénticas. Y a veces más acusadas.

Por ejemplo, la forma como se construyen los méritos políticos y se caminan los peldaños de la supervivencia dentro de la estructura del Palacio. La meritocracia de la despersonalización, de la imitación lambiscona y el logro de ésta mediante la actitud servil del pensamiento, las palabras, las ideas y hasta la conducta del Señor Presidente.

Uno de los ejemplos más grotescos de este humillante actitud de borrarse el rostro para asumir los modos y hábitos del Señor Presidente, nos la ofreció ayer el gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, quien repitió casi con exactitud de calca, no sólo las frases con las cuales prometió llevará a Puebla a la Cuarta Transformación, sino el ritual escenográfico de la verbena indigenista a imagen y semejanza de aquella (con limpia, copal y todo lo demás), con cuya ceremonia en el Zócalo de la Ciudad de Mexico, el Señor Presidente recibió el simbólico bastón de mando de las comunidades naturales de todo el país, como si la Constitución y el juramento de cumplir con ella no nos abarcara a todos, como si hubiera dos naciones, lo cual podría ser cierto en algunos matices lingüísticos y culturales, pero no en el campo jurídico constitucional.

Todo cambia, menos la lisonja, el halago barato. Revisamos estas frases dictadas por el emocionado lagoteo:

“...Un gran hombre guía nuestros pasos, hoy es Presidente de México;…es un honor estar con Obrador. Nos enfrentamos con el poder más obscuro que estaba asentado aquí en Puebla. Acá estamos firmes y dignos...

“...…Veo a un Puebla agraviado, a un Puebla que necesita ser reconstruido desde abajo.

“Yo voy a ir a ver al Presidente de México y voy a pactar con él.

“...…Voy a encabezar un gobierno inspirado en los principios de Andrés Manuel López Obrador, voy a guiarme bajo los principios de la Cuarta Transformación...”

Y ya de la pantomima de la fiesta popular, pues no queda ni siquiera algo por decir. En todo caso, al terminar la fiesta, se podría haber hecho caso de la más romántica y cursi declaración política de miles últimos años:

“...Busquen el amor, busquen a su alma gemela, a su media naranja, búsquenla de acuerdo a sus preferencias sexuales, a sus gustos, sean felices, hagan el amor...”

Además de adulador, nos salió romántico el gober...

PODER.

Pero más allá del romanticismo, la única verdad en la política es la búsqueda y conservación del poder. No importa cómo ni con cuáles costos. Tampoco con qué finalidad, más allá de su infatigable ejercicio. No se paran mientes en engaños, traiciones, alianzas, intrigas o crímenes. El poder es el fin máximo, todo lo demás son medios necesarios o prescindibles, como las personas.

Por eso un verdadero animal político marca, extiende y defiende su territorio. Por eso las especies menores o los menores de su misma especie, lo temen y lo adulan. Algunos le huyen. En ese sentido valdría analizar el dicho del respetable doctor José Sarukhán quien ha llamado “autonomofóbico” al gobierno, como Ernesto Zedillo llamaba “globalifóbicos” a sus adversarios.

No es fobia a los autonomías, es un simple acto de congruencia inspirado en la verdad más profunda del poder:…no se puede compartir.

Y todo ese cuento de los equilibrios, los contrapesos, la división de poderes, esta lindo para los discursos.

Como ha dicho el Señor Presidente:

“...…no estamos de acuerdo con estos organismos (autónomos) que fueron creando durante el periodo neoliberal para simular… cuando al mismo tiempo, mientras ponían estas cortinas de humo, estaban saqueando al país … los que se creían amos y señores de México, que al mismo tiempo eran los promotores de estas ideas, de estas concepciones neoliberales y tenían sus voceros en medios de comunicación y en la academia...”

“...Es que crearon una constelación de organismos supuestamente independientes. ¿Saben ustedes que, en el 2006, como era evidente que íbamos a ganar la Presidencia, el que estaba de secretario de Hacienda propuso la independencia del SAT para que, al ganar, no pudiéramos manejar la política fiscal?...”

El poder, sólo el poder.

 

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