Martes 19 de Marzo, 2024 - México / España
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Molesto por la crítica, ya sea relacionada con su estado de salud, sus posibles dolencias o quebrantos o por la faraónica ceremonia en la cual fue además de invitado, testigo en la cursilísima boda de su empleado, el señor César Yáñez con su agraciada señora esposa, doña Dulce, el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ha hecho comentarios en relación con la crítica y los medios, cuyo contenido puede elucidarse en las iniciales de esta columna:

“AAA”

¿Cuál es el significado?

La verdad no se sabe si lo dicho por don Andrés ha sido un Aviso, una Advertencia o una Amenaza. En cualquiera de los tres casos el asunto preocupa.

El miércoles por la tarde circulaba por las redes una declaración del Presidente Electo, quien expresaba sus frecuentes señalamientos contra la prensa fifí (ya sabemos, fifí, no es un calificativo, es la forma actual de ubicar a la prensa al servicio de otros intereses, según dijo el vocero Ramírez hace días), y en cuya conclusión había una frase anticipatoria: yo también ejerceré mi derecho de críticar.

Éstas son las palabras triple A:

“…Estoy notando que en algunos medios de información, en la prensa fifí, hay cuestionamientos de todo. Entiendo que no les gusten muchas cosas porque en verdad vienen los cambios. Es la Cuarta Transformación.

“Se van a terminar los privilegios. A algunos no les parece. Ofrezco disculpas por anticipado. Pero la transformación de todas maneras va.

“Además, garantizando el derecho a disentir. Yo hablo de la prensa fifí, porque existe una prensa conservadora. Es legítimo”.

“…Yo respeto la libertad de expresión, respeto el derecho a disentir, el derecho a la crítica, pero yo también voy a ejercer mi derecho, mi libertad. Estoy notando que hay una campaña en contra de los cambios. Hacen creer que es más de lo mismo y no; es un cambio verdadero…”.

El Presidente Electo ha hecho un anuncio: ejercerá su derecho, su libertad. Pero ha hecho otros, cuya intensidad no ha disminuido ni siquiera con la docilidad generalizada de los medios, quienes hacen todo lo posible por congraciarse con el futuro dispensador de todo. Presupuestos, noticias, información.

Ha habido, quien ha dicho: criticar una parte es criticar el todo. Lo dijeron los nuevos jilgueros en relación con el bodorrio suntuoso y tan manoseado ya en las páginas de todo tipo.

Así pues, no hace falta perspicacia mayor para darse cuenta de una cosa sencilla: no habrá tolerancia ante la crítica. En el mejor de los casos, habrá respuesta. O como dice uno de sus exégetas más notables, Hernán Gómez:

“(AMLO) tiene dificultad para procesar la crítica”.

Y en ese sentido uno no puede hacer nada, excepto darse una vez más por enterado frente a una situación ya cantada y tensa de origen. Lo grave no es la molestia del Presidente Electo; lo peligroso es la (previsible) reacción de sus devotos beligerantes, quienes pueden (para congraciarse),  iniciar la cacería de brujas, más allá del derecho a responder la crítica con la crítica.

CUENTO REAL

Hace muchos años, cuando yo dirigía la revista Época, publiqué un texto (no lo escribí yo, sólo lo publiqué; era obra de un corresponsal), en el cual un empresario sinaloense estaba señalado como tapadera de un narcotraficante. A los pocos días su esposa llegó a mi oficina envuelta en  los velos de la furia.

—Vine a decirle que se venga conmigo a Sinaloa para que vea cómo vive mi familia, para que hable con  mi marido, quien no pudo venir porque está enfermo. Pero vea antes de escribir sus pendejadas.

Yo le expliqué mi imposibilidad congénita de escribir de otra manera, pero le ofrecí publicar sus puntos de vista con el mismo tamaño y ubicación del texto “infamante”.

—Yo puse letras negras en un  papel blanco; haga usted lo mismo, señora. Le ofrezco las páginas para cuando las quiera utilizar. Pero no voy a ningún lado.

Y dígale a su marido esto: en mis tiempos, los asuntos de los señores los arreglábamos entre nosotros, no detrás de las enaguas de la esposa.

Se fue tan furiosa como había llegado. Me dejó una tarjeta y una advertencia: mi esposo va a venir a hablar con  usted. Y ya verá.

Su esposo nunca me habló y yo nunca vi. Tres días después lo mataron en una emboscada de gomeros.

¡Ah! Y la señora tampoco volvió a practicar su derecho de replicar.

A fin de cuentas todo termina en eso: letras negras sobre un papel blanco.

ARELY

Frente a las conclusiones de la CNDH, la secretaria de la Función Pública dijo esto, nada más:

“Para la función pública al día de hoy, es caso cerrado (…) y este caso (socavón) no está impune”, señaló la titular de la Función Pública. Hasta la fecha, existen ocho servidores públicos sancionados con inhabilitación hasta por diez años, siete de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y uno de la Comisión Nacional del Agua”.

Y tiene razón. El castigo por los muertos es asunto penal, no de función pública. Le toca al MP.

 

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Twitter: @CardonaRafael

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