Martes 19 de Marzo, 2024 - México / España
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Partiendo del reciente diálogo entre Lipovetsky y Mario Vargas Llosa sobre “la civilización del espectáculo” en el más reciente número de la revista  Letras Libres, nace la idea de una reflexión en torno a lo que llamamos cultura, ya que los dos pensadores contemporáneos se proponen una discusión sobre la realidad cultural de nuestro tiempo. La palabra cultura, término amplio y difícil de definir, ha cambiando de forma en función de la época y el contexto, sin embargo hoy se requiere un análisis urgente de la cultura ya que está en juego o en peligro no tanto la forma, sino su contenido y su sentido. Tanto Lipovetsky como Llosa no son los únicos que tratan de advertir el peligro que estamos viviendo en cuanto la perdida de cultura, sino que muchos escritores, cineastas o filósofos tratan de enfatizar en nuestra debilidad por lo efímero y la perdida de sentido a favor de la diversión, la pose, o el espectáculo.

Pero ¿qué quiere decir civilización del espectáculo?  A esta pregunta responden tanto Lipovetsky como Llosa, también Guy Debord quien desde 1967escribía su libro La Societé du Spectacle, así como también Rob Riemen quien enfatiza el mundo actual como un en el cual se ha perdido la nobleza del espíritu. Lipovetsky tanto en su escrito La era del vacío como en Los tiempos hipermodernos habla sobre los cambios que la sociedad occidental ha sufrido con la aparición de la pantalla, del consumo, subrayando que la cultura, con la aparición de estos artefactos ha sufrido un cambio radical, ya que lo único que se espera de ella es diversión. Queramos o no queramos hoy la cultura está mano a mano con la diversión ya que el espectáculo es el eje que dirige todas las áreas de nuestra vida. Queremos la diversión en todas las esferas de nuestra vida, desde la educación, la familia, el trabajo hasta la vida política o religiosa, todo debe ser diversión.

A este mundo del espectáculo y de la diversión contribuyen, en buena parte, los medios de comunicación y las redes sociales. Hoy ya no es suficiente y no sirve si alguien nos habla de un buen libro, pero si el mismo libro sale en la televisión de repente todo el mundo lo tiene o lo lee; hoy nadie hace caso a un escritor o a un intelectual que expresa un mensaje en un libro o un artículo, pero si sale en la televisión se convierte en una estrella del espectáculo y los ejemplos pueden continuar. Igual las redes sociales, en especial el Facebook o Twitter, han dejado de ser espacios de juego o redes de amistad y se han convertido en puntos importantes de manifestación de nuestra intimidad; sin embargo expresan la voz de nuestra desesperación: el “posted” se ha transformado: pasando del juego a la seriedad; el “posted” es más importante que la persona y además “la persona es el lo que está posteando”. Irónicamente hablando esta podía ser una buena definición antropológica del hombre de la sociedad del espectáculo. No cabe duda: somos espectadores y actores de un espacio virtual al cual tenemos acceso ilimitado, pero es grave confundir un espacio virtual con la libertad. Deberíamos pensar sobre el sentido de las cosas, deberíamos tener más conciencia sobre qué significa todo esto y cual debería ser su lugar en nuestra vida; deberíamos pensar que en el fondo se trata no de libertad, sino de un desesperado simulacro de nuestra vida. Let´s face it on facebook: si a la hora de postear pensaríamos en el juego  estaríamos más relajados, pero si tomamos en serio nuestros “posted”, el facebook se convierte precisamente en este mundo se simulacro, sobre el cual hablaba Jean Baudrillard porque “la realidad real ya no existe sino que es reemplazada por la realidad virtual”.

¿Cual es la consecuencia? qué todo lo que no podemos y no somos en la realidad, lo podemos ser mediante el facebook, ya que de un día para otro nos podemos convertir en estrellitas o jueces de un mundo que se esfuma con cada nuevo “posted”. Soy usuaria de facebook pero siempre lo he visto como un espacio de juego, donde podemos reír, jugar, o compartir hermosas fotos, con hermosos lugares o amigos, un espacio donde podemos estar relajados e intercambiar algo placentero: una bonita discusión, una foto, una broma, un artículo etc. Estar en contacto con los amigos no tiene nada de malo, o ver fotos con tus amigos o seres queridos, escuchar una música o leer una broma o un artículo es algo placentero que se puede disfrutar, pero volvernos jueces o simular una vida que no tenemos en la realidad, lo que expresa en el fondo, es esta era del vacío que estamos viviendo.

Por eso me acerco y comparto más la visión de Mario Varga Llosa, quién en su libro la Civilización del espectáculo, nos confronta con la realidad de una cultura de masa, que estamos promoviendo a través del rechazo a la alta cultura representada por los libros. Sí, es verdad, que también Lipovetsky llama la atención en cuanto el peligro de la cultura, sin embargo la ve no como algo a punto de desaparecer sino como algo que puede cambiar de forma y adaptarse a los “nuevos tiempos”. Para Lipovetsky la cultura no debe resumirse a promover la lectura ya que según él, “la alta cultura, que es el humanismo, es una vía. Pero no es la única ya que en la sociedad de la imagen, de la diversión, es más difícil que las masas participen a este baño cultural. De cualquier manera, afirma el filósofo, creo que podemos vivir y vivir bien, de manera digna, sin conocer las grandes obras”. Con todo el respeto que tengo a Lipovetsky y a su trabajo, no estoy de acuerdo con este punto.

Es verdad, pensando por ejemplo en la vida de mis abuelos, que si pudieron vivir bien y dignos sin tener acceso a la lectura de James Joyce o Thomas Mann, sin embargo el contexto en el cual vivieron era diferente: una vida sencilla de campo, donde estar con contacto con la vida de la tierra y la comunidad con la cual compartían las alegrías y las tristezas,  les brindaron un sentido de la vida profundo, más en un contexto de un mundo escaso y de una historia mutilada por guerras y hambrunas. Hoy, afirmar que sí podemos vivir sin la lectura se me presenta peligroso ya que vivimos un contexto diferente, en una sociedad dirigida por el mercado y la economía, aislados y ensimismados, sin sentido de la comunidad; vivimos más en un mundo virtual, por lo cual la única manera de mantener los pies en la realidad es a través de la lectura, a la cual tenemos acceso. Creo que es la única manera, o la única vía de ayudarnos a no perdernos en el simulacro. Y aquí también me gustaría enfatizar el sentido de la lectura, ya que en esta civilización del espectáculo el snob es el personaje principal de este teatro cultural en el cual todos somos espectadores.

Llosa tiene razón cuando nos enfatiza que la única manera de mantener nuestros espíritus vivos, de mantener la nobleza del espíritu, es a través de la alta cultura, que no es idéntica al conocimiento; es decir, tener cultura no significa acumular conocimientos, datos, información o leer miles de libros y luego presumir lo cultos que somos, tampoco ser culto significa estar “a la moda” con las tendencias culturales, por ejemplo, no somos cultos por ir a una exposición de arte de vanguardia donde un artista expone su gran obra hecha de caca de elefante, no somos cultos por ir a un museo así como no somos cultos porque viajamos por todo el mundo, sin comprender el sentido del viaje, como decía M. Wiesenthal.  Cultura, dice Llosa, significa calidad y sensibilidad.

Sin embargo, creo que lo que hemos perdido es precisamente la sensibilidad de las cosas… ya ni hablar de calidad. Cuando la palabra está reemplazada con la imagen, cuando es más importante el “posted” y el facebook que la vida real, cuando el espectáculo “es la dictadura efectiva de la ilusión de nuestra sociedad”, cuando leer un Tolstoi o un Thomas Mann es algo tremendamente aburrido, lo único que manifestamos es el drama oculto pero expresado en nuestra forma de vivir: un mundo de etiquetas y simulacros, donde la porquería se convierte en arte, el best-seller en “auténtica literatura”, el intelectual en el “intelectual de la tele” etc…un mundo con “una cultura enferma de hedonismo barato”, como bien afirma Llosa.

Catalina Elena Dobre

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