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La metamorfosis de la interioridad como atributo de la naturaleza femenina



*Dedicado a toda mujer que entrega su vida a la creación.

Con la ocasión del día internacional de la mujer.

 

En el año 1848, Kierkegaard publicaba en el periódico “Fædrelandet” un breve artículo llamado “La crisis y la crisis en la vida de una actriz”, un peculiar homenaje para la famosa actriz de su tiempo Johanne Luise Heiberg, esta gran actriz de la Época de Oro danesa que rompió todo los prejuicios sobre la actuación cuando, a una edad ya no muy joven, representa a Julieta, la joven enamorada.

En el escrito, Kierkegaard, está vez bajo el seudónimo Inter et Inter, retoma el tema de la belleza femenina en relación con una actriz queriendo resaltar la transformación interna de la cual es capaz y, mediante ella, transmitir la idea de que lo más importante en una mujer es la belleza como interioridad.

Inter et Inter es un verdadero esteta que se quiere alejar de las opiniones del público y de “los críticos” de arte, conforme los cuales, una actriz tiene validez mientras es joven para después desconsiderarla. La idea de la cual parte es que el tiempo de una actriz no es la juventud física; al contrario, la esencia de una actriz está en la metamorfosis que sufre y que se refleja apenas después de los 30 años, cuando la mayoría de los críticos consideran que a esta edad una actriz está ya perdida.

Como Kierkegaard describe, en las palabras de Inter et Inter, la vida de una actriz es excelente: todos la quieren ver, aplaudir, todos la admiran, hasta quieren hacer su retrato y así año tras año hasta llegar un momento cuando, por tener una edad avanzada, nadie la quiere ver y la única manera de guardarla en la memoria es transformarla en un ídolo, que es peor. Para Inter et Inter el comprender a una actriz desde una postura tan limitada representa un acto cruel para las mujeres dedicadas al servicio del arte.

Conforme a Kierkegaard, en las palabras de Inter et Inter la actriz no deviene actriz cuando tiene 18 años, sino después de los 30 años cuando empieza a transformarse. Por lo cual, el tiempo de una actriz no está limitado a la juventud, al contrario, su tiempo es la metamorfosis.

¿Qué significa esta metamorfosis? Es la capacidad de transformar la angustia y de alcanzar la idealidad que, en este caso, es la juventud. La metamorfosis es, como afirma Inter et Inter, una potenciación, la capacidad de revertir el tiempo, de regresar a un inicio, pero sólo en la idealidad. Es decir, aunque la actriz, en la temporalidad avanza en la edad y deviene grande, en el escenario, que es un ámbito de idealidad, ella se transforma en una mujer joven. Por eso la actriz, aunque ya con una edad avanzada, guarda su belleza porque la metamorfosis intensifica la feminidad.

Aunque la actriz va a ser joven sólo en la idealidad, es decir, en el escenario, su feminidad logra vencer el tiempo, porque su actuación refleja algo de su interioridad; y cuando la interioridad, la verdad, se hace presente en el instante de la actuación, la actriz se manifiesta como espíritu, deviniendo ella misma, en su propia esencia que es la feminidad, y por eso la belleza se potencializa.

Con esta idea, Inter et inter, sobresalta el genio de una actriz, y de la mujer en general, genialidad que consiste en su capacidad de relacionarse con la idea de juventud, de elegirse a sí misma en relación a esta idea, y a dejar que su interioridad se exprese como verdad en la temporalidad. Para Kierkegaard la verdadera juventud no es la física, la temporal, sino la espiritual. La juventud es esta capacidad del espíritu de regresar, mediante la metamorfosis, a la primera etapa cuando uno era joven. Pero es una juventud a segunda potencia, metamorfoseada.

No cabe duda que hay una diferencia cualitativa entre una actriz de 16 años y una actriz de 30, 40 años, que toma conciencia del trabajo que debe hacer para dar vida al personaje la joven Julieta y presentarla de la manera más real posible. Para esto, se necesita una madurez del espíritu, se necesita una conciencia de la interioridad, para poder lograr una metamorfosis.

Johanne L. Heiberg argumenta que una actriz joven puede interpretar sólo la primera parte de la obra, pero no puede elevarse hacia las últimas escenas, en las que se trata de una joven transformada en una fuerte mujer. Una actriz ya madura puede actuar la primera parte con habilidad, de tal manera que puede crear una ilusión; pero una joven actriz no puede usar la habilidad para actuar una mujer ya madura.

El mismo Kierkegaard, en voz de Inter et inter, enfatiza el hecho de que para poder interpretar a Julieta, que es una joven de 17 años, se necesita un distanciamiento esencial en el tiempo, es decir, se necesita esta metamorfosis, y sólo una actriz pasada de los treinta puede hacerlo; sólo alguien que vivió la juventud puede metamorfosearse en una persona joven; en contraparte, una joven que no vivió la madurez, no podrá ser una mujer madura. Aquí está la fuerza de la actuación, es decir, la capacidad de metamorfosearse en la idealidad y de regresar luego a la realidad.

Johanne Luise en su autobiografía expresaba lo peligroso que es que la mayoría de los actores, después de haber actuado con éxito un papel, puedan perder su identidad; por eso el acto de transformarse representa una tarea muy difícil porque, como afirma Katalin Nun, exige tener dos identidades: la identidad de la actriz o actor y la identidad del papel que actúa. Sin embargo, en la mujer, el paso de la realidad a la idealidad es mucho más natural.

La mujer tiene esta capacidad de tomar distancia con el tiempo y se puede regresar en el tiempo de manera ideal, esto hace que la mujer viva con más fuerza la angustia porque tiene esta libertad de metamorfosearse. En el escenario, una actriz tiene toda la libertad de crear el personaje y de hacerlo lo más real posible, pero, a la vez, vive de manera más intensa la angustia. El secreto está en la capacidad de transformar la angustia, no hacerla visible de tal manera que la metamorfosis se produzca como si fuera algo natural. Y esto es lo que logra la actriz: transformar su angustia que con los años es más potente, más fuerte, en libertad.

  En este sentido afirma Inter et Inter: “la buena fortuna (la juventud) es accidental y pasa, mientras que el genio y la relación que se logra con la idealidad son lo eterno y lo esencial”- Para él, ésta debería ser la verdadera calidad de una actriz: la capacidad, mediante el genio, de alcanzar en su performance este ideal de la juventud que ninguna joven puede expresar. Afirma: “ella no va a ser joven otra vez en el sentido ridículo, sino sólo en el sentido de la idealidad va a ser joven y más joven”. Por eso crítica la multitud y a los críticos de arte, porque son incapaces de ver esto y se limitan a la realidad física, es decir, para ellos la actriz debe ser joven y su vida debe ser “un asunto nacional”. Sin embargo, cuando pasa la juventud, ellos ya no tienen interés, ya no la ven con la misma originalidad, aunque la tiene, y se vuelven desagradecidos y cómodos en la admiración. Pero ninguno se da cuenta, según Inter et Inter, de que su verdadera vida empieza con la metamorfosis. 

Tras este análisis que Kierkegaard hace en cuanto a la vida de una actriz, se esconde, desde nuestro punto de vista, un mensaje que está relacionado con la naturaleza de la mujer. Es la mujer la que tiene, por su naturaleza, la capacidad de metamorfosearse, de dar este paso de la inmediatez a un estadio reflexivo. Debido a esta capacidad reflexiva, la mujer no sólo reduce su existencia a la inmediatez siendo sólo un objeto de deseo, sino que toma conciencia de su propia capacidad de guarda, a pesar de la temporalidad, su belleza mediante la metamorfosis: una relación consigo misma, deviniendo sí misma: feminidad pura.

Para Kierkegaard el atractivo de la actriz no depende de la juventud, o de la edad que tiene, sino que está en relación con la verdad que la refleja en relación con lo que ella es. La actriz tiene una existencia poética, porque interpreta un ideal, pero elegido desde una transformación interna, en relación con lo que ella es en realidad: una mujer.

Aunque se refiere a una actriz, esta idea tiene que ver con la naturaleza misma de la mujer. En el escenario de la vida, la mujer es una actriz: joven doncella, bella mujer, musa, esposa, madre, abuela: papeles distintos, en diferente etapas de la vida en la que la belleza, aunque pasan los años, está en relación con la interioridad, con su espíritu. La belleza no se pierde, sino se guarda y es la única que vence el tiempo.