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La nostalgia de un extranjero…



Søren Kierkegaard afirmaba que “se necesita valentía para mostrarse uno como es”, difícil tarea cuando cada día las puertas del corazón se cierran más y más y las distancias se hacen la única realidad ante aquel que es “diferente”.

No sé si lo escrito aquí es un acto de valentía, pero es un fragmento de mi vivencia, de mi interioridad que pide salir y hacerse palabra, pide disolverse en una hoja blanca para después extender su ala de papel, partir en un viaje y tocar a las puertas de los corazónes. Les hablaré del “extranjero y su nostalgia”, del “diferente” … “del extraño” ya que, al fin de cuenta … “debemos ser diferentes” como afirma uno de los personajes de la pelicula “Nostalgia” de A. Tarkovksi.

En las silenciosas horas nocturnas la memoria despierta y el recuerdo se hace vivo, presente  y revela todo lo que está oculto en el rincón más escondido de nuestro corazón. El recuerdo penetra en lo más profundo y mueve el tiempo hacia atrás. En este movimiento que hace el recuerdo, la memoria se vuelve infiel – como decía Milan Kuundera – y nos traiciona haciéndonos revivir aquello que hemos querido olvidar. Deberíamos estar agradecidos al recuerdo, sin él estaríamos como muertos en vida, no tendríamos continuidad, seríamos  un pedazo nada más de un presente sin sentido.

En la vivencia de los recuerdos todos los recuerdos se acrecientan hasta que sientes que no puedes más con ellos y las lágrimas se aparecen para traicionar tu nostalgia. Sin embargo, aunque tus recuerdos se amplifican  hay algo que es tan real como la verdad de la cual no podemos huir.  En la nostalgia el tiempo no tiene reloj y los recuerdos no tienen prisa.

La presencia del recuerdo, surge de esta traición de la memoria, es decir viene un momento cuando la memoria misma añora... algo de nosotros que quedo atrás y siente la necesidad de reconstruir el pasado, darle vida en nuestro presente y así es como surge la nostalgia, esta revelación de nuestros recuerdos, uno de los modos mediante el cual el hombre busca rebelarse contra el carácter destructor del tiempo; porque el otro es la creación. Sin la nostalgia y la creación no tendríamos idea del sentido de la eternidad.

Pero lo tenemos porque hay en nosotros algo tan difícil de explicar: un deseo de regresar…a lo mejor, para medir nuestro cambio, y para sentir un poco de la eternidad. La odisea no es sólo el viaje de Ulises. A través de la nostalgia estamos en camino realizando nuestra odisea. En griego, nostalgia viene de ńostos que significa regresar y algos que significa sufrimiento. La nostalgia se transforma en aquel sufrimiento de no estar en el lugar donde estuviste una vez, lugar que la memoria lo guarda muy presente, como un nido de la felicidad perdida… como el paraíso perdido. El deseo de retorno hacia un lugar o hacia una felicidad que antes poseíamos…

Tarkovski, el cineasta más poeta, afirmaba algo que yo misma viví: “Cuando me despedí de mi casa para una larga temporada y me vi confrontado con un mundo y una cultura diferentes, éstas empezaron a someterme en un estado casi inconsciente e irremediable de ansiedad (…). Era un señal de la imposibilidad de comprender lo incompresible, de unificar lo unificable. Era como un recuerdo de la finitud de nuestra vida aquí en la Tierra, como un recuerdo admonitorio de la limitación y la predeterminación de nuestra vida”. Estas palabras son relevantes. El que añora intenta desesperadamente unir lo que no se puede unificar… vivir lo que ya no se puede vivir… sentir lo que ya no se puede sentir.

Por esto la nostalgia es un extraño sufrimiento porque es en el fondo esperanza. Cuando el espíritu se confronta con esta limitación espacio-temporal; cuando no se puede unir en concreto el presente con el pasado, cuando ya no se puede vivir lo vivido, surge ella, esta nostalgia, como una profunda y trágica tristeza; y, al mismo tiempo, como una esperanza. El espíritu atormentado guarda la esperanza del regreso. Y en esta tormenta guardas la imagen de tu gente, de sus sonrisas; el calor que emanan de sus corazones, la sencillez, el amor con el cual te reciben y las lágrimas con las cuales te despiden, cada vez que llega el tiempo de recorrer otra vez el camino. 

Y así corre la vida del extranjero: ni de aquí ni de allá, flotando entre un ayer y un hoy… entre una lágrima y una sonrisa, en el siempre intento de “unificar lo unificable”, una extraña desesperación de no ignorar, pero el drama es que siempre se ignora….porque queda un lapso de tiempo que va ser siempre ignorado… ignorado como su propria existencia. Es como bien describía M. Kundera, en su novela La Ignorancia, que el extranjero vive siempre ignorado: cuando regresa a su casa, los amigos lo ven como si fuera el “traidor”, en el sentido de que es el que se fue, se hizo “diferente” ya no perteneces al “aquí; y cuando está en el lugar que no le pertenece, fuera de su casa, es “el extraño que hay que ignorar”; es decir, su presencia es extraña para el que piensa que es dueño de un lugar, de una cultura, de un país, de una familia… El extranjero es el que surge de repente y su presencia interpela. Y porque no es parte de aquello que ofrece una dosis de “confort” entonces, de algún modo, hay que apropiárselo pero esta apropriacion se da siempre mediante prejuicios. Es así como surgen un sin fin de mal entendidos solo porque el extranjero es el “diferente”: tiene un modo diferente de pensar, de ser, de actuar.  Pero se ignora que tiene la misma necesidad de compresión, tiene un corazón, un sufrimiento, tiene alegrías y también muchas lágrimas…

Sin embargo se ignora porque su presencia es dolorosa. Nos recuerda que en este mundo, todos somos extranjeros… Y es relevante el fragmento con el cual Kundera empieza su novela:

“-¿Qué haces aquí todavía? – No había mala intención en el tono de su voz, pero tampoco era amable. Sylvie se impacientaba.
¿Y dónde quieres que esté? Preguntaba Irene?
Pues ¡en tu tierra!
¿Es que no estoy en mi tierra?
Por supuesto no quería echarla de Francia, ni darle a entender que era una extranjera indeseable.
¡Ya me entiendes!
Sí, ya lo sé, pero ¿olvidas que aquí tengo mi trabajo, mi casa?”…..

Él, “el extranjero” tiene su vida aquí… pero allá, lejos, tiene sus recuerdos; afuera tengo mi vida, adentro tengo la “casa”, el sendero que guarda mis huellas, los rostros que amo, la música de un tiempo atrás, los olores de mi infancia, una imagen de sí mismo que pierde la realidad temporal pero se amplifica más en el recuerdo. Este último toma a veces la forma de extraño presente, te acostumbras vivir a su sombra y esperas siempre regresar pero no en un presente sino esperas que en tu regreso recuperarás algo del tiempo perdido...  Como dice Kundera: “el errante Ulises vuelve tras vagar durante años;y espera  la gran magia del regreso”.

Yo sí añoro “mi casa” que guardo en mi corazón y confieso que me dan envidia los que viven sólo “afuera”. Yo necesito de mi “adentro” de mi “morada” de “mis recuerdos”, porque son ellos que me constituyen y me dan fuerza para seguir. No los quiero aniquilar, los amo porque son parte viva de mí. Admiro al que no gasta una lágrima por extrañar. Quisiera ser, a veces, así pero no puedo, y cada vez me abandono a este extraño, pero tan eriquecedor sentimiento: el recuerdo y con él…la nostalgia. El mismo Kundera dice que la nostalgia se nos revela como dolor de la ignorancia. “Estás lejos, y no sé que es de ti. Mi país queda lejos y no sé que ocurre en él”.

Así, en cada uno que vivimos esta aventura, se hace presente un Ulises, y sabemos que estamos destinados a vivir una Odisea;  una aventura para marcar el equilibrio entre lo adentro y lo afuera…entre lo que fuiste y lo que eres. Y confieso, que ya no sé ser como antes, ya no puedo vivir sin “el camino” sin esta aventura, sin este “entre” que es del extranjero. Porque te acostumbras vivir así, entre lo adentro y lo afuera… entre lo que fuiste y lo que “eres”; es decir un extranjero que quiere decir a los demás que una vez el tambíen tenía una “casa” y quiere invitar a los demás en esta casa que guarda en el corazón…pero los demás lo ignora…

Hay una perdida y una ganancia a la vez. Te pierdes a tí mismo, el que fuiste una vez… y te ganas pero de otra manera, porque descubres lo fuerte que eres y tomas conciencia de tu extraña valentía. Te descubres y aprendes a vivir en este “entre”; tu idioma se vuelve un tipo de mezcla entre el idioma que guardas en tu corazón y el idioma que cada día tratas de apropiarte pero que sabes que nunca poseerás. Y entonces creas palabras, pierdes palabras, ganas unas pierdes otras… Y ya no entiendes qué es aquello que posees, pero lo aceptas, aceptas esta movimiento entre perder y ganar…

El extranjero no añora su país o el presente de su país que desconoce ya totalmente; él añora algo difícil de expresar en palabras… él añora el mundo que dejo atrás cuando se fue, pero ignora totalmente que, mientras, este mundo cambió totalmente. Así como los que lo esperan regresar, ignoran que él, que se ha ido, ha cambiado también. Y hay un lapso de tiempo, un hueco como un abismo, que se ignora y se añora a la vez, y esta extraña vivencia deja huellas tan profundas en los corazones; una herida, pero la más bella que uno puede tener. Por eso creo que ser extranjero no es una perdida; es una bendición…

Estas heridas, hacen que los “extranjeros” se vuelvan poetas como dice Mauricio Wiesenthal, “y en el trabajo callado, esconden el dolor de sus recuerdos. Sus nostalgias son tan grandes que nunca dicen nada. Vuelan por muy lejos y por muy alto, hasta que el hablar se les ahoga en el grito de las gaviotas…”. Cuando ven un extranjero, escuchan sus historias y descubrían un poeta; cuando vean un extranjero véanse a sí mismos, porque todos estamos en un “entre” y todos somos por aquí extranjeros en busca de nuestra morada; cuando un extranjero toca la puerta… abran sus corazones y sean hospitalarios porque  pueden ser, como dicen por allí, ángeles disfrazados…

“De que espacio sideral desconocido

¿de qué tiempo que ya fue o aun no ha sido?

¿de que lluvia de planetas has caído 
proclamado un aquí estoy

porque he venido? 
que aunque no se trate de pedir permiso


por pisar el mismo vértigo que piso


no se apunta un corazón sin previo aviso

tan de pronto y disparando tan preciso

¿Quién eres tu?

¿quién eres tú, quién eres tú, quién eres tú?

te aseguro que no quiero hacerme el fuerte

en todo caso me da pánico creerte

no sé si eres el presagio de la suerte

o al contrario vienes a darme la muerte

pero seas agua turbia o agua nieve

como nube ver cuando me dices bebe

que la sed se va apagando y es mas breve

al tiempo que se pasan los años y no llueve

¿quién eres tú?” (

 

Luis Eduardo Aute)