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Mi deuda con Heidegger



Dedicado a mi profesor Sergiu Tofan (IN MEMORIAM)

Confieso: cada vez que me acerco a la obra de Heidegger, y más al “segundo” Heidegger, me fascina y todos los prejuicios quedan desarmados. No hay forma de no reconocer lo genial, a pesar de sus “errores”; no hay manera de ignorar que la obra de Heidegger se caracteriza por una originalidad incontestable.

A esta conclusión no llegué tan rápido. Han pasado 16 años para que Heidegger logrará convencerme tras la lectura, en especial, de su texto “¿Qué significa pensar?”, un texto resultado del curso impartido en el semestre del invierno de 1951-1952 en la universidad de Friburgo y que refleja el pensamiento “del segundo Heidegger”, o el Heidegger después del “viraje” (Khere).

Mi “amor” con Heidegger no fue “a la primera vista”. Al contrario, mi “encuentro” con él no fue de los más logrados. Cuando era alumna y mi profesor Sergiu Tofan -que recuerdo siempre con cariño, y que ahora entiendo más la admiración que tenía con el filósofo alemán- me hablaba con pasión sobre Heidegger. Era un aficionado del pensamiento heideggeriano, un especialista en todo el sentido de la palabra. Hoy de su enseñanza queda el recuerdo y su presencia mediante el amor por la filosofía, la fascinación por el pensamiento, que con mucha exigencia y a la vez con cariño, logró sembrar en mi corazón. Lo recuerdo así: con su amor por la filosofía en general, por Heidegger en particular.  Sus clases de hermenéutica eran en aquel entonce nuestra “pesadilla”, y hoy la recuerdo con tanta alegría de haber tenido la suerte de semejante enseñanza y semejante profesor. Pero, en aquel entonces,  no lograba entender que “tan extraordinario” encontraba mi profesor el escrito Ser y tiempo. El lenguaje de Heidegger me parecía una locura, un tipo de “abracadabra” filosófico al cual no encontraba sentido, me asustaba, sentía que nunca lograría entenderlo, y la idea de hermenéutica ontológica de la facticidad, me parecía como algo demasiado pretencioso. Sin mucho que decir, la lectura de su famosa obra Ser y tiempo, en aquellas épocas, me resulto fastidiosa. Ni a la fecha, podía yo estar convencida de que es la obra más lograda de Heidegger… Pero sí, estoy convencida que entendí el amor de mi profesor por el pensamiento de Heidegger.

El tiempo pasa, uno madura, y la visión sobre las cosas cambia. Redescubrí a Heidegger no porque fui obligada a regresar a él, sino por una ambición personal, por mal que suene esto. Lo redescubrí porque quise entender más, quise acabar una deuda que tenía, de hecho un tipo de provocación.  Que no me mal entiendan, no quiero decir que hoy la filosofía de Heidegger me resulte fácil y que ya la comprendí. Sólo que hoy mi relación con él es más agradable.

 Acercándome, sin prejuicios, a la lectura de otros escritos, logré empatizar con este Heidegger poético, demasiado poético; un Heidegger que tiene la lucidez de entender que “la época no está preparada” para comprenderlo, que su tiempo no ha llegado aún. Al leer esto, uno se queda sin palabras. ¿Cómo que su tiempo no ha llegado aún? cuando todo el mundo que tiene preocupaciones filosóficas, ha tocado o ha ojeado, al menos una vez, un libro suyo, ha leído algo sobre él. Se han escrito libros enteros sobre Heidegger en todo el mundo, biografías, artículos, y hasta chismes. Heidegger es una carta abierta para muchos o al menos así hemos creído hasta ahora.

Los estudios recientes y de buena calidad, en cambio, han empezado a revelarnos un “otro Heidegger” ya que todavía el acceso a sus archivos está limitado debido a su legado. Parece que Heidegger dejo a su hijo, Hermann, el trabajo de archivar toda su obra y publicarlo completamente hasta 2025; para que el acceso total a los archivos Heidegger, será en 2046… Leo esta información y, a la vez, sus palabras se me hacen más claras: “la época no está preparada para entenderme”. Esta idea junto con la lectura del escrito “¿Qué significa pensar?”, me llevaron al “claro del bosque” o, al menos, me dejo la intuición de por qué Heidegger sabía que no va a ser entendido, todavía.

Es verdad que la vida de Heidegger ha sido en parte interesante (aunque él consideraba que para la filosofía la vida de un filósofo no es importante) y ha escandalizado en el momento en el cual él simpatiza con el partido nacionalsocialista alemán o cuando tuvo su amorío con Hannah Arendt. Se habla del primer Heidegger y del segundo Heidegger; la gente lo ama o lo menosprecian. Su destino como filósofo está en función de la capacidad de simpatizar o no con él o en la capacidad de romper con los prejuicios.

Sin embargo, de una cosa no hay duda: Heidegger tuvo una genialidad extraordinaria, adelantándose con su modo de pensar a la época, así como se adelantaron en sus tiempos un Kierkegaard (que afirmaba con capacidad profética: “bastaría Temor y temblor para que el mundo me recuerde”) o un Nietzsche (que también, espíritu genial, mencionaba que en el futuro se van a crear cátedras que van a estudiar su obra Así hablo Zarathustra).

Heidegger, al inicio alumno de teología, abandona el noviciado del seminario jesuita, para entregarse a la filosofía. Alumno de Husserl y formado en la escuela de la fenomenología, Heidegger rebasa al maestro. Los recientes datos biográficos, nos revelan un Heidegger que, al menos hasta el momento de Ser y tiempo, es un hombre preocupado no por seguir las ideas del maestro Husserl, sino un hombre preocupado por crear un nuevo modo de filosofar. Esta fue la obsesión de una vida de Heidegger: recrear la filosofía o, como bien afirmaba Gadamer, su alumno y discípulo, tuvo la preocupación de tejer el pensamiento, de recrear el lenguaje y de abrir un nuevo camino para el pensar filosófico.

Los testimonios (en general alumnos suyos), hablan de sus clases, destacando la genialidad del maestro, afirmando que la mayoría esperaban profundizar la filosofía de Husserl en la clase del profesor Heidegger, sólo que tenían la sorpresa de cursar algo difícil, ya que éste último empezaba reflexionar sus propias ideas. Algunos, entre ellos Edith Stein, inclusive lo acusaron de no seguir las ideas de Husserl, ya que se adelantaba al maestro y esto era inaceptable. Heidegger, al parecer, tenía algo en su pensar que rebasaba la filosofía de la época. Como describe Gadamer, “su verdadera intención era otra. Su preguntar filosófico surgió sin duda del deseo de clarificar la profunda inquietud que le había causado el sentimiento de su propia vocación por lo religioso, y que se debía a la insatisfacción tanto ante la teología como ante la filosofía coetáneas. (…) La pregunta que le estimulaba y que incluía todo el apremiante sentimiento con respecto a sí mismo, era la más antigua y la primera de la metafísica, la pregunta por el ser, la pregunta de cómo esta existencia humana finita, caduca y conciente de su muerte, podía entenderse en su ser a pesar de su temporalidad…”. (Gadamer, p. 23). 

Pero Heidegger tenía su personalidad y sus ideas. Una de éstas era traer la fenomenología hacia la filosofía, hecho que Husserl no lo logró ya que estaba interesado más en crear un método que ver por el destino mismo de la filosofía.  A pesar de tener visiones diferentes en cuanto la idea de filosofía, y a pesar de uno que otro conflicto, así se respetaron recíprocamente. Más, Heidegger le debe a Husserl la amistad con Jaspers. Los dos se encuentran en la casa de Husserl, en Friburgo, en el año 1920, con la ocasión del sesenta cumpleaños del fundador de la fenomenología. (Gadamer, p. 18). Empieza una hermosa amistad filosófica: compartían ideas, también se criticaban recíprocamente, pero en común tenían la crítica hacia la filosofía como enseñanza académica hueca y tenían planes de escribir juntos un libro. Desafortunadamente, dadas las condiciones históricas, el “coqueteo” de Heidegger con el nacionalsocialismo, los caminos de esta bella amistad toman rumbos diferentes. A pesar de todo, fue una amistad que marcó para toda la vida tanto a Heidegger como a Jaspers, basada por la admiración y el respeto. No entraré aquí en detalles que no tienen sentido, en cuanto la vida “política” de Heidegger, que prácticamente no existió como tal, o al menos él mismo se consideraba sin vocación política alguna…y este capítulo fue cerrado para siempre por el mismo Heidegger.

Heidegger deja a un lado aquello que no lo representaba, la vida pública, la vida política y se dedica a su vocación: aquella de tejer su pensamiento y desarrolla su ontología fundamental para después abandonar este proyecto y hacer un viraje hacia un nuevo modo de pensar, el pensar onto-histórico o yo le diría poético. Es fascinante el diálogo que tiene Heidegger con toda la tradición filosófica y metafísica, en especial con los griegos, con Santo Tomás de Aquino, Kant, Hegel; pero a mí me gusta este Heidegger que amaba a Van Gogh, a Dostoievski, a Nietzsche, a los poetas y a Kierkegaard.

No es aquí ni mi interés ni el lugar de desarrollar su pensamiento, en cambio quisiera apuntar, a lo mejor para no olvidar, algunas ideas que me llevaron a tener la intuición de por qué Heidegger pensaba que su tiempo no ha llegado aún.

Es posible que Heidegger nunca se ha propuesto hacer de su filosofía una antropología como tal, pero esta ontología fundamental, su hermenéutica ontológica, no son más, a mi modo de ver, sino una manea de interpretar y comprender la relación del hombre con el ser. En las primeras páginas de su escrito “Introducción a la filosofía”, se destaca la idea de que sólo el hombre puede filosofar, anunciando ya que ser hombre singnifica ya filosofar. Su idea nos remite al hecho de que el pensar nos pertenece, como característica fundamental mientras existimos como hombres. Sin embargo, el mismo Heidegger subrayaba el hecho de que a aunque el pensar nos pertenece, porque “existir como hombres, ser ahí como hombres, significa filosofar; un animal no puede filosofar y Dios no necesita filosofar”, aún así, necesitamos introducirnos del “fuera” de la filosofía al “adentro” de la filosofia ya que no es suficiente conocer algunos filosófos y tampoco es suficiente conocer la historia de la filosofia así como está en los manuales de filosofía; sino que hay que conocer los problemas y hay que problematizar, aunque “hoy mucho más importante que el saber algo de filosofia  es el tener noticia de los nuevos tiempos de coches o de las últimas novedades en el ámbito del cine”.

Cuando se trata de filosofía se pone en discusión un acto de libertad en el sentido de que si el filosofar está en nosostros, encadenado y atado, lo debemos poner en marcha, liberarlo de los prejuicios porque un auténtico acto de pensar y comprensión, significa empezar siempre de nuevo. También hay que mencionar que es imposible hacer filosofia rechazando la tradición filosófica, es decir, la historia de la filosofia, por un lado, y, por otro, adquirir un conocimiento, datos o información tampoco es suficiente; al contrario, advierte Heidegger: “la posesión de conociminetos sobre filosofía es la causa principal de la errónea suposición de que con ellos se ha llegado ya a la comprensión o filosofar.

Filosofar significa pensar, pensar en el aquí y el ahora… dejar a un lado lo conocido y empezar otra vez, por eso la filosofia es imposible si no es un acto de libertad. Por un lado, el filosofar está en el hombre y, por otro, así como nos dice en “¿Qué significa pensar?”, la filosofía se ha olvidado del pensamiento y se ha realizado como una estructura lógica, donde todo viene ya pensado.

A mi modo de entender, Heidegger, intenta cambiar el camino de la filosofía, regresando al hombre en este “camino hacia lo que nos atrae…este camino que nos lleva a…”. Por esto para Heidegger la tarea más urgente en cuanto la filosofía es aprender a pensar. Pero ¿qué significa aprender a pensar?

Heidegger parte de la idea que el hombre es capaz de pensar, no sólo porque su característica es la razón, ratio, sino que el hombre piensa en relación con la posibilidades de su ser, es decir en relación con su esencia. El hombre no puede pensar algo que no está en relación con lo que él mismo es, ya que como nos dice Heidegger, el pensar del hombre está sostenido por la memoria. En otras palabras, el hombre piensa en relación con su memoria, que es la fuente de su interioridad, de su esencia. A pesar de esto debemos aprender a pensar, porque afirma Heidegger “todavía no pensamos, aunque el estado del mundo es cada vez más problemático”.

Heidegger está consciente de que el pensar ha perdido su lugar en relación al actuar. Sin embargo se ha exigido demasiado actuar y de pensar se ha logrado poco. Heidegger insiste, obsesivamente con intención clara, de que “lo más que merece pensarse  en nuestro tiempo problemático es el hecho de que no pensamos” ya que nos hemos apartado de lo que merece ser pensado, y hemos acostumbrado creer que pensar es retomar un pensamiento ya dado. Pero lo que de verdad se merece pensar, se sustrae, se esconde.

¿Qué es lo que se merece pensar? En esta primera parte del ensayo, Heidegger no especifica, pero sabemos que su “obsesión” siempre fue la aletheia, la verdad del ser que está oculta, la aletheia que se desoculta y se esconde a la vez.  Por eso, piensa Heidegger, que el error de la metafísica fue no tomar en cuenta la verdad como aletheia, sino que se obstino entenderla sólo como una verdad-correción (veritas) como algo ya dado que impone una cierta manera de ser. Aprender a pensar, creo entender, significa alejarse de esta verdad que impone, y ponerse en el camino de la aletheia, estar hacia allá, hacia aquello que se sustrae.

Aprender a pensar significa desaprender. Olvidar, de una manera, lo que la lógica impone; silenciar el intelecto, porque esto es lo que nos hace alejarnos de aquello que deberíamos pensar. Subraya Heidegger en este sentido que “el hombre es por primera vez hombre en cuanto llevado a lo que sustrae, está en camino hacia…”, es un indicador, un signo en camino a lo que se sustrae. Y es en este punto donde Heidegger nos recuerda el verso que Hölderlin (su poeta favorito, su maestro intelectual, su inspiración; de hecho parece que el único libro que estuvo en su mesa de trabajo, durante muchos años, fue el Hyperion de Hölderlin) menciona en su poema Mnemosine: “Somos un signo por interpretar”.

El hombre mismo es un signo, una hierofania de algo sagrado que ya no existe, porque se fue, ya que hemos llgeado demasiado tarde y los dioses, como dice Hölderlin, se han ido. El hombre todavía guarda en su esencia “algo” que está más allá de este mundo, que no pertenece al mundo, y porque lo tiene, lo señala; sin embargo, para poder señalar, lo debe recordar. Por eso, Heidegger está más que convencido de que nuestra forma de estar en el mundo, le debe todo al recuerdo. El hombre es, existe, en la medida en el cual se piensa desde su fuente y el camino hacia esta fuente es la memoria, relacionada con el recuerdo, con el mito, donde lo religiso descansa, sin poder ser destruido por el logos.

Por eso para Heidegger fue un error pensar que el logos acaba con el mito. El mito sigue existeinedo, lo religioso simpre está, aun oculto, y es por eso que “lo religioso nunca es destruido por la lógica, eso acontece tan sólo por el hecho de que Dios se sustrae”. Desde esta perspectiva entendemos porque la memoria es vital para el pensamiento; ella es “la concentración de lo pensado; es la fuente de donde mana el pensamiento” y es por eso, que la poesía, es “el agua que a veces corre atrás, hacia la fuente, hacia el pensamiento como recuerdo”. Lo que el hombre debe aprender a pensar es sobre su esecia, y esta esencia descansa en la memoria, la única que nos puede regresar hacia la “casa del ser”. Pensar es la casa del ser, y sólo a través del pensar el hombre mora, habita en el ser . En otras palabras, pensar significa aprender nuestra forma de estar en el mundo.

De esta manera, para Heidegger, el pensar no es un mero instrumento, sino es la finalidad de nuestro modo de existir. Pero este pensar sólo se puede expresar por medio de la poesía que nos narra y desoculta lo oculto.

Me es difícil afirmar la intuición que tengo, pero creo que Heidegger pensaba que la filosofía es imposible sin la poesía. Es más, el destino del pensar está, para Heidegger, relacionado con la poesía. Mediante ella logra dar el viraje del pensamiento y abandonar el logocentrismo, entendido como superación de la metafísca y entregarse a ser el poeta en tiempos de penuria.

 En mí apoyo viene el hecho de que en 1946, Heidegger impartía una conferencia en el aniversario de la muerte de Rilke, que tenía el título de un la elegía de Hölderlin, “Pan y vino”: “¿Para qué poetas?”. Dice Hölderlin: “¿Y para qué poetas en tiempos de penuria? (…) Ser un poeta en tiempos de penuria significa reparar cantando en las huellas de los dioses huidos”. Para Heidegger nuestra época del olvido del pensar, es la noche de las tinieblas, el tiempo de penuria, que es tan pobre que ya no es capaz de sentir la falta de Dios como una falta (Caminos del bosque, p. 199). En esta noche tan larga del pensamiento, sólo los poetas peregrinan, pare recordarnos que sólo la poesía nos regresa al pensar, al verdadero pensar, donde Dios se hace presente en la palabra.

Filosofar signifa poetizar y poetizar significa ponernos en el camino hacia. Es en este sentido Heidegger un continuator de los poetas, considerados en Grecia, los primeros filósofos; es Heidegger también un romántico, un continuador de Friedrich Schlegel quien decía que la filosofía es poesía y vice-versa. Es Heidegger un continuador de Kierkegaard, el poeta de la existencia, cuando, como poeta, nos habla del recuerdo y de la memoria….También un continuator de Nietzsche ya que éste no escribe como un filósofo, inspirado por el logos, sino que Nietzsche escribe como un poeta.

Es posible que todos ellos tuvieron la intuición de que a lo sagrado, a Dios, al ser, solo se llega poetizando, sólo se llega conducido por las musas, sólo se llaga a través de la gracia y la inspiración….con un verso, con una metafora, con un juego de máscaras, porque lo oculto se desoculta no frente a la razón, sino frente la embriaguez del espíritu…en el pensar auténtico, en la pasíon de la fe o en la locura de un loco; y a lo mejor es verdad que para esta forma de acercarnos a la fuente del ser, el hombre todavía no está preparado, la época todavía es incapaz de comprender….Por eso, para los criticos o para los conocedores, el segundo Heidegeer usa un lenguaje incomprensible; está “elucubrando” sin sentido…Pero a lo mejor, Heidegger se transforma en aquel loco, un Diógenes, que busca con su lampára la verdad que se oculta, un loco que está en el camino, que sigue en camino hacia el claro del bosque, hacia aquello lo que se sustrae…un poeta en tiempo de penuria porque “largo es el tiempo de penuria de la noche del mundo” (Caminos del bosque, 200).

Bibliografía:

Heidegger M., ¿Qué significa pensar?, Madrid: Trotta, 2008.

Heidegger M., Introducción a la filosofía, Madrid: Frónesis, 1996.

Heidegger M., Caminos del bosque, Madrid: Alianza Editorial, 2001.

Gadamer H-G., Los caminos de Heidegger, Barcelona: Herder, 2002.

Xolocotzi Ángel Y., Una crónica de Ser y tiempo de Martin Heidegger, México: Universidad Aútonoma de Puebla, 2011.