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Ice Bucket Challenge: el simulacro de la bondad



Partiendo del reciente “caso” Ice Bucket Challenge, me gustaría hacer una breve reflexión sobre el tema del “prójimo” y “la bondad” . Me cuesta trabajo creer que una idea de marketing pueda justificar nuestra bondad. Parto de la idea de que el bien y el mal están en nuestra naturaleza, ya que las dos son posibilidades de la libertad. Sin embargo, el ser humano, por ser persona, como un ámbito de vínculos y de relaciones, debe humanizarse lo más posible mediante el saber, la cultura, como afirmaba Max Scheler, pero, también, mediante el amor.

Entonces el hecho de mostrar nuestra bondad, mediante el amor al prójimo, debería ser, como diría Max Scheler, nuestra segunda piel.

Pero qué es lo que pasa: en una sociedad, donde la persona se deshumaniza mediante varios factores (tecnología, falta de educación, falta de pensamiento y cultura, el dinero y el marketing), necesitamos crear medios, simulacros –productos de marketing- que nos hacen sentir “buenos”. Para mí es el caso del Ice Bucket Challenge, una estrategia de marketing, cuya finalidad es juntar una cantidad de dinero para salvar gente que sufre de una enfermedad. Algunos ven en esta estrategia de marketing una idea inteligente, desde mi punto de vista se refleja claramente el principio maquiavélico “el fin justifica los medios”. Me pregunto ¿cuánto faltará que se nos pidan desnudarnos para buenas causas?, aunque creo que ya es una practica también. Sin decir, que con este tipo de causas, no sólo que se lavan las conciencias, pero hasta el más desgraciado siente su “bondad”.

¿Qué tiene de malo esto?

Slavoj Zizek, uno de los filósofos más renombrados de nuestros tiempos, afirma lo siguiente: “Hoy en día plantearía que todo sermoneo a favor de tolerancia, el amor al prójimo y cosas por el estilo son al fin y al cabo estrategias para evitar el encuentro con el otro” (Arriesgar lo imposible, p. 72). Según Zizek, el prójimo es algo tan real, que nos traumatiza, por lo cual buscamos medios de mantener al prójimo alejado por un lado, y, por otro, buscar justificar nuestra bondad. Zizek dice, con toda honestidad, que las causas humanitarias no son una expresión del amor al prójimo, sino exactamente lo contrario (p. 73), porque la función del dinero es precisamente esta: “te pago para que no nos relacionemos”. (p. 73).

Es, dice Zizek, como cuando se paga una mujer para obtener favores: “consigo placer, pero sin compromiso”. Esta idea por tan dura que sea, tan verdadera es. El mensaje de Zizek es claro: tenemos una idea muy abstracta del prójimo pero, a la vez, lo queremos ayudar poniendo una distancia, que se reduce mediante el dinero. En otras palabras, el dinero es el imán que hace que yo me acerque al prójimo, con la condición que éste sea distancia.

Todo esto produce un falso amor, una falsa tolerancia y una falsa bondad; en el fondo, como dice Zizek, produce una perversión porque pagamos para ser buenos.

En el caso de Ice Bucket Challenge, yo veo falta de pensamiento. No es que tengo algo con el hecho de tirarse una cubeta de agua encima, pero no me gusta la idea de marketing para ayudar. El hecho de que tuvo tanto éxito, se explica por una idea, al menos desde mi punto de vista: es más fácil empatizar con las causas, que con el pensamiento.

Lo que critico es el medio para la causa. El exhibicionismo en Internet, de aquello que debería ser un acto de intimidad y de silencio, me lleva a pensar que tan necesitados estamos de demostrar nuestra “bondad”. La bondad no se demuestra, se vive, se trabaja, como se trabaja el pan de cada día. En el Evangelio de Mateo 6:3, se dice: “que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”. Es decir, el acto de apoyar o de ayudar debe ser un acto de humildad, intimidad y silencio.

Pero asistimos a este desfile exhibicionista, producto del marketing, que nos transmite de manera sutil, para los que saben leer entre renglones, que todo tiene un precio.

¿Por qué desconfío en la filantropía o en esta cultura de la caridad exhibicionista? Porque como bien dice el mismo Zizek, esto hace que existan unos “hombres buenos” que dan dinero a “los necesitados” o a “los pobres”. Es decir, el mundo se divide entre “buenos” –(aquellos que pagan una cantidad de dinero) y “malos” (aquellos que no lo hacen, o no tienen el medio para hacerlo). Se desarrolla así, una “economía de la caridad”, la nueva ideología que esconde atrás un tipo de violencia invisible. “Es la violencia sistemática que escapa a los llamados humanitarios de las grandes empresas o de los gobiernos por contrarrestar la hambruna, conflictos u otro tipo de causas”. (Slavoj Zizek: Filosofía y crítica de la ideología, p. 55). La idea es que las grandes empresas recurren a este tipo de estrategias para la caridad, para distraernos de aquello que quieren ocultar.

Por lo cual, surge esta “economía de caridad” que en el fondo es un tipo de violencia.

El resultado de la “economía de la caridad” que en el fondo es inacción: no debemos esforzarnos en ser buenos o hacer algo realmente; pagamos y somos buenos de inmediato. Pago una cantidad de dinero y salvo la vida de alguien de Guatemala o cualquier otro lugar, por ejemplo, pero no me implico con nada, no hago nada más. La caridad, así, toma la forma del dinero y tras este tipo de chantaje, nosotros vivimos con “las conciencias lavadas”. No me molesta la caridad, me molesta el sentido hipócrita de la misma.

El sentido de todo lo moral es la conciencia, pero aquella… la verdadera, no la conciencia que se engaña a sí misma o se lava a sí misma. La verdadera conciencia es relación; entrar en relación con Otro. Como dice Jean Grondin: “Tengo co-ciencia de mí porque tengo conciencia de mi deuda con el otro”. (Del sentido de la vida, p. 105). Por lo cual, la intencionalidad de toda conciencia debería ser el Otro, porque la angustia del Otro debería transportarnos fuera de nosotros mismos para ir al encuentro con él, por eso hay más felicidad en dar que en recibir. Pero, una felicidad planeada es imposible (p. 95).

¿Pero, quién está dispuesto a vivir la angustia del otro? Difícil respuesta…Aún así, ya la conocen. (Nadie).

Hoy nos venden una felicidad ya planeada y el valor se mide en términos de la economía. El amor, la bondad, etc. tienen un precio en el mercado. Para amar, para disfrutar, para ejercitar nuestra bondad, para todo esto, está el mercado que nos venden fantasías; es más, como dice Zizek, “nos enseñan desear”. (El acoso de las fantasías, p. 17)   

Pero la vida no se vive desde el exterior; no nos deben decir qué hacer, que pensar y que soñar para vivir de verdad, para amar o para ser bondadosos. La bondad, como posibilidad de la libertad, no es mercadotecnia; es algo que se debe ejercitar cada día, así como cada día nos lavamos los dientes, así cada día debemos ejercitarnos en amar. Pero como esta es una tarea que requiere mucho esfuerzo, el mercado nos vende “posibilidades de bondad”… Esto es el Ice Bucket Challenge y otras estrategias que nos venden la bondad. Como bien decía Kierkegaard: “pensar éticamente, no es lo mismo con devenir una buena persona”.

Por lo cual, el reto del Ice Bucket Challenge, así como otros actos filantrópicos exhibicionistas, dejan dentro de mi un sabor amargo. Lo triste es que caemos en estas trampas y ponemos la cabeza sobre la almohada, felices que hemos hecho “bien”.

No quiero ser malinterpretada, es excelente que se junten fondos para salvar enfermedades, vidas etc., pero no es necesario inventar una estrategia de marketing, sin sentido, para así obligar al ser humano a ayudar. No hacerlo por nuestra propia voluntad es un mal. Me pregunto ¿qué hubiera pasado, si en lugar de tirarnos una cubeta de agua encima, el reto era que cada uno aprendiera un poema y así retar al otro que lo haga? ¡Qué aburrido! ¿Verdad?

El hecho de aceptar este tipo de retos que no tiene nada de fondo, más que la diversión, nos habla sobre nosotros. Pascal, hace tiempo, advertía que lo peor para el ser humano es el divertimiento; Schopenhauer, nos decía que esto atrae consigo el aburrimiento que nos lleva otras vez al entretenimiento y para evitar el sufrimiento necesitamos siempre divertirnos. Nerón, por aburrimiento y para divertirse quemó Roma. Kierkegaard lo llamaba una personalidad desesperada.

El mensaje es simple: no necesitamos demostrar nuestra bondad, porque ella debería ser nuestra segunda naturaleza. No debemos inventar “falsas bondades, falsas solidaridades”, como dice Jean Grondin, sino debemos tomar conciencia de aquello que nos une. Que alguien realice una estrategia de marketing, y así unirnos para las causas buenas, lo único que refleja es la ausencia de la conciencia de moral y de sentido, por un lado, y por otro, refleja la instrumentalización y la deshumanización. Somos instrumentos para estrategias de marketing que nos venden la bondad y…la compramos.

Hay un camino largo, pero no imposible, para comprender nuestro valor y nuestra tarea. Jean Grondin dice: “El único valor absoluto es la posibilidad humana de dar prioridad al otro sobre sí mismo. Yo no digo que el hombre es un santo, digo que el hombre es aquel que ha comprendido  que la santidad es incontestable (…) Cada cual sabe lo que la santidad quiere decir y sabe que ella se encuentra en el horizonte de toda ética, de toda existencia, de todo diálogo interior”…(Del sentido de la vida, 106).

Por lo demás cada quién que ¡“juzgue por sí mismo”!

Bibliografía:
Grondin J., Del sentido de la viada. Un ensayo filosófico, España: Herder, 2011.
Zizek S., Arriesgar lo imposible. Conversaciones con Glyn Daly, Madrid: Trotta, 2006.
Merrifield Francisco Castro- Pablo Lazo Briones (compiladores), Slavoj Zizek: filosofía y crítica de la ideología, México: Universidad Iberoamericana, 2011.