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AMLO y la cuestión del alma



En el larguísimo periodo de transición, entre la jornada electoral y la toma de posesión, puede pasar cualquier cosa. Arrancó hace poco más de un mes, el primero de julio en la noche, con una verbena popular en el Zócalo y terminará hasta la última noche del mes de noviembre, seguramente con otra pachanga. Todavía faltan cuatro meses que pueden provocar un desgaste pronunciado del nuevo equipo gobernante, incluso antes del primer día de la administración, o pueden ser usados para preparar con seriedad acciones y programas de modo que se puedan poner a trabajar desde el primer día.

Ya hemos visto bastante. Ante la mirada atónita de los reporteros de la fuente, la escalinata de una casona de la colonia Roma, que antes fue sede de una escuela de teatro infantil, se convirtió en una especie de templo para consultar al oráculo. Ahí está el mejor sistema para predecir el futuro de la política en el país. Ahí, en la escalinata, personajes ansiosos conocen lo que les depara el futuro, ya sea la cancillería, la dirección general de Pemex o la de la CFE, la embajada de México en la ONU. Algunos nombramientos han sido atinados, otros no, pero eso es lo de menos porque el candidato triunfante conoce cuáles serán sus atribuciones y piensa sacarles hasta la última gota de jugo.

Hemos visto bastante, decía, pero lo de mayor impacto está por verse. Por ejemplo el lanzamiento de la Constitución Moral del candidato triunfador que busca lograr el bienestar del alma de los mexicanos. Sí, leyó usted bien, no se trata de una ventanilla equivocada, el candidato habló del alma de los mexicanos. De lo que se desprende, de entrada, que López Obrador cree en la existencia del alma. Lo digo porque muchos intelectuales de izquierda, de línea marxista, muchos de ellos ligados al Peje, creen que eso del alma es una superchería. Pero AMLO no es marxista, su perfil se asemeja más bien al de un pastor evangélico con inclinaciones populistas.

La Iglesia católica sostiene la existencia del alma. Es lo que al morir permanece y se va al cielo o al infierno de acuerdo al comportamiento en vida del portador. El alma, por tanto, es inmortal. Tiene principio pero no fin. Aunque es una sustancia espiritual algunos dicen que tiene un peso de 21 gramos, o al menos eso he leído por ahí.

Lo cierto es que la cuestión del alma ha mantenido ocupados a filósofos y teólogos por milenios. A pesar de los siglos de estudio y reflexión no le encuentran la cuadratura al círculo, quizá porque no tenían lo que nosotros tendremos dentro de poco, una Constitución Moral para bienestar del alma. Ahí estará todo lo que siempre quisimos saber sobre el alma pero teníamos miedo de preguntar. Para elaborarla, AMLO ya está montando un espectáculo que se rige por el principio de que la reconciliación nacional se puede lograr a través del amor. México será, a partir de diciembre, una república representativa, democrática y federal pero también amorosa.

Hay quien dice que México avanzaría mucho más en todos los frentes, incluido el espiritual, si el nuevo Presidente y los integrantes de su equipo de gobierno se concretaran exclusivamente a cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan. Eso sería una verdadera revolución, incluso espiritual, pero claro, habría que respetar con rigor a las instituciones, y eso está difícil, no se les da.

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@soycamachojuan

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