Sábado 20 de Abril, 2024 - México / España
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La coartada



Comencemos  con un deslinde:  hay  que  diferenciar,  tan nítidamente  como sea  posible,   los  adictos  de  los consumidores  de  droga  por  esparcimiento.  Los primeros, me  refiero  a los adictos,   están  atrapados.  Necesitan  ayuda  profesional para  salir de la prisión  en la  que se  encuentran.  Los  segundos,  que consumen  sobre  todo mariguana  y cocaína,   constituyen  el mercado  de las  drogas  en el  país.  Un mercado  ha  crecido  de manera  exponencial    en los últimos  años.  
Los consumidores por  esparcimiento  no  se consideran  a  sí mismos enfermos,  ni nada  por  estilo.  Son gente  común  y corriente,  que  está  al  lado  suyo  amable lector,  un familiar, un amigo,  un compañero de la oficina,  que  quieren  tener  experiencias  diferentes que, digamos,  expandan  sus  sentidos.   Para  tener  esas  experiencias financian  a los cárteles.  Con  el dinero que  los consumidores  por  esparcimiento les  dan,  las bandas  criminales se pertrechan, compran armas,  camionetas  blindadas, equipo de  comunicación y  sobornan  autoridades.


En su  afán  obsesivo  por  aparentar  ser  políticamente  correctos,  los  funcionarios  públicos  siempre  se  refieren  a los consumidores de droga  como  personas  que  requieren  simpatía,  solidaridad, protección.  No hacen el deslinde. Meten a  adictos  y consumidores  por esparcimiento en el mismo costal. Esto a pesar  de que el tráfico de  drogas  es la principal  fuente de violencia  en el país. Es  una  actividad  que  ha  dejado  miles de  hogares  enlutados  y sembrado   fosas clandestinas  a lo largo  y  ancho del  territorio nacional.  El  cigarro  de  mota que se fuman en la azotea  o la tacha  que se ingiere  en el antro  se  transforman  en   tiroteos,  ajustes  de cuentas,  decapitaciones, cuerpos  convertidos en ceniza  y  tirados  a un río en bolsas.


Problema  y  solución.- Los  consumidores  de droga por  esparcimiento son parte  del problema, de  hecho la parte  principal. Por lo mismo pueden ser parte  de la solución.  El gobierno federal puede  tener  miles de policías  de  alto  nivel,  ministerios  públicos  eficientes  y jueces  honestos  -ya  sé  que suena a  mal chiste-  que  si el apatito de las  drogas  no disminuye  no saldremos del pantano  de la violencia.  Se  habla  mucho  de las  acciones de  prevenciones  que  son  como  fantasmas  que pasan desapercibidos.  El gobierno  gasta  cientos de  millones  de pesos   en propaganda  política,  pero  las  campañas  contra el consumo  brillan por  su  ausencia.
Se  tienen  que  instrumentar  campañas  que  dejen  muy claro, para  que nadie  se  haga  que la virgen  le  habla,   que hay  una conexión  entre  el consumo  de drogas por esparcimiento y la  violencia en el país. Los  consumidores  no pueden escandalizarse  por los  actos  de salvajismo  entre  traficantes,  mientras  se  fuman  un churro para  sentir  paz  y amor. No tiene  sentido. La gente  tiene  a su alcance  la  mejor  arma  para  terminar,  en cuestión de  horas,  con las  bandas  de traficantes más sanguinarias:  dejar  de  comprarles  sus  cochinadas.   Consumir  drogas  debe  tener un costo social  equivalente  al daño social  que ocasiona,  ni  más  ni menos.   Si se  hizo  con el tabaco  y  trata de hacerse  con el alcohol,  es inadmisible que no se  haga  con la  mariguana  y la  cocaína. Me parece  que solventes  y  heroína  sí caen en el  rubro de la  adicción.

Legalización.-  Desde  que varias  ciudades  de  Estados  Unidos,  incluida  Washington,  ha  despenalizado el consumo de mariguana por  esparcimiento,  el tema  de la legalización  está  sobre  la mesa  y demanda  emprender  cuanto  antes  un diálogo  de altura  entre  legisladores,  policías  y médicos. Adelante.  México  puede  pedir  a la comunidad  internacional,  por lo menos  a los países  del continente  americano,  tomar  medidas  conjuntas  a la brevedad  posible  y si se  despenaliza la mariguana  adelante. Mientras  no sea  así  hay que inhibir  el consumo de  esa  y otras  drogas  y  no  suponer  que  adictos y consumidores por esparcimiento son  sinónimos.

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