Sábado 07 de Diciembre, 2024 - México / España
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Sacrificios Humanos ¿mito o realidad?



La lógica, el sentido común y la experiencia nos hacen cuestionarnos si de
verdad los anahuacas practicaban sacrificios humanos o no. Eran astrónomos
¿necesitaban sacrificar humanos para que volviera a salir el sol? Usaban
cuchillos de obsidiana y piedra ¿con estos instrumentos se puede sacar el
corazón a un hombre vivo en segundos? Siendo los grandes maestros del albur
y la metáfora ¿se pueden tomar de forma literal las representaciones simbólicas?
¿Alguien que no fuera el soldado, no historiador ni científico, Bernal Díaz del
Castillo a kilómetros de distancia presenció algún sacrificio? Usemos la cabeza,
el sentido común y reconozcamos que en ninguna comunidad indígena se ha
hecho un solo sacrificio humano durante los últimos 500 años. Las invasiones,
saqueos y genocidios se debían justificar, la inquisición solo podía matar a los
diabólicos paganos, pero ¿una cultura que no conoce de dioses y menos aún de
demonios puede hacerlos? Los arqueólogos del siglo pasado no eran versados
en esto y suelen dar su propia versión interpretando, no leyendo, y buscando
demostrar lo que los libros de hace casi 500 años decían. Normalmente los
hallazgos "hablan" según el punto de vista del arqueólogo en turno. Cada
arqueólogo busca su propia verdad. Desgraciadamente siempre que se
encuentra un cuchillo se le busca la aplicación ritual, si se encuentran restos
humanos se busca su relación con un sacrificio, si lo que se encuentra es sangre
es "lógico" que se usó para rituales. ¿A nadie se le ocurre otro uso?
Investigaciones actuales de campo, basándose en fuentes primarias y dejando
a un lado las interpretaciones eurocentristas, dan otra versión. Pero quiero
aclarar que es sólo una versión más. Aquí no vamos a señalar ningún punto de
vista como el verdadero o al que nos debemos de ceñir. Simplemente se los
compartimos, ya que nos parece justo hacerlo.
Además de que me parece ilógica la versión de Bernal Díaz del Castillo, único
testigo presencial que deja una narración escrita, en la que, dice haber sido
testigo de un sacrificio en el Templo Mayor de Tenochtitlán, y visto como se
extraía el corazón aún latiendo de la víctima mientras… ¡se encontraba en
Tlacopán, a siete kilómetros de distancia! Por más que en esos tiempos no
existiera contaminación ambiental ni edificaciones, por más que Castillo
estuviera de pie en el tope de un teocalli, es imposible distinguir estos detalles
a siete mil metros en línea recta… Pueden ustedes controlar la referencia:
“Historia General de las cosas de la Nueva España”. En lo personal me parece
extraño y me preocupa seriamente que ningún historiador “convencional” lo
haya cuestionado. Por cierto, el doctor en Etnología Peter Hassler sostiene que
“toda fuente que trate de presentar evidencia de sacrificos humanos es espúrea
y aquellos, inexistentes a la luz de la investigación científica”, y la propia
antropóloga Eulalia Guzmán (que participó en la exhumación de los restos del
último tlatoani, Cuautémoc) afirmó que la historia de los sacrificios “son
cuentos de terror para niños, sin pruebas que los avalen”. Razón de más para
preguntarnos por qué la persistencia no sólo de su afirmación, sino la poco
prolija y responsable revisión de tales evidencias.
Y es esperable que sean los cronistas militares los que afirmen que: “los cráneos
se apilaban a un lado de la piedra de sacrificio mientras al pie de las pirámides
los cuerpos decapitados se acumulaban como heces”, así como “la sangre corría
por las escalinatas y las calles como arroyuelos” (lo que además significaría que
los autóctonos tenían la sangre bastante diluida, porque, como sabemos, ésta
coagula casi inmediatamente al contacto con el aire). Es esperable porque
difundir estas ideas en el pueblo iletrado y crédulo de la Europa de entonces
ocultaba y disimulaba las propias atrocidades que en nombre del Rey y la Cruz
se estaban haciendo: el expolio, las masacres, las violaciones, la destrucción
cultural. Se necesitaba demonizar al indígena para que todo fuera permitido,
para que nadie osara cuestionar los métodos sanguinarios de militares y
sedientos de riquezas. Obsérvese, por otra parte, que los cronistas clericales
cuidan sugestivamente de no hacerse responsables de haber visto lo que
escriben. Dicen que “dicen que…”
Cualquier cirujano sabe que sacar un corazón en segundos es imposible, sea con
el instrumental que sea. Nunca nadie presenció un sacrificio y las "pruebas" que
se han encontrado para los actuales mexicas son pruebas de que ellos
practicaban cirugías, no sacrificios. Recordemos que los frailes y soldados
medievales, además de no conocer de ciencia, no conocían de medicina
(Leonardo da Vinci hizo sus tratados de anatomía entre 1510 y 1520 bajo
supervisión de la inquisición) y si lleváramos a un fraile o a un soldado de esa
época a un hospital actual, pensaría que estamos haciendo sacrificios de sangre
a un dios llamado Medicina y vería las morgues como sitios satánicos, las salas
de operaciones como altares de sacrificios y a los médicos como brujos. A los
símbolos del hospital y a las estatuas de médicos famosos los vería como
nuestras deidades y nuestra simbología religiosa, y no habría nadie que le
convenciera de lo contrario. Las "evidencias" de sacrificios son objetos con
sangre, pero nunca se han encontrado cuerpos con el corazón extirpado o con
las costillas abiertas, y eso que dicen "los que saben" que se hicieron miles de
sacrificios. Pero sobre todo son extranjeros los que evidencian los sacrificios
¿Algún indígena lo ha corroborado? De haber sido una costumbre anahuaca, a
partir de 1810 se hubieran dado cientos de sacrificios, ya que el pueblo se estaba
liberando y podía hacer y creer en lo que quisiera, sin embargo nunca se
sacrificó a ningún español. Ni en los pueblos más perdidos de México se ha
practicado algún sacrificio humano. Pero sobre todo ¿para qué? ¿para que
saliera de nuevo el sol? eran astrónomos, es imposible que relacionaran un
corazón con el movimiento de los astros. ¿Para someter? ¿Y luego ya sometidos
qué es lo que exigían? No usaban dinero, no acumulaban riquezas y en sus
propias tierras producían de sobra todo lo que necesitaban ¿Qué les pedían a los
pueblos sometidos? Las pruebas pictográficas muchas veces dicen lo que uno
quiere interpretar, el corazón es la simbología de los sentimientos, un corazón
sangrante o apuñalado es un corazón que sufre, un corazón con dolor. La
Coatlicue lleva un corazón en la mano, porque es una madre que te ofrece su
corazón, o sea su amor, no porque exija alimentarse de corazones. Para entender
la pintura y escultura de un pueblo tan metafórico como lo es el nuestro, es
necesario aprender su filosofía y su lenguaje. Se consideraban a sí mismos un
pueblo guerrero, pero no porque hacían guerras sino porque mantenían una
constante guerra contra sí mismos, contra sus impulsos, su ego y vanidad, no
porque hicieran la guerra. En los pueblos que hacen la guerra o que han sido
invadidos o invasores, se encuentran unas ciertas características que no las hay
en ningún lugar de México, no hay murallas de protección, torres de vigilancia,
fortalezas, prisiones, calabozos, fábricas de armas y sobre todo eso, en los
pueblos que hacen la guerra y someten a otros se encuentran avances muy
grandes en tecnología militar, sin embargo las armas del guerrero anahuaca son
flor y canto, no escudo y espada. Queda mucho por descubrir de nosotros
mismos, queda todo por cuestionar y hace falta volver a comprobar todas las
"evidencias" de la supuesta barbarie anahuaca. Es responsabilidad nuestra
hacerlo, es una labor de todos desenterrar nuestro pasado y entenderlo con la
mentalidad del mexicano del siglo XXI y no del español medieval,
conquistador, inquisidor del siglo XVI que juzgó como fanatismo algo a lo que
ahora llamamos ciencia.

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