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El golpe del martillo



Hace ya muchos años, en los albores del siglo, cuando el Partido Revolucionario Institucional se enfilaba a una derrota de la cual aún no se repone del todo, circuló un documento de estrategia electoral panista llamado “Ave azul”.

Se trataba de una especie de manual para la operación de las casillas y el complemento de la vigilancia era una orden a los activistas: llevar cada uno de ellos un martillo, por si se llegaban a necesitar argumentos persuasivos de mayor contundencia.

Obviamente “Ave azul” fue negada por quienes públicamente habían sido señalados como sus autores y si bien en las filas del panismo se ha hablado mucho de yunques no se habían vuelto a mencionar los martillos como parte del lenguaje político.

Pero eso ha cambiado.

El Presidente acusa la infiltración del narcotráfico en los procesos electorales e induce claramente la paternidad priista de tales amagos criminales: “Antes amenazaban con quitarles los apoyos, hoy amenazan a la gente que si vota por el PAN le quitan la vida, y eso no se puede tolerar ni puede pasar como un episodio más”.

La clarinada combativa del Presidente en una ceremonia efectuada dentro del Partido Acción Nacional, más como militante y menos como presidente, Felipe Calderón  dijo:

“Yo como Presidente no puedo quedarme callado ante eso, he sido prudente, he tratado de ser sensato, pero no puedo quedarme callado ante algo tan grave que ocurre y le digo, le pido y le exijo al PAN que tampoco se quede callado…”

Y les pidió a sus seguidores, entre ellos a los tres aspirantes a la precandidatura,  “martillar y martillar esa verdad hasta que quede clara y contundentemente plasmada en la conciencia nacional”.

Además de una advertencia realmente insólita en la cual el jefe del Estado reconoce poderes incontrolados en paralelo de la fuerza institucional, con lo cual anula en los hechos el resultado de sus cinco años de lucha precisamente contra quienes ahora se convierten en “factótum” de los futuros procesos electorales, la llamada de insistencia en la denuncia de estos hechos es una forma de hacer política de partido.

El Presidente habló desde un  atril con el emblema del PAN; en el auditorio Gómez Morín del PAN y en el edificio del PAN en la avenida Coyoacán.

No fue un acto presidencial. Fue un acto partidario al cual tiene derecho, indudablemente dentro de ciertos matices donde no se contamine la urgencia política excluyente (eso es un acto de partido) con las obligación es de un gobierno. Pero las cosas deben quedar claras: las advertencias tienen importancia solamente por el ámbito en el cual fueron expresadas, así hayan sido después repetidas en la televisión nocturna. 

Este enfoque tiene algo grave: su condición de estrategia pública con fines electorales. El golpe de martillo no es sino una orden para los políticos priístas, es el discurso a cuya convocatoria ya se sumó Josefina Vásquez Mota con su discurso sobre las balas y los votos.

Pero hay otro detalle grave: cuando el presidente pregunta a quien le beneficia la intervención de los delincuentes en los procesos electorales del país y resume toda la potencial gravedad en quién ha resultado perjudicado y pone a su partido en el papel de la víctima, parece como si dijera, si no nos afectara  a nosotros no sería importante.

Así lo sintetizó el diario Reforma en su primera plana: “¿A quién beneficia la acción de los criminales y a quién perjudica? es una pregunta clave para el País, que el País tiene que responder. Por lo pronto, ya sabemos a quién perjudica: perjudica al PAN”.

Desde los días cuando la señora Cocoa de anunció las intromisiones delictuosas por cuya aparición perdió las elecciones en Michoacán, muchos señalaron varios contrasentidos. Cuando se declaraba ganadora pasaba por alto dichas intervenciones las cuales –hoy lo vemos—no tuvieron más nocivo efecto sino la derrota del PAN, o como ha dicho su hermano: el perjuicio para Acción Nacional.

Pero lo verdaderamente grave no es el descubrimiento –a estas alturas—, de un nuevo “peligro para México” (“…colaboraré con cualquier Gobernante que las autoridades declaren formalmente así. Sí me parece que es una amenaza para México el que el crimen organizado esté interviniendo ya tan burdamente en los procesos”) sino la incapacidad para buscar y capturar y procesar a los asesinos del presidente municipal de La Piedad, cuya memoria tan hondamente triste recordaron los luctuosos panistas del martes por la tarde.

El papel del militante denunciante es uno. El papel del Presidente de la República, después de cinco años de intervención  federal, en el estado del cual habla, es exigir cuentas si no se ha abatido la potencia de los delincuentes.

¿Cinco años después, con  la guerra declarada a la delincuencia no es posible hacer nada más sino exigir la machacona insistencia del martillo publicitario electoral  cuando no se ha podido domeñar a los delincuentes?

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