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De revoltijos y derrotas



La mal llamada transición de terciopelo, no es tal. No es una transición; es una abdicación en funciones. Se trata de un eufemismo para tapar la verdadera definición del tiempo por el cual discurre, con pena y sin gloria, el fin de esta administración cuyos indudables logros no son reconocidos ni siquiera por sus autores.

Se diría de un generalizado sentimiento de culpa el cual ha dado espacio a la autopunición, simbolizada en la entrega anticipada de todo, sin métodos, sin beneficio ni sentido.

El vencido corre a sujetarse de la herrería del carro vencedor, quien en rápido galope arrastrará sus despojos por la arena. Me gusta leer a Homero:

“… ¡Oh amigos, capitanes y príncipes de los argivos! Ya que los dioses nos concedieron vencer a ese guerrero que causó mucho más daño que todos los otros juntos, ea, sin dejar las armas cerquemos la ciudad para conocer cuál es el propósito de los troyanos: si abandonarán la ciudadela por haber sucumbido Héctor, o se atreverán a quedarse todavía a pesar de que éste ya no existe.

“Mas ¿por qué en tales cosas me hace pensar el corazón? En las naves yace Patroclo muerto, insepulto y no llorado; y no lo olvidaré, mientras me halle entre los vivos y mis rodillas se muevan; y si en el Hades se olvida a los muertos, aun allí me acordaré del compañero amado.

“Ahora, ea, volvamos cantando el peán a las cóncavas naves, y llevémonos este cadáver. Hemos ganado una gran victoria: matamos al divino Héctor, a quien dentro de la ciudad los troyanos dirigían votos cual si fuese un dios.

“Dijo; y, para tratar ignominiosamente al divino Héctor, le horadó los tendones de detrás de ambos pies desde el tobillo hasta el talón; introdujo correas de piel de buey, y lo ató al carro, de modo que la cabeza fuese arrastrando; luego, recogiendo la magnífica armadura, subió y picó a los caballos para que arrancaran, y éstos volaron gozosos.

“Gran polvareda levantaba el cadáver mientras era arrastrado; la negra cabellera se esparcía por el suelo, y la cabeza, antes tan graciosa, se hundía toda en el polvo; porque Zeus la entregó entonces a los enemigos, para que allí, en su misma patria, la ultrajaran...

“Así toda la cabeza de Héctor se manchaba de polvo. La madre, al verlo, se arrancaba los cabellos; y, arrojando de sí el blanco velo, prorrumpió en tristísimos sollozos…”

Hoy el carro del vencedor es simbólico. Se llama reforma educativa y sus despojos fueron tirados a rastras por los ganadores de la elección quienes no tuvieron empacho en sentenciar su derrumbe. Una vez con las palabras de Elba Esther Gordillo (de lo cual ya se habló ayer) y otra con la palabra del Gran Líder.

(El Siglo de Torreón). —“…Las diferencias surgieron cuando López Obrador aseguró que cancelará la reforma educativa que el presidente Peña Nieto impulsa en su gobierno y que será sustituida por otra reforma que tomará en consideración el punto de vista de maestros, toda vez que, sin ellos, indicó, no se puede mejorar la calidad de la enseñanza.

“El presidente electo planteó que se puede mejorar la calidad de la enseñanza, ampliar la cobertura para que haya equidad y derecho a la educación. En tanto eso no suceda, señaló, acatará lo que está establecido en las leyes y respetará el mandato del actual gobierno.

“En respuesta, el presidente Peña Nieto expresó que cada administración tiene una óptica diferente en el ámbito educativo y precisó que “así como nosotros defendimos el modelo educativo que impulsamos, somos respetuosos del modelo futuro que se define.

“De algo estoy cierto: creo que ambos gobiernos, el saliente y el entrante, buscamos que los jóvenes tengan acceso a una educación gratuita, laica, de calidad”, expuso.

El exceso de terciopelo sólo sirve para hacer cortinas y detrás de ellas, quizá, cometer un crimen.

A estas alturas resulta ocioso decir, “somos respetuosos del futuro modelo que se define”, cuando se refiera al nuevo modelo educativo cuya naturaleza populista ya fue ensayada en las preparatorias de la Ciudad de México y la universidad local, cuyos méritos académicos no son suficientes ni para inscribir ahí a los hijos de ningún funcionario del futuro gobierno.

CABALLOS

Era presidente de la Cámara Beatriz Paredes. Era dirigente de El Barzón Alfonso Ramírez Cuéllar cuando los jinetes, al galope quisieron —y lo obtuvieron— reventar al Congreso. Entraron a los corredores del Palacio Legislativo: los “padres conscriptos” alzaron barricadas con las curules. Felipe Calderón palidecía del susto. Y lo demás, ya es historia.

Hoy Ramírez Cuéllar quiere la coordinación de la Cámara invadida en aquel tiempo por sus seguidores como ­Feliciano Benítez, El Chano.

Del asalto a la institucionalidad. Por eso ahora, en el extremo del cinismo amnésico, Ramírez dice: venimos a ­reconstruir el Congreso.

Quizá su primera obra con tan trascendente finalidad, sea poner caballerizas…

 

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