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Reflexiones ante la barbarie



¿Cuál fue la finalidad del crimen organizado? ¿Para qué querían matar, quemar, desollar, desaparecer a estos estudiantes? ¿Se trata de generar un clima de terror en el país?

Ante los hechos terribles de Iguala, Guerrero, es necesario reflexionar un poco en torno de la crueldad de la vida mexicana de los tiempos recientes. Hemos pasado del aviso sobre el ominoso retorno al “México Bronco”, a la vigencia del “México asesino”.

Estamos indudablemente frente a una grave, muy grave crisis política nacional; estamos hablando de 50 muertos, en promedio, cada cuando rozamos estos temas macabros.

Esa cantidad, al parecer, ya se nos hace algo frecuente en este país. No lo olvidemos: 50 personas murieron en el incendio premeditado y alevoso del casino en Monterrey; 50 niños murieron quemados en una guardería subrogada por el Instituto Mexicano del Seguro Social, un poco más, setenta y tantas personas fueron asesinadas en San Fernando, Tamaulipas, en un local enorme muy parecido al de Tlatlaya; si sumamos a los muchachos del Heaven con los del New’s Divine, nos da como otro medio centenar.

Entonces de 50 en 50 cadáveres, estamos rezando el rosario fúnebre de este país cada tres, cada cuatro, cada seis meses.

Decía López Velarde, 50 veces es igual el ave taladrada en el hilo del rosario; pero aquí no es la pequeña esfera de una prolongada oración con todo y sus misterios, es el nuevo zompantli mexicano. Estamos haciendo un recuento de cadáveres, a cada paso de la vida nacional. Con razón dice el padre Solalinde “México, todo México ya es una fosa clandestina” y a este paso, todo México se puede convertir en una fosa común.

¿Qué fue lo que ocurrió con estos jóvenes estudiantes de la Normal, la aguerrida y peleonera Normal de Guerrero? ¿Qué fue? ¿Qué fue lo que pasó en Ayotzinapa y cuál es el deseo del crimen organizado para decidir sobre la vida y la muerte de unos muchachos a bordo de autobuses secuestrados para cualquier cosa? Todo cuanto hubieran querido o hecho, ahora resulta banal, resulta meramente anecdótico.

Nada en el comportamiento social justifica la prueba del maridaje entre las fuerzas municipales de Seguridad Pública de una ciudad más o menos de importancia en el ámbito de la geografía de Guerrero, y nada justifica la colusión del presidente municipal para abajo —cuya conducta ya había sido advertida por René Bejarano, sin nadie para atender su denuncia partidaria—, estén todas embarradas y le entreguen a los delincuentes el gobierno y el control de sus policías, hasta convertir a la policía en el obediente sicario del crimen organizado.

¿Cuál fue la finalidad del crimen organizado? ¿Para qué querían matar, quemar, desollar, desaparecer a estos estudiantes? ¿Se trata de generar un clima de terror en el país?

Si se trata de eso lo están consiguiendo de manera muy visible, porque hoy del Presidente de la República para abajo; los diputados y las policías, y la Comisión Nacional de Seguridad y el Procurador General de la República antes de prometer la actuación relacionada con sus capacidades, todo mundo habla de lo espantoso de esto, de lo incomprensible, de lo imperdonable de vivir así en un país en donde al parecer el crimen organizado ya dio un golpe de Estado.

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