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La cariátide se arrodilló en la media cancha



Cuando la realidad no tiene más maquillaje, cuando la tristeza se apodera de los ojos lánguidos de señoritas tricolores en las tribunas o las pantallas; cuando los hombres de amplio sombreros maldicen y mascullan y los viajeros en la lejana Rusia se frustran; cuando no quedan explicaciones ni sociológicas, ni deportivas, ni alimentarias; cuando el mestizaje llora y los vikingos enfilan la proa con equino perfil y escudos redondos, a todo velamen, contra la frágil chalupa triturada, nada más la poesía nos explica y describe, porque hoy —lo dijo Montes de Oca— “las cariátides se arrodillan y el templo se derrumba”.

¡Chíngale!, ¡Sopas, perico! ¡En la madre!

Otra vez la burra al maíz, de nuevo se olvidó el burro de tocar la flauta y en esta ocasión los octavos de la final se arañan y las uñas desportilladas apenas sostienen al verde ratoncito famélico, asustado en la cancha, temeroso, lleno de dudas, descolocado, fuera de cacho, sin tranco seguro, equívoco, impreciso como un violinista con artritis, ¡ay!, este mundo lleno de presagios negros, esta escritura de espuma o baba, esa inclemente lucha contra la realidad cuyo largo e inclemente brazo nos alcanza siempre, siempre en la tenaz confirmación de nuestras limitaciones deportivas, porque eso es todo, el juego magnífico cuya sencillez lo hace tan complicado como para ver sufrir también y más a los alemanes cuyo campeonato mundial apenas duró un torneo, porque ahora los echan unos coreanos comedores de perro y olorosos a sésamo y arroz.

Cada cuatro años la esperanza, tan terca como la realidad o tan traicionada como las promesas de la política o el ensueño, nos ayuda a construir este edificio cuyas columnas tarde o temprano se abaten vencidas por el peso del entusiasmo sin sustento.

A fin de cuentas regresamos a nuestra verdad de medianía en la tabla. Ni para atrás ni para adelante, así los beneficiarios del parloteo futbolero hagan con  las estadísticas, como empresas encuestadoras en tiempo electoral, edificaciones majestuosas como el Taj Mahal, donde habitan locutores y merolicos.

Somos constructores de humo, de verdades de aire, de paredes sin ladrillo; dioseros de mediodía; pues nada tardamos en alzarle altares a los chícharos de a libra y menos en abatirlos por los suelos.

Del furor al desprecio en un solo día.  Ayer le cantábamos canciones de amor a Juan Carlos Osorio y pronto le vamos a mentar su colombiana madre y a recordarle no el triunfo contra Alemania sino la eliminación por quien  sea, porque paso a paso nos orillamos al borde del precipicio, porque nuestro abismo es el espejo de cada mañana, de cada día.

Hoy salen del estadio con  las banderas tristonas y el alma apachurrada,  porque el panzazo de una calificación rutinaria no es nada junto a la pobre exhibición de roedores escarlata de ayer.

Y por favor no lo repita, si a veces jugamos como nunca, a la larga  perdemos como siempre. Gran sentencia  ésa, lástima de saberla tan gastada e inútil  en el impresentable balance final de nuestra historieta.

Pero en fin, como dicen quienes quieren acabar de un plumazo una discusión estéril, la vida sigue y hay cosas de otra importancia.

El televisor ya está apagado pero no se apagan dos temas relacionados con los jueces del Tercero Colegiado con sede en Tamaulipas, a quienes algunos defienden en los medios con aquello de los zapateros y sus zapatos, porque consideran a los periodistas incapaces de analizar jurídicamente algo ya evidente como para ser advertido hasta por los legos, no por juristas.

Y tan es así como para leer esto: (AP).- “…El Tribunal Colegiado que ordenó la creación de una Comisión de la Verdad y la Justicia para el caso Ayotzinapa aceptó aclarar los alcances de su resolución, ante las dudas expresadas por la Presidencia de la República y el Congreso de la Unión para su cumplimiento.

“Los magistrados del Primer Tribunal Colegiado del Décimo Noveno Circuito, con sede en Reynosa, Tamaulipas, aceptaron revisar su propia resolución en su sesión del próximo jueves, pero anticiparon que el sentido del fallo se mantiene.

“En un acuerdo dado a conocer este martes 26, el magistrado Mauricio Fernández de la Mora, integrante del Colegiado, se hizo cargo de las peticiones de la Presidencia de la República y de la Cámara de Diputados”.

Y aquí sólo queda un par de preguntas: si los señores magistrados no consideran nada más allá de la reiteración de su fallo ¿cuál es el caso de revisar la sentencia? Ni el VAR de la FIFA actúa así.

Y segundo: la resolución (crear una prejuiciada comisión de la verdad en el caso Iguala;  eliminar al MP, devaluar a la CNDH  y demás zarandajas), no ha generado dudas, ha producido reprobación jurídica al menos de 32 procuradurías de justicia en el país. No dudas.

La única duda es a quien le sirven los magistrados.

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