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Rusia o Ucrania ¿de qué parte estamos?



La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran.

Paul Válery

En la guerra, todos son más o menos responsables y culpables. La guerra justa (o santa) no existe. Es sólo una coartada para justificar sus atrocidades. De ello se deduce que no estoy de una parte ni de la otra en esta guerra, como en ninguna otra. Por desgracia, los ánimos están caldeados y en el mundo prevalece la regla de "quien no está conmigo está contra mí".En lo personal pienso que se trata de un error, quizá el más grave, porque atenta contra el derecho de expresión. Durante los conflictos más extremos, las libertades son coartadas, empezando siempre evidentemente por la libertad de expresión En nuestra civilización, siempre que se ha prohibido al individuo expresar libremente sus pensamientos, el lado oscuro de la naturaleza humana se ha impuesto. Tarde o temprano la guerra terminará. Las ciudades destruidas serán reconstruidas y la sociedad retomará su camino. Desgraciadamente, el restablecimiento de la tolerancia, que es el respeto a las concepciones diferentes de las propias, tardará más tiempo precisamente porque se ha alimentado la barbarie del odio del hombre hacia los demás hombres. Como ejemplo me viene a la mente el caso de la censura a Dostoevsky, por la rectora de una universidad italiana simplemente por ser ruso. ¡Qué peligrosa estupidez hay en esa decisión! Afortunadamente, cambió de opinión. Dejará que se hable de Dostoievski en sus aulas. Pero espero que recuerde durante mucho tiempo cómo intentó prohibirlo, cómo pensaba que un autor del siglo XIX era inapropiado porque escribía en ruso.

Censurar la cultura rusa no detendrá la guerra en Ucrania. La cultura abre horizontes que van más allá de las naciones y hay quienes piensan que debe silenciarse cuando hay una guerra, porque lo único que importa en una guerra es el odio entre naciones. Está claro que, para odiar más, es mejor saber menos. En lugar de censurar, tal vez deberíamos razonar, leer, comprender. Y, por qué no, acercarse al universo ilimitado que es la literatura rusa. Que, en lugar de cerrar, puede abrir mundos.

Esta guerra es como todas las demás: violencia, masacres y sufrimientos indecibles y al final, quien acaba combatiendo en las guerras son los civiles, los valientes que ponen sus vidas en peligro para que los dirigentes, los verdaderos causantes de la guerra, no se manchen las manos. Como afirmaba Havelock Ellis, no hay nada que la guerra haya conseguido que no hubiésemos podido conseguirlo sin ella.

A los que alimentan esta guerra absurda, les sugiero que vean los 82 grabados de los desastres de la guerra de Francisco de Goya. Que dejen de decir que envían armas porque quieren la paz. Es una hipocresía intolerable, como ha advertido el Papa Francisco, pero su voz no ha sido escuchada. Los gobernantes deberían aprender a velar por los intereses de toda la población que representan, siendo los conflictos armados un inconveniente claro para el bienestar de su población; tienen el deber de poner fin a la guerra si quieren evitar la reducción de muchas regiones de África a una pobreza insostenible, si quieren evitar el colapso económico de Europa y América, si quieren detener las migraciones masivas y si quieren evitar la pesadilla de una tercera guerra mundial que perturba nuestros sueños en todo el mundo.

Es la población civil, en último término la que sufre las consecuencias de las decisiones políticas y pierden sus proyectos de vida en su propio país, pierden también sus pertenencias, en muchos casos la pérdida de sus seres queridos, es decir, de repente pierden todo. Todos declaran que no quieren una guerra total, pero nadie puede garantizar que no se produzca el absurdo incidente que la desencadene.

Aristóteles, reflexionando sobre la conducta humana, afirmaba que el hombre actúa para conseguir un fin. Comprender ese fin significa explicar su acción y los medios que utilizó para lograrlo. Si queremos entender por qué Putin empezó la guerra en Ucrania, tenemos que entender el fin. Hasta ahora he buscado ese fin dentro de un escenario, construido con el método de la narrativa histórica, que veía a Putin defendiéndose de los ataques occidentales a los espacios vitales de Crimea, donde se encontraba su base naval, y a las regiones de Donbás, de amplia mayoría rusa. Sin embargo, otro escenario es posible si interpretamos que Putin defiende una concepción del hombre, de la vida y del mundo, como alternativa a la occidental representada por Estados Unidos y Europa. En esta nueva perspectiva, la guerra en Ucrania no es el fin sino el medio.

Si el objetivo de Putin es anexar algunos territorios de Ucrania, el tiempo para hacerlo será corto. Si, por el contrario, su objetivo es defender la concepción rusa del hombre, la vida y el mundo (antropología filosófica), entonces podría llevar décadas, si no siglos. En ambos escenarios, vemos a Putin en el papel de defenderse de Occidente. El problema es que Ucrania no es Occidente por naturaleza, cultura, historia y religión, sino sólo en relación con Rusia. Aunque el mercado global y las oligarquías locales empujen hacia el oeste. Pero Rusia no puede ser asediada por Occidente, necesita zonas libres.

Situemos la historia de Ucrania en su destino geopolítico: al ser una tierra fronteriza, como su nombre indica, Ucrania ha vivido en el límite entre Oriente y Occidente, expuesta al Imperio Otomano, a los mongoles, a Polonia y a Rusia. Ucrania ha sido una nación diferente de Rusia, pero unida a ella, no sólo por los lazos religiosos ortodoxos. Al fin y al cabo, Rusia era también el nombre que recibía la nación de Kiev hace mil años, a la sombra de la iglesia de Constantinopla-Bizancio. Durante siglos, el imperio ruso gobernó Ucrania, y en su periodo extremo los zares intentaron unificarla. Los rusos eran y son una minoría importante en el país, a pesar de que la URSS impuso el ruso en lugar del ucraniano como lengua oficial. Por lo que la cuestión ucraniana no es un capítulo del eterno conflicto entre libertad y opresión.

Esta representación ideológica y moralista excluye la cuestión central que es de naturaleza geopolítica con sus corolarios históricos, económicos y sociales.

Es comprensible, que en estos momentos Ucrania, al ser un país que está luchando por su libertad, después de haber sido atacado por otro, cuente con la simpatía de la opinión pública. Sin embargo, también es necesario tomar en cuenta los temores que tenía Rusia, al verse rodeada por países pertenecientes a una alianza militar enemiga. Por lo que se tienen que entender las razones de ambas partes, sin que de ninguna manera sea esta una justificación al ataque a un país que era soberano y simultáneamente dándose cuenta que los eventos históricos tienen múltiples causas que no pueden reducirse a una sola y menos aún a aspectos de simpatía o a antipatía.

 

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