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Vivir es un acto religioso



Pienso en Eliade - literato, filósofo, historiador de las religiones, un humanista par excelance, este rumano universal, sigue siendo para mi el testimonio de qué significa la verdadera búsqueda de sentido a través de la cultura. Un hombre universal que pertenece al mundo: nacido al principio del siglo en Bucarest, Rumania en 1907, ciudades como Calcuta, Lisboa, Paris, Londres y Chicago, fueron sus casa con el curso de los años. Pero aún cosmopolita, Eliade queda dentro de su alma rumano. La rumanidad de Eliades esta presente en su obra literaria y su universalidad en la obra dedicada a las investigaciones sobre la historia de las religiones.

Entonces, ¿cómo no pensar en él como un hombre complejo? Entre todos los que se dedicaron a la investigación de las religiones, Eliade se distingue por esta genialidad de profeta que tuvo; un profeta del mundo actual.

Como su compatriota, Cioran, Eliade fue torturado por la lucidez a través de la cual entendió este mundo. Como Cioran, la historia representaba el terror mismo; un terror provocado por el hombre que ha perdido el sentido de vida, que se ha deshumanizado poco a poco olvidando la religión y lo sagrado. Por eso, Eliade tenía la convicción de que la única salida de este terror era el salto hacia lo sagrado. Y es por eso que esta categoría representa la esencia de su escritura. Sobre ella ha configurado su destino de escritor y la esperanza en la regeneración y la recuperación del hombre. Lo sagrado logra, con Eliade, tener una dimensión soteriológica.

Escavando hasta el fondo en la historia de la humanidad y de la cultura, Eliade pudo establecer el eje de su obra: la necesidad de regenerar el tiempo. El hombre puede, a través de la repetición de los ritos, regresar y revivir lo sagrado.

Siendo un hombre libre, entregado a la vida del espíritu, Eliade tenía la esperanza en la capacidad creadora de éste último y por eso estaba seguro que no las religiones en sí definen o determinan al hombre, sino la experiencia que éste mismo tiene, la experiencia religiosa. El surgimiento de las religiones es una obra histórica, pero la experiencia religiosa es una necesidad humana, y esto es lo que nos une a todos.

Aquí está la capacidad de profeta de Eliade; es decir, el entender que la única forma de vivir la religión no es a través de las diferencias, sino a través de lo que tenemos en común como seres humanos. Y esta idea es muy importante y actual, a la vez, en un mundo en el cual pretendemos ser tolerantes, pero, a la vez, criticamos y queremos imponer “nuestra verdad” a los otros. Ninguna religión tiene la verdad; sino que la verdad está presente en esta necesidad de búsqueda de algo sagrado. Esto es lo que nos transmite Eliade.

Para Eliade, vivir como ser humano representa en sí mismo un acto religioso, puesto que la experiencia religiosa es inherente al modo de ser del hombre en el mundo, como él mismo afirma.

En cuanto a la idea de lo sagrado, Eliade mismo subraya que éste mismo no se relaciona con divinidades o figuras divinas; es decir, lo sagrado no implica la fe en Dios o en los dioses, sino que es la experiencia de una realidad y la fuente de la conciencia de existir en el mundo. Por lo cual, lo sagrado no viene desde afuera, sino que más bien surge de una experiencia interior porque pertenece a la estructura de la conciencia humana.

Para desarrollar su antropología, porque se trata en el fondo de una análisis del hombre en relación con lo sagrado, Eliade regresa a las culturas más arcaicas donde la alimentación, la sexualidad o el trabajo, poseían un valor sagrado. Y, en el fondo, a través de estas ideas Eliade nos invita a redescubrir lo sagrado, dejarlo que se nos revele y encontrarlo ahí donde menos esperamos para poder llevar una vida de sentido.

Hoy vemos en la alimentación un acto necesario, en el trabajo una carga y en la sexualidad, por ejemplo, un deseo. Mientras que estos actos tienen un valor primordial y sacramental. Pero esta forma de reducir nuestra propia existencia es característica de la modernidad, como Eliade mismo lo subraya; es una característica del hombre profano, como bien afirma en su libro Lo sagrado y lo profano, donde se preocupa por el hombre moderno, que se desarrolla en las sociedades occidentales. Siendo un hombre areligioso -es decir, un hombre que encuentra sentido en la medida en la cual se purifica de cualquier religiosidad y creencia- asume una nueva situación existencial: se reconoce como único agente de la historia y como único sujeto del mundo, rechazando toda llamada a la trascendencia. Para este hombre, lo sagrado es el obstáculo por excelencia para su libertad, libertad que la va ganando con la muerte de cualquier dios – como Eliade mismo afirma.

Pero Eliade tiene una convicción fuerte al afirmar que, haga lo que haga, el hombre profano, tiene una descendencia religiosa, porque sin darse cuenta se comporta religiosamente. La experiencia y la vivencia de la realidad hace que la necesidad de lo sagrado surga de una forma “inconsciente”. Tomando en cuenta las supersticiones – al cual vive apegado el hombre moderno; las fiestas (nacimiento, matrimonio, cumpleaños etc.) espectáculos, conciertos, el acto de ir al cine – esta fabrica de sueños , como la llama Eliade- todas estas representan, en el fondo, un acto sagrado – es decir, es una forma de buscar un sentido más allá de lo mundano. Es una manera de querer regresar a unos orígenes sagradaos…en aquel illud tempus- el tiempo de inicio absoluto; es una manera de romper las barreras de cualquier modernidad, porque lo sagrado se manifiesta de una manera oculta e invita a regresarnos a los origenes de todo ser. Según Eliade, en el hombre moderno hay huellas de aquella “nostalgia del paraíso”, y esta misma nostalgia hace que el hombre busque, aún sin saber, una manera de regresar y reintegrarse a la esencia de su ser; aquel estadio paraisiaco y recuperable debido a la experiencia de lo sagrado.

Catalina Elena Dobre

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