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El Arte de Angela Gheorghiu como entrega y amor



Con la ocasión del Día Nacional de Rumania –1 de diciembre- decidí descansar mi mirada sobre una personalidad de nuestros tiempos que merece millones de aplausos y que logró llevar el nombre de Rumania a lo más alto.

Decidí escribir estas páginas, pensando que pueden representar un acto de amor y reconocimiento. A Rumania hay que celebrarla, celebrando a  su gente que dedica parte de su vida a la creación y a entregar su trabajo a los demás. Es larga la lista de rumanos que lograron la excelencia en el ámbito del arte, en el ámbito del deporte, en el ámbito de la ciencia, de la educación etc, es más, estoy convencida que en cada lugar de este mundo, hay un rumano que entrega, en cada momento, su talento y su trabajo a los demás.  

Pero hoy elegí hablar de “un rumano especial”, un símbolo de nuestra cultura contemporánea, una presencia que siempre recuerda que lo importante no es llegar a las cimas, sino mantenerse en lo más alto y Angela Gheorghiu -porque a ella dedicaré estas páginas- es lo que es por lograr estar, desde hace años, en lo más alto de la escena operística. Esto se debe por completo al amor que tiene por el canto mismo, mediante el cual se entrega a su público. Este último, del cual me considero una pequeña parte, por su lado, tiene el deber de responder no sólo con aplausos, sino con respeto y amor.

Estoy convencida de que estamos aquí para responder al amor con el cual la vida nos abraza. Por lo tanto, estas palabras surgen de un acto de amor: así como la voz de Angela Gheorghiu toca mi corazón y me da algo que no sé explicar en palabras, pero que se encarna en mis lágrimas (de alegría, de nostalgia, de amor, de sufrimiento), así siento responder con mis palabras.

No se mal entienda, estas páginas no representan una crónica más sobre un artista, no es una entrevista o una alabanza; como tampoco representan el desfile de alguna erudición musical en particular. Amo la música en muchas de sus manifestaciones porque la considero la más sublime de las artes, pero no tengo la autoridad para hablar de música como un erudito; sólo soy una pequeña entidad, parte de un gran público amante de la música. Desde esta perspectiva quiero escribir sobre Angela Gheorghiu y con la alegría y el “orgullo” que puede tener un rumano al hablar de otro rumano. Así que encontrarán aquí palabras que vienen del corazón y no de la erudición.

Sobre Angela Gheorghiu, en los últimos 25 años, se han escrito páginas y páginas sumando entrevistas, crónicas, artículos etc., la mayoría de estás páginas dedicadas a sobresaltar el peculiar talento de esta sublime artista que es, para mí gusto, y no sólo, la mejor de todos los tiempos. Por lo mismo, no voy a repetir información que cualquier persona interesada podrá encontrar leyendo artículos o escuchando entrevistas.

Pero sí diré que Angela Gheorghiu es la Artista por excelencia, que logró, mediante su voz, elevar el canto de opera a un nivel que pocos alcanzaron y, con esto, escribir una página en la historia de la cultura universal. Hay algunos que todavía la comparan con María Callas pero, como la misma Angela Gheorghiu afirma, a pesar de una cierta semejanza en cuanto el carácter, carisma y fuerza, por lo demás no hay modos de comparar. Angela Gheorghiu es única. María Callas fue la estrella del siglo XX, pero Angela Gheorghiu es la Diva del siglo XXI. Basta con escuchar su canto para entender la peculiaridad de su complejidad artística.

Para los que conocen un poco sobre la cultura rumana, reconocerán muy rápido algunos nombres como Hariclea Darclée, Dinu Lipatti, George Enescu, Virginia Zeani, Sergiu Celibidache, Constantin Brâncusi, Mircea Eliade, Emil Cioran,  etc., etc., pero entre todos estos Angela Gheorghiu conquisto rápido su propio lugar tras años y años de trabajo para reafirmar el talento del cual la cantante fue consciente desde una edad muy temprana. Es más, como ella misma afirma, desde pequeña no recuerda ser otra cosa más que artista. Este tipo de afirmación no es para nada alguna infatuación gratuita, al contrario es el reflejo de la conciencia de tener un don que fue desarrollado, tras el paso del tiempo, por el trabajo sostenido.

En el ámbito de la opera Angela Gheorghiu es hoy un símbolo del arte mismo. Aunque el reconocimiento internacional surge en 1992, es en el año 1994 en la opera La Traviata, representada en la Royal Opera House en Londres, bajo la dirección de Georg Solti cuando todas la miradas se vuelven hacia ella. Desde entonces hasta la fecha Angela Gheorghiu dedica su vida para amar, mediante la música y el arte, a su público al cual entrega todo “sempre con fe sincera”, como afirma uno de los personajes de Puccini, Tosca, con la cual la artista se identifica en cuanto el tema del amor y sacrificio por el arte.

Es la misma fe y el mismo trabajo que la hicieron respetar y amar su profesión y, por lo mismo, no aceptar ningún tipo de compromiso. Los que la entrevistan siempre le recuerdan de lo que algunos periodistas llaman “su carácter” refiriéndose a la firmeza con la cual a veces responde a ciertas provocaciones. Desde esta perspectiva, al contrario, Angela Gheorghiu es un ejemplo: cuando respetas el arte, la vocación y el trabajo que las acompaña, no hay lugar para aceptar cualquier cosa. Sin embargo, las críticas, ante esta firmeza de no aceptar “venderse” como artista, no tardaron en aparecer. Sin embargo, con inteligencia Angela Gheorghiu eligió no entregar su arte en función de las críticas que no faltan, sino en función del amor y el respeto por el arte mismo y por su público. Por lo mismo, Angela Gheorghiu es hoy la superestrella de la opera: ¡por saber decir “no” y por exigir respeto al canto! Conoce su valor y es consciente de sus límites: ¡He aquí la belleza de su carácter!

Llevando su arte por todos lados, mediante miles y miles de conciertos, y de representaciones en espectáculos de opera en los escenarios de todo el mundo, Angela Gheorghiu disfruta hoy del reconocimiento del público y la fama lograda tras el trabajo, la dedicación y muchos sacrificios. Aunque casi siempre se encuentra en algún lado del mundo, por donde sea que pasa con el canto, Angela Gheorghiu recuerda “su casa”. Hay algunos que se olvidan de sus orígenes o tratan de negarlos, pero ella no y confiesa que los “valores de un ser humano no están sólo en lo que aprendió de sus padres, sino que los valores están en lo que respeta y en sus raíces”. Rumania está siempre en su corazón y en su canto; aquella Rumania que todos los que estamos lejos de ella, llevamos adentro: la Rumania con su cultura, con sus abuelos, con sus tradiciones ancestrales, con sus maestros, con sus poetas, escritores y filósofos, con sus bosques, sus montañas, con su cielo, con su canto…. el canto más nostálgico que existe llamado “Doina”.

Un artista así se merece el más profundo respeto y el más bello homenaje. Para los que todavía no conocen su trayectoria, en breve, Angela Gheorghiu nación en una familia sencilla en una pequeña ciudad llamada Adjud (Vrancea) en Rumania. Al manifestar su talento desde la edad de 6 años, sus padres hicieron el esfuerzo para apoyarla y, desde muy joven, Angela Gheorghiu entendió que el talento no es suficiente y que sólo el trabajo constante y la dedicación absoluta la llevarían a realizar el don por la cual fue elegida por Dios. Estudiando en la Universidad Nacional de Música de Bucarest, bajo la guía de su maestra de corazón, Mia Barbu. Siendo una alumna excepcional Angela Gheorghiu va a estar  presente en programas de televisión dedicados a la música clásica, desde el año 1989, aunque su debut en el escenario surge en el año 1990, cuando acaba los estudios universitarios.

Desde entonces han pasado 25 años dedicados en totalidad al amor por la música y por su público; una entrega total a su arte que no puede pasar desapercibido pero, aún así, a veces difícil de comprender por los que no entienden que en cada acto de creación artística hay una entrega absoluta; es el momento cuando el artista, el creador, ya no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a los demás…

Por esta entrega total, su arte fue reconocido a nivel nacional e internacional. Es posible que pocos sepan que Angela Gheorghiu recibe en Francia el titulo del “Caballero del Orden de la Artes y Letras”; en 2001 y 2010 recibe en Londres el premio Classical Brit Award para la mejor voz femenina y para la mejor artista del año;  en 2004 en Rumania, recibe el premio para la Cultura, en 2010 recibe el titulo de Doctor Honoris Causa, en la Universidad de las Artes “George Enescu”, Iasi, Rumania; en el mismo año, 2010 recibe en Rumania la Orden llamada “La estrella de Rumania”, en 2012 recibe la medalla “Nihil Sine Deo” por parte de su Majestad, el Rey Mihai I, de Rumania. En el año 2013, junto a otras personalidades, Angela Gheorghiu se convierte en embajador honorífico de Rumania, en 2015 Warner Classics le dedica una colección, con la ocasión de celebrar 25 años de carrera, llamada “Autograph”; también este año Angela Gheorghiu recibe el premio "The European Cultural Award" en Alemania, y seguramente la lista de los reconocimientos continuará.

A pesar de todo esto, su vida, hasta ahora, no fue siempre un camino de rosas: se enfrentó a momentos difíciles, a situaciones límite, al sufrimiento y nada le fue regalado. Pero la fe y el constante trabajo, es decir su destino, la llevaron a ser lo que es: una estrella que brilla y siempre brillará en lo más alto de los cielos. A pesar de ser uno de los más valiosos artistas contemporáneos ¡todo lo que es humano está en su corazón! Es humano en ella el hecho de responder con su apoyo cada vez que se necesita, es humano en agradecer, después de cada concierto, a los admiradores que la esperan. Es humana la sonrisa con la cual recibe a cada persona. Humana es su inquietud de aprender de todo lo que la rodea. “Todavía aprendo y todavía me asombro”, afirmaba recientemente y esta apertura junto con la capacidad de mantener vivo su espíritu hace que su arte tenga siempre una frescura pero a la vez una profundidad que siempre invita.

Fuera de escucharla en todo tipo de grabaciones desde CDs, DVDs, conciertos transmitidos en vivo o en entrevistas, tuve la suerte de ver su “performance” en operas como La Rondine de Puccini en la Royal Opera House, en Londres, y Tosca de Puccini en el Metropolitan Opera de Nueva York y debo confesar que viví una emoción profunda, una mezcla de alegría y asombro no sólo por escuchar su voz, sino por ver a una artista en todo el sentido de la palabra. Desde mi punto de vista Angela Gheorghiu no sólo tiene una voz peculiar pero tiene la capacidad de expresar esta voz y vivirla en la actuación misma. Ella posee la madurez del espíritu y la conciencia de su arte para alcanzar, mediante el genio artístico, la capacidad artística de metamorfosis que determina, cada vez que interpreta un papel o canta un aria, transformarse completamente: ya no es Angela, es Floria Tosca, es Magda, Violetta Valéry, es Mimí, y muchos otros personajes femeninos. Por eso, al escuchar su música y al verla encarnar tan distintos personajes, nos transfiguramos y vivimos una experiencia única casi incomunicable por medio de la palabra. 

Esto porque la música es esta experiencia que abre las puertas de lo divino, así como lo hacen la fe, la plegaria o el silencio.  Hay un éxtasis en la música que nos hace sentir algo de lo absoluto. Y la voz de Angela Gheorghiu, el más complejo instrumento musical y el más natural. 

Toda verdadera música procede del llanto, ya que ha nacido de la nostalgia del paraíso. La música no tiene nada que ver con lo que podemos expresar con palabras, con lo que podemos hablar y, de la misma forma, no tiene que ver con las formas concretas en que el mundo se ha objetivado, se ha determinado o se ha conceptualizado; la música está antes y después de ello, es la expresión de la base del lenguaje y de lo que lo supera.  Por ello la música nos salva del olvido y nos recuerda de nuestra verdadera morada. Ningún otro arte logra transformar al hombre como la música, siendo ésta especial mediante la capacidad de despertar, de manera inmediata, el corazón y hacernos sentir la cercanía de Dios.

La magia de la música nos hace entender cuál debe ser nuestra aspiración en este mundo; nos revela el amor porque cuando sentimos la música vibrar en nuestro corazón, lo más profundo de nosotros se abre y se deja envolver por esta magia. Música y amor: esto es lo que define el arte de Angela Gheorghiu. Su voz, despierta la música que tenemos adentro y con ella, las lágrimas que habitan en nuestro corazón despiertan. No sé como explicar este tipo de vivencia, pero sólo entiendo que hay algo en su voz, que no es humano; es como si Dios se hubiera encargado de poner algo en esta voz, tan única y tan especial. Es como si en su voz descansara el ala de un ángel. Para mí es la voz en la cual Dios dejo caer una lágrima...

La música es catártica; nos purifica y libera y nos recuerda algo de la eternidad. Es la música, la unión entre la cercanía y la lejanía, es el diálogo entre el silencio que nos habita y las lágrimas mediante las cuales añoramos…

Para que la música se revele hacia nosotros necesita siempre del artista; sin él ningún instrumento y ninguna voz podían alcanzar lo sublime; sin el artista la actividad creativa sería abstracta, no cobraría vida por eso depende siempre del amor por su arte que la creación misma se encarne en la obra de arte, en este caso, en la música. Porque esto sí, deberíamos estar más conscientes que cuando tenemos ante nosotros un artista y por ende una obra musical, expresada por la relación de armonía entre instrumentos o por la voz, estamos ante el más sublime acto de creación y el más honesto acto de entrega y amor.
“La multi ani România!”